La película se centra en un grupo de periodistas de investigación del «Boston Globe»
La película se centra en un grupo de periodistas de investigación del «Boston Globe»
CINE

«Spotlight»: Periodismo y verdad

«Spotlight», dirigida por Thomas McCarthy, es uno de los estrenos de la temporada que llega a España en los próximos días. La cinta narra la investigación del rotativo «Boston Globe» sobre los abusos a menores de un cura en Massachusetts

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La verdad es casi siempre una pugna entre relatos. Por eso no es extraño que el periodismo, eterno aspirante a la Verdad con mayúscula, siempre haya echado mano de estrategias literarias en mayor o menor medida. Aun así, no está de más que recordemos que, para hablar de la verdad de un relato, debemos conocer los diferentes relatos de la verdad.

Uno de los mayores problemas de algunas películas sobre periodistas o periodismo es que estamos tan de acuerdo con cuanto nos proponen que solo pueden despertarnos dudas, en torno a sus imágenes y sus argumentos pero también en torno a nosotros, los espectadores. Poco importa si sus personajes son cínicos o idealistas, todas vienen a decirnos lo mismo con diferentes palabras.

Transforman el periodismo en una religión y a los periodistas en sumos sacerdotes. Viéndolas tengo la sensación de que sin los periódicos o las noticias en la televisión y en la radio, solo nos queda resignarnos a vivir en un mundo corrupto, oscuro y asfixiante. Una idea de ese tamaño me parece desproporcionada.

Verdades como puños

La comodidad, no obstante, es un vicio y a veces nos volvemos adictos. Digo todo esto porque « Spotlight» (2015, Tom McCarthy) me parece admirable y a la vez me deja indiferente. Después de verla siento que en realidad no me ha sucedido nada excepcional, aparte de haber escuchado un par de verdades como puños. «El poder lo controla todo», «la prensa solo es eficaz cuando es independiente», «te agreden físicamente y te destruyen espiritualmente»… Durante el metraje asiento una y otra vez, conforme con lo que dicen los protagonistas, tanto el nuevo director del « Boston Globe» (interpretado con un antipático distanciamiento por Liev Schreiber) como los cuatro miembros de «Spotlight» (Michael Keaton, Mark Ruffalo, Rachel McAdams y Brian d’Arcy Jamas), una división del periódico encargada de investigar con absoluta libertad y sin demasiados apremios asuntos de gran magnitud. Todo lo que dicen o hacen me parece tan sensato, tan noble y tan esforzado que casi me dan ganas de aplaudir. Sin embargo, no lo hago. No lo hago porque me daría la sensación de estar aplaudiéndome a mí mismo.

Serge Daney tenía muy claro que cada película de Danièle Huillet y Jean-Marie Straub es «la crónica de una forma de resistencia». Esa resistencia es casi siempre de tipo dialéctico; en lugar de realizarse manualmente, se declama. Las películas sobre periodismo y periodistas funcionan en general de esa manera, aunque desgraciadamente lo hacen apelando a lugares comunes. Basan su efectividad en las grandes frases y las imágenes impactantes, en personajes solitarios o marginales que fuman y beben mucho para aguantar la presión de su trabajo, y apelan a nuestros niveles más bajos de empatía y solidaridad.

«Spotlight» deja al espectador con sensación de que no le ha sucedido nada excepcional salvo escuchar verdades como puños

«Spotlight» podría caer en las rémoras apuntadas si no fuese porque sus personajes principales son seres más bien grises a quienes no vemos ni redactar grandes artículos ni escuchamos teorías irrefutables sobre la realidad. No son, por tanto, ni superhéroes ni personas de un talento sobresaliente. Los distingue su perseverancia y su honestidad, porque no se detienen jamás por mucho que no crean avanzar y porque son capaces de reconocer públicamente sus propios errores. Gente normal a la que su profesionalidad convierte en seres excepcionales; personas a quienes dan vida actores capaces de olvidarse de su carisma como estrellas.

Un caso de abusos entre un cura y varios menores pone de relieve que quizás la Archidiócesis de Massachusetts haya ocultado pruebas al respecto. Muy pronto comienzan a aparecer más casos, dejando claro que la Iglesia ha actuado con la connivencia de abogados, policías y periodistas, en un círculo vicioso que gira en torno a Boston desde hace décadas. El nuevo director del «Boston Globe» decide entonces que no quiere actuar contra los individuos sino contra la institución; es decir, le interesan menos los curas implicados en los abusos que la Iglesia, porque siempre es preferible luchar contra aquello que genera y oculta el Mal que contra el Mal mismo. Para eso es necesario un equipo de personas que no se deje contaminar ni por los apremios del periodismo, ni por la sociedad donde algo así sucede, ni por sus amistades, ni por sus propios familiares.

Tarea colectiva

A falta de alguien de proporciones colosales, «Spotlight» presenta a un grupo de varias personas que se complementan y cuyos esfuerzos van en la misma dirección. Cada uno de los periodistas se encarga de una parcela concreta, y todos se apoyan entre sí. En sus manos, el buen periodismo no es una tarea individual sino colectiva.

Muy a menudo, si una película pretende estar basada en hechos reales, puede suscitar respuestas bastante airadas por parte de la crítica o de los espectadores. Entonces las cuestiones estéticas suelen quedar relegadas a un segundo plano, para dar paso a planteamientos éticos. Nuestras reacciones con respecto a una película ponen en evidencia el lugar que nosotros le adjudicamos al cine en nuestras vidas. Cuando lo acusamos de mentir estamos dejando claro que a veces al séptimo arte le exigimos que se ajuste a la verdad. Pero eso, en mi opinión, solo se lo pedimos al cine que puede confundirnos. «Spotlight» puede pecar de todo menos de intentar manipularnos, porque a sus imágenes parece importarles menos la verdad que el camino para llegar a ella.

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