Camba, caricaturizado por Lorenzo Goñi en las páginas de ABC
Camba, caricaturizado por Lorenzo Goñi en las páginas de ABC - Colección ABC
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Completamente Camba

Julio Camba no se acaba nunca, como demuestra «Tangos, jazz-bands y cupletistas», que reúne sus crónicas musicales... y más. Un volumen en el que se dan cita todos los Camba posibles

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Una de las cosas divertidas para el que llega a este mundo de la pamplina escrita es la distancia entre el periodista y el escritor. «Fulano es periodista y escritor». Es como ser Teniente Alférez. Camba le contó su opinión al respecto a Luis Calvo, director tantos años de ABC. «Dejemos que se llamen escritores esos aficionados que acuden a los periódicos para quitarnos el sitio y desahogar sus vanidades».

Así que periodista. «Maestro de periodistas», se añade. Canguelo más bien, flagelo, enterramiento de periodistas.

Con alguna interrupción, Camba escribió en ABC desde 1913 y hasta su muerte. Fue el único sitio donde le respetaron el apellido –que no es poco–. En «El Imparcial» ponían Julio Canela, Cánoba en «El Heraldo», y Julio Caníbal le llegaron a firmar en «El País».

ABC le dio también, y sobre todo, un espacio a su libertad natural. Era mucho espacio ese.

Para quien escribe en ABC resulta curioso cuando alguien desde fuera le quiere explicar a Camba. Es como acercarse a un costalero a explicarle quién es el Nazareno que lleva encima.

Anécdotas y tópicos

Camba está en la galería de retratos junto al patio andaluz de ABC, también en su hemeroteca inagotable, como un yacimiento expuesto y a la espera, como un Atapuerca del articulismo; está en algún veterano, último de Filipinas del articulismo; y en el lector, en las sagas de lectores que seguro se han ido transmitiendo por herencia algún ingenioso punto de vista del cronista.

En usted, infinitesimalmente, seguro que hay algo de Camba, como de Mingote. Y en esta tipografía, y en el tacto de lo que tiene entre manos.

De Camba se cuenta media docena de anécdotas, gastadas como duros, y circulan una serie de tópicos más o menos aproximados. La inflación editorial no ha hecho que aumenten unas y otros, sino que circulen más rápido.

Hay una que se cuenta con dos protagonistas distintos: Juan March y Dámaso Alonso. Uno de los dos le ofrece un sillón en la Academia, y el periodista responde: «Me ofrece usted un sillón y yo lo que necesito es un piso». Porque la relación del periodismo con el piso es recibidora, no ponedora.

Un periodista está siempre para que le pongan un piso, no en condiciones de ponerlo.

Luis Calvo le elogió en vida la sintaxis, cosa que no le sentó bien, y con razón, porque lo siguiente hubiera sido un elogio de su sinapsis.

Para el director, Camba «escribía con antinomias, como un presocrático»; y para Antonio Díaz-Cañabate, otro cronista genial de la casa, víctima invariable de su nocturna maestría con el tute habanero, Camba era «la mirada», un poco como Sinatra era «la voz».

Ni en serio ni en broma

Decir algo nuevo de la mirada de Camba quizás lo podría decir un oftalmólogo forense, o un optometrista nonagenario que lo hubiera tratado. «No me tomen ni completamente en serio ni completamente en broma», recomendaba él. Completamente en Camba.

Tenía el don del desapego y según Ruano «no admiró a nadie, ni quiso seriamente a nadie».

Edita Fórcola ahora el enésimo Camba, el musical, « Tangos, jazz-bands y cupletistas», y entre tantos artículos excelentes, alguno hay que deja al lector patidifuso. Hay uno de 1913, en «Blanco y Negro», en el que explica un cambio de guardia en el bulevar berlinés Unter den Linden. Se fija en un alemán cualquiera con un gabán y un sombrero. Un paisano, un paisano que comerá «kartoffel», nada extraordinario. «¿Es ese señor espectador simplemente? No. Ese señor no es un simple espectador ni es un hombre completamente civil, a pesar de su sombrero hongo y de su gabán claro». Ahí, con ese simple trazo, con «no es un hombre completamente civil», había captado el momento, el año, el país, la inminencia, la Historia y la Época. Había retratado el espíritu de la movilización total europea.

No es un libro sobre la música, sino sobre sus alrededores. La relación de los otros con ella. «Cuando se acaba la música y uno se pone a hablar con alemanes, parece que acaban de llegar de un mundo ideal», y con eso captura sus trasportes al Idealismo. Es la época del cliché impreso y Camba lleva el cliché al virtuosismo absoluto.

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