Así funciona el «órgano» del duelo de Doris Salcedo que hace llorar a las piedras en el Retiro

El «Palimpsesto» de la artista colombiana surgió de una idea imposible, se fabricó con el material más duro que existe, funciona con agua destilada y precisa una restauración de dos horas diarias

El suelo del Palacio de Cristal se llena de nombres escritos con agua, que las piedras se tragan después ISABEL PERMUY
Jesús García Calero

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Esta es la historia de una idea imposible que se ha convertido en realidad y en obra de arte, gracias a la artista colombiana Doris Salcedo (Bogotá, 1958) . Es casi la historia de un milagro, pero hecho a conciencia con voluntad humana, que ha logrado -en una expresión casi bíblica- hacer llorar a las piedras. Literalmente. Y llorar por nadie, por los desconocidos, como si el mar -evocando el poema de García Lorca- recordase, de pronto, el nombre de todos sus ahogados .

¿Y cómo se consigue algo así? Luchando contra los límites de lo razonable a cada paso. Doris Salcedo recibió el premio Velázquez en 2010, un galardón que, además de su dotación de 125.000 euros conlleva una exposición en el Reina Sofía. Cinco años de trabajo ha costado «Palimpsesto» instalado hasta abril en el Palacio de Cristal de Madrid. El suelo de esta instalación «llora» los nombres de doscientos inmigrantes ahogados en el Mediterráneo , cuyas vidas han sido investigadas por el equipo de la artista.

El agua sale y desaparece por micro-orificios, como lacrimales ISABEL PERMUY

En la fabulosa entrevista que concedió a Javier Díaz-Guardiola en ABC Cultura , Salcedo confesaba: «Es una acción de duelo. Esa sería para mí su definición más clara. Lo que quiero es que, mirando hacia abajo, de pronto, nos situemos frente a esas vidas y reconozcamos esos nombres que dan singularidad a todo un universo que decidimos no ver ».

El material más duro del mundo

A la dificultad de la idea se suma lo que contaremos aquí, una realización imposible. El agua discurre bajo el suelo hasta las losas que el público pisa con los zapatos envueltos en protectores; emerge lentamente, como lágrimas, y dibuja sucesivamene las letras de alguno de los nombres de aquellos doscientos muertos olvidados por la tragedia del día siguiente. Es una oración fúnebre, un poema de duelo por seres humanos cuya memoria desaparece en un suspiro y nadie honró, ni vela ni recuerda.

Para escribir los nombres en el agua, como soñó el epitafio de Keats, unos microconductos atraviesan las losas que parecen de piedra pero que son en realidad del material más duro que existe : corindón. Este mineral, del que derivan el rubí y el zafiro, tiene una manifestación grisacea llamada esméril, una durísima piedra con la que los hombres afilaron siempre sus armas y utensilios. El equipo de la artista comprendió que la piedra no bastaba, que debía ser más duro para que el paso del agua no se detenga, no la erosione . Y aquí el corindón lo que afila es el silencio mientras recuerdo y olvido se empapan brevemente con los nombres.

Así es "el órgano" que controla la instalación ISABEL PERMUY

Hasta las losas, el agua llega por una red de conductos y tuberías desde un depósito que la aquieta, aprovecha la presión e insufla por varias fases -controladas por un ordenador- el líquido necesario para que las piedras cumplan el ritual que las conmueve. Hemos sabido que la artista lo llama «el órgano», porque los tubos que controlan la presión semejan ciertamente los del instrumento que hace resonar en las iglesias los corales y el réquiem.

El circuito del agua es tan delicado que cada día la instalación «Palimpsesto» se pone a punto con 2 horas de trabajo de varios restauradores. Y el Palacio de Cristal, que no es hermético, empeora ese mantenimiento en días de lluvia (ha habido pocos, eso sí), llegando a las 4 horas de trabajo. Los restauradores hablan de algo parecido a limpiar los lacrimales de un niño , una labor meticulosa que permite abrir cada día al público. Si se obturan, el equilibrio se deshace y la magia que escribe los nombres se desvanece.

Departamento de Imposibles

Dicen que para la instalación del suelo se necesitaba una precisión milimétrica en la topografía. ¡Y tanto! Al principio se detectó un milímetro de caída de un extremo a otro y hubo que desmontarlo casi todo para elevar una parte de las losas hasta lograr la perfección que permite al agua aflorar y escribir favorecida por la misma presión. Otro imposible. Cuentan que en la cena de inauguración, el director del Reina Sofía brindó por Doris Salcedo con la expresión de un deseo que, medio en broma medio en serio, era el aprendizaje de este largo camino de creación: «Doris -dijo-, en todo museo debería haber un Departamento de Imposibles , y me gustaría que cuando hagamos el nuestro tú aceptes ser su responsable».

Para sumar a las complicaciones de la instalación, las columnas que sostienen la bóveda del Palacio de Cristal fueron un hito de singular dificultad. En su encuentro con el suelo hubo que cortar varias losas para ajustarlas. Y cortar el material más duro del mundo no era cualquier cosa. En cada paso, el equipo de Doris Salcedo supo sobreponerse a los desafíos que les repetían que su empeño era imposible: un monumento que llora, que da cuerpo al llanto.

Solo 50 personas pueden permanecer a la vez dentro de la instalación ISABEL PERMUY

Desde el principio sintieron ese aliento que amenazaba derrota. Incluso al investigar los nombres y peripecias de las personas ahogadas, en Grecia y en Italia , pocos entendían el empeño por hacer una lista y algunos llegaban a sospechar de un grupo de colombianos que recopilaban nombres de muertos, ¡por si acababan en pasaportes falsos...! Lo superaron todo.

Hasta el final. Quienes siguieron de cerca el proceso de creación confirman a ABC que la pieza ha debido de costar mucho más del doble del dinero presupuestado , una diferencia cubierta por la artista, que supo lograr fondos para no renunciar a su ambición exacta: galeristas, coleccionistas, y fondos propios se han sumado a los casi 300.000 euros presupuestados. Después de su exhibición en Madrid, quedará una instalación rectangular que podrá mostrarse en otros museos y sacudir otras conciencias.

Doris Salcedo ha hecho lo imposible para que los visitantes -no más de 50 a la vez- sientan el nudo en la garganta que este agua no calma, la desaparición en un instante de los nombres de personas que murieron en el mar y fueron un minuto en los telediarios, pero nos cuesta imaginar o despedir con dignidad. Son tantos -quién iba a pensar que la muerte se llevaba a tantos- que evocan los versos que T. S. Eliot dedicó a otro ahogado: Flebas, el fenicio, «que alguna vez fue hermoso y esbelto como tú».

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