Cristina Iglesias, con su obra para la sede de Bloomberg en Londres
Cristina Iglesias, con su obra para la sede de Bloomberg en Londres - LÓPEZ DE ZUBIRÍA

Cristina Iglesias: «Me interesa construir lugares»

La escultora acaba de inaugurar dos proyectos en el Centro Botín de Santander y la Fundación Foster de Madrid, tiene exposición en una galería de Berlín y prepara una pieza para la sede de Bloomberg en Londres

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Todo fluye en la obra de Cristina Iglesias (San Sebastián, 1956). Sus esculturas se liberan del estatismo cuando el agua brota como un manantial de ideas. Los elementos vegetales que penetran por sus laberintos, pozos, fuentes o muros con una intimidad entre lo orgánico y lo inorgánico nos engullen o seducen. Fragmentos de texto y distintas caligrafías construyen la estructura de sus enigmáticas celosías donde se esconde la frontera entre la realidad y la fantasía. Estas celosías pueden descansar sumergidas bajo el mar de Cortés o creando sombras en el patio de la Fundación Norman Foster. Sus muros vegetales enraizados en las puertas del Museo del Prado o en medio de la selva amazónica en Inhotim son algunos de los ejemplos que conforman el mundo de Cristina Iglesias.

La artista acaba de estrenar una nueva exposición en la Galería Konrad Fisher en Berlín, así como «Desde lo subterráneo», cuatro pozos y un estanque en el recién inaugurado Centro Botín de Santander, un edificio diseñado por el arquitecto y premio Pritzker Renzo Piano, que albergará permanentemente estas cinco esculturas.

En primer plano, pozo de Cristina Iglesias en el exterior del Centro Botín de Santander
En primer plano, pozo de Cristina Iglesias en el exterior del Centro Botín de Santander - LUIS ASÍN

—¿Podría contarnos en qué consiste esta intervención?

—En las primeras conversaciones con Renzo y con sus colaboradores les planteé construir una obra que de alguna manera apareciese en diferentes lugares entre la ciudad y el mar. Es decir, en los jardines, rodeando el edificio. Pozos triangulares que forman los ángulos de los parterres del jardín y un estanque bajo el edificio desde donde arranca la escalera. El agua se mueve con diferentes intensidades dentro de los pozos conectándose de una manera imaginada al estanque donde el agua parece correr hacia el mar. Son como aberturas en la tierra que revelan un subsuelo de algas y arena, esa capa de agua marina que podría existir bajo el suelo.

—Al día siguiente, la galería Konrad Fisher de Berlín abrió sus puertas con una exposición dedicada a usted. ¿Qué tipo de obra ha presentado en este espacio?

—Al tiempo que estaba presentando obras más monumentales, he querido conectar con las razones más íntimas que ahora me preocupan y que en cierto modo son pequeñas, cercanas a la manera de hacer y de pensar. A veces las exposiciones de galería pueden ser mas drásticas o experimentales que en otras situaciones. A veces esto es interesante. Poder contrastar proyectos de dimensiones grandes donde las discusiones y reflexiones obedecen en cierta medida a factores dados para entender el papel que la escultura puede ocupar hoy en día. Y a la vez montar y enseñar trabajos que existen de una manera más experimental, incluso de estudio, teniendo también su propia identidad. He construido una obra que habla de aquello que ocurre bajo el suelo, bajo el pavimento de la calle que pisamos. Es como en otras piezas, una ficción construida pero que alude a una realidad subyacente.

—¿Qué realidad es esa?

—Me interesa pensar en la vida y cómo en ésta las plantas y otros seres vivos, a veces poco significativos como los líquenes, hongos y algas, se manifiestan en situaciones sensibles al clima, al agua y a la falta de ésta, y pueden formar capas que nos unen al universo. En 2015 construí una instalación en la Galería Marian Goodman en Londres que también trataba en cierto modo de esto y se llama Zona Freática.

—Y a la vez que presenta estas obras en Berlín, está instalando una obra en el edificio Bloomberg de Londres...

—Esta obra es muy importante para mí, sobre todo porque me lleva a reflexiones muy interesantes sobre el papel que puede cumplir la escultura en la ciudad, en el espacio público. Es un edificio que necesitaba ciertas barreras. En diálogo con Norman Foster, he construido unos lugares que rodean parte del edificio y que, además de cumplir ese papel de muralla, crean un espacio donde la gente puede sentarse y contemplar los cambios y los flujos subterráneos. Además contienen la memoria de un templo romano y de un afluente del Támesis, conectando a su vez el oeste con el este del edificio de una manera ilusoria.

—Londres es una ciudad que conoce bien. Allí estudió arte en el Chelsea School of Art en los años 80. Habiendo nacido en San Sebastián, ¿de dónde se ha impregnado más su obra: de la escultura tradicional vasca o de la Nueva Escultura Británica que se gestó en los años que vivió en Londres?

—Creo que mi manera de crecer en ello fue la de una inmigrante a la que le gustaba serlo y sentir la distancia de comunicación que me separaba de los demás. Yo era una privilegiada por muchas razones, pero a la vez podía sentir la diferencia. No solamente el ser mujer, pero también no ser ni británica, ni americana, ni alemana. Me gustaba sentirme extranjera. Ya entonces comenzaban corrientes europeístas que me atraían y con las que me sentía cercana. En aquellos momentos la escultura británica despuntaba y también la Akademie de Düsseldorf. Hicimos muchos amigos alemanes y belgas en algunas exposiciones que fueron muy importantes en la época. Compartir aquellos momentos nos unió mucho a varios artistas. También a la vez teóricos del arte y comisarios de exposiciones tejieron complicidades con artistas que utilizaban lenguajes y prácticas cercanos, pero curiosamente difícilmente definibles algunos. Por otra parte, mi formación fue bastante ecléctica y ello también ha contribuido a construir las conexiones de mi cerebro y mis sentidos

—¿Cuáles cree que fueron los factores, en su formación más temprana, que indujeron a que en su familia germinaran cinco hermanos artistas?

—Siempre hemos estado muy unidos y nos gustaba compartir lecturas, música y charleta. Como dice uno de mis hermanos, quizás fue un virus que nos contagió a todos. Mis padres siempre fueron muy abiertos a que hiciésemos lo que quisiéramos y nos ayudaron a crear un ambiente de cercanía a la cultura. Mi padre pertenece al mundo científico e industrial. Después, tiene que haber un ingrediente de atrevimiento. Atreverse a dar ese paso. Y eso no acaba nunca.

—Muros vegetales, construcciones laberínticas, grutas, lugares imaginarios... La arquitectura y la escultura se tocan. ¿Cuánto existe en su obra de volumen que ocupa un espacio y cuánto de constructora de espacios?

—Al construir un espacio permeable o no, ocupas otro. Sentir la maleabilidad del espacio es algo que me interesa. También ser capaz de construir lugares. El paisaje también me interesa. Esa mirada lejana que relaciona los volúmenes, los colores... Pero también la naturaleza entendida en toda su potencia. La capacidad de los bosques de crearnos sensaciones espaciales y psicológicas. También, el agua corriendo por una pendiente o desbordándose, y todo lo que ello significa, o con su capacidad de señalar significados. Poder perderse, aunque solo sea por un momento, en una construcción dada.

—La literatura y el lenguaje son un elemento importante en su obra. ¿Qué tiene la ciencia ficción como género literario que le ha interesado por encima del resto?

—La idea de que pueda utilizarse un lenguaje narrativo que construya espacios dibujando un entramado que oculte y revele a la vez tanto el texto como a nosotros mismos, me parece una posibilidad de crear significado. Los textos que he utilizado siempre describen lugares fantásticos, de la imaginación, aunque a veces son tremendamente creíbles. He utilizado autores del XIX francés como Huysmans o Roussel, alguno de poetisas árabes, y también de ciencia ficción, como Ballard o Arthur C. Clarke para obras suspendidas... Solamente hay una excepción a esto y son dos piezas suspendidas que hablan de la cueva de Montesinos del Quijote. Otro lugar fantástico, ensoñado.

—Recrea esos lugares ilusorios de su pensamiento que nos llevan a otros imaginarios, como espacios de tránsito. ¿Qué motiva ese abandono de la realidad en sus obras?

—Creo que, como antes te decía, el arte tiene esa capacidad de transportarnos a una reflexión o a un lugar imaginario, a veces abstracto, y que tiene más que ver con sensaciones que con un lugar descriptible.

—En relación a esto, participó en la exposición conjunta en el Museo Reina Sofía sobre la figura del poeta y novelista Raymond Roussel. ¿Cómo ha influido en usted el pensamiento de este autor?

—Roussel ha sido en su tiempo y también después un autor de artistas. Su imaginación y libertad en el pensar y en la manera de comportarse con el mundo ha sido muy inspiradora. Para mí, «Impressions d’Afrique» y «Locus Solus» tienen tanto que ver con ideas y maneras de hablar y borrar a la vez el rastro que también me interesan y me inspiran. El utilizar extractos de sus textos para construir celosías, que construían espacios donde quien entre pueda perderse, o donde no se pueda entrar, me pareció adecuado.

—El agua está presente en el grueso de su obra. ¿De qué parte de su amplio simbolismo se apropia usted?

—He construido con agua en varias ocasiones desde hace muchos años. Me sirve como material que mide el tiempo, que cambia, que suena hasta en su silencio y activa los lugares que construyo. Ahora estoy trabajando en piezas nuevas, que presentaré en unos meses en Nueva York con otro tipo de fluidos que se solidifican.

—Su obra desprende sensualidad, misterio, el mirar y no ser visto, la luz y la sombra... ¿Qué me puede decir?

—La luz, las sombras, el mirar son temas que se pueden tratar desde todas las disciplinas del arte y que están llenas de posibilidades de juego y soluciones. Lo otro es a veces semiconsciente o más bien una consecuencia de la búsqueda de una manera de hablar que tenga significado.

—En su trabajo hay siempre una mirada retrospectiva. ¿Cómo es de importante el pasado para usted?

—Es inevitable trabajar con la memoria. La mía se entremezcla muchas veces y siempre me ayuda a encontrar un hilo. Pero también está la historia y no solo la del arte. No podemos quitarnos todo lo que nos impresiona la memoria. Forma parte del todo. En ese sentido mis documentales sobre mi propia obra me sirven para ligar ideas. A veces éstas son como pequeños islotes que los voy aproximando unos a otros para expresarme.

—¿Por qué cauce le gustaría que siguieran fluyendo los próximos años de su vida? ¿Cuál es su sueño, si me permite preguntarle?

—Me gustaría estar cerca de mi familia y mis amigos, de mis cómplices y mis interlocutores de alguna manera. Y seguir teniendo proyectos, aunque sean pequeñitos, que me merezca la pena estar inmersa en ellos. Poder combinar momentos de estudio con otros en los que pueda trabajar en un ámbito más público y constructivo para el mundo que me ha tocado vivir.

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