Jean-Michel Basquiat, 1984
Jean-Michel Basquiat, 1984 - LEE JAFFE / LW ARCHIVES

Basquiat, el artista que empuñó el pincel contra el racismo

El Museo Guggenheim de Bilbao reúne un centenar de obras de un rebelde que vivió deprisa e intensamente y murió, a los 27 años, a causa de las drogas

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Un joven negro de Brooklyn, salvaje y muy carismático, de padre haitiano y madre de ascendencia puertorriqueña, sacudía el efervescente Nueva York de los 80. Rebelde con muchas causas, blandió el pincel como su mejor arma: sus poderosas obras gritaban con rabia contra el racismo, la hipocresía social y el capitalismo. Un amigo suyo, negro y grafitero como él, Michael Stewart, fue asesinado por la policía. Jean-Michel Basquiat (1960-1988) lo vendió todo en su primera exposición individual en la Gran Manzana en 1981, pero, paradójicamente, no podía coger un taxi en sus calles.

Treinta y cinco años después, las cosas han cambiado mucho en Estados Unidos –Basquiat no podría imaginar que hoy el presidente es afroamericano–, pero sigue muy latente el racismo en el país: brutales palizas policiales contra los negros o la terrible matanza de nueve personas en una iglesia de Charleston a manos del diabólico Dylann Roof

así lo corrobora.

Héroes, santos y reyes

El Museo Guggenheim de Bilbao dedica a este tan fascinante personaje como excelente pintor y dibujante una exposición, organizada en colaboración con la Art Gallery de Ontario y patrocinada por la Fundación Iberdrola, que convivirá todo el verano con la retrospectiva de otro norteamericano, también muy cotizado (Jeff Koons), pero en las antípodas de su arte. La muestra de Basquiat está centrada en sus temas recurrentes. Ahí luce su particular altar de héroes, reyes y santos afroamericanos, a los que entroniza con sus omnipresentes coronas: músicos como Charlie Parker, Miles Davis, Dizzy Gillespie o Duke Ellington, atletas como Jesse Owens, boxeadores como Mohamed Ali, jugadores de béisbol...

Y Martin Luther King, cuya voz, en su histórico discurso «Tengo un sueño», pronunciado en Washington en 1963, se oye en una de las salas de la muestra. Es parte de la «banda sonora» de la exposición, al igual que el rap o el jazz de Charlie Parker. La música siempre ha estado muy presente en su vida: creó una banda (Gray), diseñó portadas de discos, fue amigo de David Bowie... Explicaba Francesco Clemente, uno de los artistas con los que colaboró, que las coronas de Basquiat «tienen tres puntas. Una por cada uno de sus tres linajes reales: el poeta, el músico y el campeón de boxeo».

Alta y baja cultura

No hay para Basquiat límites entre alta y baja cultura: luce rastas y viste de Armani, le interesan el hip hop y el rap, pero también el jazz y Beethoven; el grafiti y el cómic, los manuales de anatomía, la Historia, Leonardo da Vinci, Twombly, Pollock y el «Guernica» de Picasso. Todo ello tiene cabida en el vocabulario visual de un artista culto (fue un niño superdotado) que llevó las calles a los museos, que pasó de pintar las paredes del Bajo Manhattan con Al Diaz –su nombre de guerra era SAMO©– y protagonizar un filme indie («Downtown 81») a aparecer en la portada del «New York Times», mantener una relación sentimental con la reina del pop (Madonna), protagonizar una película de Julian Schnabel, trabajar con la aristocracia de los marchantes (Shafrazi, Bischofberger, Mary Boone, Gagosian) y fascinar a los mejores coleccionistas del mundo, que se rifan sus piezas. Es uno de los reyes indiscutibles del mercado. No hay quien le apee del top ten de los artistas que más y mejor venden. En 2013 la sala Christie’s subastó en Nueva York su obra «Dustheads» (Cabezas de polvo) por 48,8 millones de dólares, su actual récord y una de las cotizaciones más altas del arte contemporáneo.

Con 27 años, Basquiat apareció muerto en su casa a causa de las drogas

Apenas trabajó durante una década. El 12 de agosto de 1988, con tan solo 27 años, apareció muerto en su loft de de Great Jones Street. La autopsia certificó su muerte por «una aguda intoxicación por mezcla de drogas». Moría el artista, nacía el mito. El legado de Basquiat se halla gestionado por un Estate en el que se están sus dos hermanas, Jeanine y Lisane –son la viva imagen de Jean-Michel–, que ayer acudieron a la presentación de la exposición. Recién llegadas de San Diego, donde viven, explicaron a los periodistas que «era muy protector con ellas, muy divertido y creativo, siempre inventando cosas». Echan por tierra algunas de las leyendas que se cuentan de su hermano mayor:«No era cierto que viviera en la calle. La nuestra era una familia de clase media de Brooklyn. Alos 17 años, nuestro hermano se marchó para tomar su camino».

¿Se reiría al ver el precio que alcanzan hoy sus obras? «Estaría orgulloso y feliz, pero no por el precio, sino por ver que se reconoce su trabajo». Su mensaje antirrascista sigue hoy de plena actualidad. «Su voz se sigue escuchando –comentan las hermanas Basquiat–. Él habló muy alto, pero lo hizo con sus obras». Le preguntan por qué se disolvió el comité que autentificaba la autoría de sus creaciones:«Funcionó entre 1990 y 2012. Pero ya no es necesario. Toda su obra está muy bien documentada y se ha expuesto en muchas ocasiones».

«Ahora es el momento»

El título de la exposición, «Ahora es el momento», está tomado del citado discurso de Luther King y de uno de los temas de Charlie Parker. Pero uno de los comisarios, Dieter Buchhart, añade que ahora también es el momento de «ver la obra de Basquiat en el contexto de la historia del arte. Es increíblemente contemporánea, encierra mensajes de plena actualidad. Mantiene una posición de lucha y de resistencia. En el mercado del arte está al nivel de Munch y Picasso y es muy respetado por los jóvenes artistas». Álvaro Rodríguez Fominaya, también comisario de la muestra, subraya la singularidad de Basquiat, su densidad conceptual y complejidad, sus conexiones y estrategias, así como su profundo conocimiento de la historia del arte.

Tras su prematura muerte, el artista Fred Brathwaite escribió el que podía haber sido su mejor epitafio: «Vivió como una llama. Ardió con brillantez. Luego el fuego se apagó. Pero su lumbre aún está candente».

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