CÁDIZ

El secreto de acabar con el silencio

Dos especialistas alertan del riesgo de las audiometrías rápidas que no profundizan en la razón de la pérdida de audición

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«Sebastián, el audífono no funciona bien. Todas las noches a eso de las diez empieza a hacer ruidos raros». Sebastián Bernal, presidente de la Asociación Andaluza de Audiología, mira el aparato, todo parece correcto. «Sebastián –le insiste– te aseguro que por la noche hace ruidos raros», le insiste el cliente. «Vamos a hacer una cosa –le sugiere María Bernal, su hija y también audióloga–, cuando te dé problemas nos llamas, aunque sea muy tarde». Llega la noche. Suena el teléfono. Sigue el ruido.... «Era el camión de la basura, no lo había escuchado nunca y no identificaba el sonido», explica con una amplia sonrisa Bernal.

Sebastián Bernal tiene su clínica de audiología en La Viña y ha dedicado gran parte de su carrera a dar a conocer en qué consiste su especialidad.

De hecho, es la única clínica en la provincia dedicada específicamente a la audiología, y una de las pocas que hay en Andalucía. «Hay que distinguir la audiología de la otorrinolaringología: nosotros no tratamos patologías, aunque muchas veces las descubramos, somos los que conocemos los procesos para garantizar la correcta audición», detalla. Entre sus labores están las de realizar los moldes para los audífonos, ajustar correctamente el aparato a las necesidades de cada paciente y «educar al usuario para que pueda oír bien, porque una vez colocado el audífono hace falta un periodo de aprendizaje y adaptación», añade María Bernal.

Y es en este punto donde empiezan a surgir las diferencias con los establecimientos que suelen ofrecer audiometrías de manera gratuita. «Al usuario de audífono se le deja creer que en el momento en que se pone el aparato ya va a oír bien, y no es así; hay que enseñarle cómo son los sonidos y hay que acostumbrarlo muy poco a poco...», sostiene el mayor de los Bernal, que sonríe cuando el periodista le pregunta por las audiometrías que se realizan en apenas cinco minutos en los centros en los que, casualmente, también venden las prótesis. «Un audiólogo, para hacer el estudio completo, necesita estudiar varios valores, como la comprensión auditiva, si oye más los graves o los agudos, la tolerancia al ruido... además de los hábitos de vida del paciente», explican padre e hija. «Nos hace gracia cuando comenzamos a preguntarle a quien viene porque no oye bien por sus hábitos de vida, nos responde para qué queremos saber esto... ¡cómo le vas a poner el mismo aparato a alguien de 40 años que trabaja en una oficina que un señor de 70 que trabaja en el campo! No es lo mismo el trabajo que hace un audiólogo que el de a quien han enseñado a manejar una maquina». Sirva como ejemplo que para establecer el problema que tiene el paciente son necesarias, como mínimo dos sesiones de, aproximadamente, una hora.

Cómo tratar a los niños

Si con los adultos se necesitan de media un par de sesiones, con los niños «como mínimo son cuatro o cinco, y hay que hacerles un seguimiento», desvela María Bernal que, además, es diplomada en Educación Especial. «Somos el único centro especializado en problemas de la audición del niño; con los pequeños no se pueden emplear las mismas técnicas que con los adultos; hay que dejar que se relajen, que jueguen en un entorno tranquilo y, sobre todo, descartar que existe otro problema». No en balde, indica María Bernal que en no pocos casos «hemos detectado casos de TDA-H cuando se pensaba que había un caso de sordera». Es por eso que ambos recomiendan a los padres de niños a los que recomienden colocarse un audífono que pidan una segunda opinión, «por si acaso». ¿Desde qué edad se puede poner una prótesis? Desde los cuatro o seis meses. «Los niños se adaptan rápido, pero hay que enseñarles a escuchar y, sobre todo, decirles a los padres que no les atosiguen y que no les traten como si fueran tontos», explican estos dos expertos en audición, que lanzan un consejo a los gaditanos: «desconfíen de los diagnósticos gratuitos, se suelen cobrar por otro lado».

La bomba infantil de los cascos

La imagen la habrán visto decenas de veces. Unos padres llegan a un restaurante y para que el niño no moleste le ponen la tablet... con los cascos. Y no controlan el volumen que tiene el dispositivo... «Y, poco a poco, se va estropeando el sistema auditivo del niño, se le acostumbra a no oír», incide María Bernal. «Hay que evitar los cascos en los niños dentro de lo posible y, si finalmente se le ponen, que sean de buena calidad, que permitan limitar el sonido y el tono». De la misma opinión es su padre, Sebastián Bernal. «Cuando yo empecé en la consulta, hace 30 años, los pacientes solían tener más de siete años si tenían algún problema hereditario o, si era por vejez, más de 65. Ahora, sin embargo, vemos a muchos pacientes muy jóvenes que tienen el oído muy dañado por someterse a grandes ruidos», explica Bernal, que destaca que cuando dan consejos a los niños sobre salud auditiva siempre recomiendan «que no den portazos y que tengan cuidado con los ruidos chirriantes»

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