El griego regenta desde hace años un restaurante en El Puerto.
El griego regenta desde hace años un restaurante en El Puerto.
CRISIS GRIEGA, EN LA PROVINCIA

«Los griegos se sienten excluidos, necesitan ver la buena voluntad de Europa»

Hanna Abou, griego residente en la provincia, vive con «dolor» la situación de su país y recuerda que «nadie está libre de verse como ellos»

JESÚS A. CAÑAS
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Se llama Hanna, en árabe de su ascendencia libanesa. Aunque en la ciudad griega en la que vivió toda su juventud, Tesalónica, todos le conocían como Giánni, Juan en griego. Desde hace 25 años vive en España, concretamente en El Puerto. Tiene la nacionalidad española y se siente como tal. A fin de cuentas, se casó con una española y tuvo hijos aquí. Aunque se le escapa algún «nosotros» cuando habla de Grecia y algún «somos» cuando habla del Líbano. La suma española, griega y libanesa está presente en su restaurante Shawarma. Y allí, sentado en una de las mesas de su terraza, frente a un café y con un cigarro en la mano, recuerda su pasado griego.

Hanna Abou habla de su patria y de la de su madre (su padre era libanés, donde él nació para trasladarse poco después a Grecia) con una mezcla de nostalgia, lejanía y pena. «Los griegos son como los andaluces: gente alegre y vitalista que le gusta vivir en la calle y en comunidad», reconoce. Pero esa vitalidad se perdió: «De las últimas veces que fui a Grecia vi que habían perdido la alegría, es un pueblo entristecido y empobrecido». Ahora, ese pueblo, su pueblo, sale en titulares de medio mundo por la crisis que le asfixia, la Europa que le presiona y el Gobierno que negocia con más o menos fortuna. Y ellos, en medio, como «sufridores». «Me apena muchísimo lo que el pueblo griego está pasando. La gente tiene derecho a vivir con dignidad y ellos no la tienen», explica. 

Dura aseveración la de Abou que, en estos días, sigue las noticias con atención, mientras revive recuerdos de su pasado en Tesalónica. «Cuando yo vivía allí, había trabajo y mucho turismo, la gente era feliz», matiza. Aunque la felicidad ya se trabó con un primer revés: «Recuerdo que no gustó mucho cuando Grecia entró en la Comunidad Económica Europea porque eso supuso para el pueblo los primeros impuestos». Quizás de esos primeros polvos vienen estos lodos presentes. Poco a poco, la crisis griega se fue fraguando. Aunque para ese entonces, Hanna ya estaba en España.

Lo tenía claro, del dinero que ahorró en su pasado en la marina mercante, desembarcó en la provincia para dedicarse en la hostelería: «Por aquel entonces (años 90), el país estaba en crisis, aunque no una tan dura como la actual». Hanna recuerda como siguió visitando a su gente en años sucesivos y cómo ese pueblo fue perdiendo su brillo. «Viven la pobreza y el malestar que les genera. Sienten que solo tienen obligaciones y que han perdido sus derechos», evidencia con tristeza. En cuanto a las críticas sobre la responsabilidad del pueblo sobre la situación que sufren no tiene dudas: «Es posible que hubiera despilfarro en unos pocos, pero no todos lo hicieron y ahora todos están sufriendo».

«Flexibilidad y entendimiento»

Y, de pronto, la crisis llegó a su culmen, con polémica internacional incluida. Hanna tiene claro lo que decidiría: «Votaría que sí al acuerdo con la Comisión Europea». Pero añade, no para un cheque en blanco de Europa: «Alemania debe aflojar sus exigencias, hay que apostar por el diálogo y la flexibilidad. No pueden ser tan radicales». En este sentido, Abou no cree que el nuevo Gobierno heleno quiera salir del Euro, «tendría malas consecuencias para todos». «Creo que están intentando estimular el diálogo y devolverle la esperanza a su pueblo. Quizás lo que quieren es hacer fuerza para que Europa afloje», matiza. 

Para Abou «a nadie beneficia que Grecia salga». De un lado, el país se quedaría sin rumbo y ante «las pretensiones de los turcos y los rusos y eso no sería bueno para el pueblo griego». Además, cree que la Unión Europea quedaría en entredicho en su fuerza y España se vería perjudicada. «Los que dicen que Grecia no es España se equivocan. En cualquier momento puede pasar lo mismo aquí, por eso hay que ser solidarios».

Una mano tendida que pide para una Europa joven que está creciendo y una sociedad griega que aún se está adaptando: «El árbol se tutela desde pequeño, si se tuerce se endereza, no se dobla hasta romperlo. No puedes pretender cambiar de golpe hábitos y formas de vivir de los griegos». En la mente de Hanna están presentes amigos y familiares que siguen viviendo allí «pasándolo muy mal, viviendo a duras penas». «El pueblo griego es hospitalario, luchador cordial y odian la violencia. Está acostumbrado a vivir con mucho y también con poco pero no se merece lo que les está pasando».

Por eso, Abou reclama voluntad de diálogo, flexibilidad y solidaridad con una sociedad que «esta sufriendo y que resiste porque su red de familias es como la española, se ayudan entre ellos». Cree y espera que sea fácil llegar al entendimiento «si todos ceden en sus posturas» y lanza un último mensaje para reflexionar: «Los griegos se sienten excluidos de Europa, necesitan ver voluntad por su parte para animarles a seguir luchando».

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