Viajar

Las mejores puestas de sol en las playas de Andalucía

Un recorrido con la luz cuando se ausenta como protagonista

Imagen enviada por un lector de ABC de Sevilla ABC

Luis Ybarra Ramírez

No hay móvil que capte lo que el ojo humano, que se vale también del pecho y del olfato, del tacto del aire, de todo, a la hora de experimentar un atardecer. En Andalucía, ya lo saben, el sol se echa a morir por el mar y se repliega . Su luz viene mecida por la superficie del agua y lo mancha todo a su paso. Mancha de luz. Si las nubes lo permiten se pinta la cara de rosa. La luna acecha y el sol se apaga. Directamente: se ahoga. Y deja un halo de silencio en su despedida que no, jamás podría captarse con un móvil.

¿Dónde están los mejores? Nos preguntamos. Y caen por el teclado algunos tópicos conocidos. Estoy, de pronto, en una mesita alta en Bajo Guía, Sanlúcar . Pongamos que hablo de Casa Bigote. La gente transita por el paseo, y Doñana , como en un cuento de Caballero Bonald, nos contempla a nosotros con sus ojos de gato. Azul, cetrino, carmesí, amarillo... Todos los colores bellos se agolpan en el confín hacia el que mira Sanlúcar desde la desembocadura del río.

También he estado en la otra punta de Andalucía: el Cabo de Gata . Y allí mi retina ha grabado películas que de vez en cuando revisito: cierro los ojos y las veo. En la playa de Mónsul , por ejemplo, la gran piedra que todos conocemos dejó de ser el centro, porque todo el protagonismo se lo llevó el sol, curiosamente, cuando ya no estaba.

El litoral onubense ABC

En la ría de Punta Umbría he observado, de cerca y de lejos, a los pinos contarse secretos por las copas. Arrullos de palomas, botes a la orilla y barcos que parten a faenar combatiendo las olas de los que regresan. Es pescadora esta ría. Valiente su espigón. Limpia la luz que se recoge más allá de los puertos.

También por Cádiz he gozado de grandes revelaciones. En Caños de Meca, desde la duna del Ohana, que así se llama el chiringuito más cercano al Faro de Trafalgar , con música en directo y el deseo de no querer vivir más vidas que esa. También la playa de Zahora, desde el restaurante Amarna, entre las rocas, he descubierto la mágia. O el pasado lo tengo excesivamente idealizado en la memoria o el naranja de allí es el azul del cielo.

Cádiz L.V.

En Tarifa , desde la playa de Valdevaqueros, con todos los surfistas de recogida, también suceden cosas. Cambia la luz y el pueblo, que deja el deporte para mañana, se entrega sin medida a las terrazas. Conil de la Frontera tiene vasto el horizonte. Zahara de los Atunes , el iris cristalino de mirar hacia delante.

En Marbella la explosión tiene un tamiz urbano, serán los cascos de los yates, sus cristales, las ventanas. Pero las palmeras, que se cuelan en cualquier instantánea, llevan en su leve bamboleo la etiqueta del paraíso. España, para mí, ganó el mundial desde Marbella. Los recuerdos…

Cuando lo oscuro aún no ha ganado la mayor parte del espacio que promete, ocurre algo difícil de explicar en Nerja . El paisaje se ensancha, vuelve a ser y toma cuerpo de cueva. Los colores que no existen se inventan aquí. Y la gente se acerca a verlos desde donde puede. El escenario es inmenso, inabarcable, mucho más grande que la pantalla del móvil. Más grande, diría, que el ojo que mira y que el mismo litoral. El atardecer, tan tardío a lo largo del verano, llega y se sienta por todas partes .

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