Íker Casillas levanta la décima Champions conquistada en Lisboa
Íker Casillas levanta la décima Champions conquistada en Lisboa - reuters

El adiós de Casillas, crónica de una muerte anunciada

El guardameta internacional se marcha del club de sus amores rumbo al Oporto buscando una continuidad en la portería que le permita disputar la Eurocopa de 2016

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Íker Casillas abandona la disciplina del Real Madrid y pone rumbo a Portugal, al Oporto de Julen Lopetegui. El ya excapitán del Real Madrid se ha despedido de los aficionados este domingo en una emotiva rueda de prensa en el Santiago Bernabéu. Casillas ha sido incapaz de contener las lágrimas leyendo un comunicado en el que ha demostrado el enorme amor que siente por el club y la afición, dejando la puerta abierta para un futuro regreso. Con gran dificultad y visiblemente emocionado, el futbolista madrileño ha pronunciado un bonito discurso, señalando lo difícil que le resulta decir adiós al Real Madrid: «Parece que fue ayer cuando vestí por primera vez la camiseta del Real Madrid. En este tiempo hemos reído, hemos sufrido, hemos disfrutado...

Me he sentido querido y acompañado en los buenos y malos momentos. Este equipo me ha ayudado a crecer, inculcándome los valores como el respeto, el compañerismo y la humildad»

El club merengue y el Oporto han acordado que entre ambos pagarán los trece millones netos que cobrará Casillas, a la razón de ocho millones el Real Madird y cinco el Oporto, como adelantaba ABC este viernes.

José Mourinho, el verdugo de Setúbal

La marcha de Íker Casillas pone fin a un frente abierto en el madridismo desde aquel fatídico día de 2013 en el que Arbeloa le rompió fortuitamente la mano, legitimando sin quererlo las intenciones de José Mourinho de sentar a Casillas en el banquillo. Para cubrir su baja se fichó a Diego López, confirmando que la titularidad de Adán no fue más que la enésima «mourinhada», y con ello, se abrió la caja de Pandora en la portería merengue.

Con la polémica entre el técnico y el capitán surgió el debate, y con éste, la ruptura del madridismo: Casillas sí o Casillas no, esa fue la cuestión. Cómo si de un referéndum se tratase, al respetable del Santiago Bernabéu se le brindó la oportunidad de elegir entre la tradición y la moda pasajera, y una parte de la grada se convirtió al «mourinhsimo», defenestrando a un Íker Casillas que quedó relegado al ostracismo del banquillo lo que restaba de temporada.

La herida producida por el técnico portugués fue de tal envergadura que ni la consecución de la ansiada décima y la Copa del Rey con un Casillas titular en ambas competiciones, consiguió calmar al sector de la afición «anti Casillas». En todas las tertulias futbolísticas se perpetuaba un debate que no hacía más que perjudicar la maltrecha relación entre el capitán y los fanáticos «mourinhistas», que radicalizaron su postura exigiendo la salida de Casillas del Real Madrid. El madridismo se resquebrajó y, entonces, llegaron los silbidos a la grada del Bernabéu.

Marcharse era la única opción

Casillas se va, lleva mucho tiempo haciéndolo, y es lo mejor para él y para que algún día la relación con la afición pueda llegar a ser aquella de cuando Casillas era «San Íker». Es verdad que su rendimiento esta temporada no ha estado a la altura, como también es verdad que quien entiende de fútbol sabe que el primer palo en un córner siempre es de la defensa. Sin embargo, a Casillas se le ha hecho responsable de los muchos goles que ha recibido el Madrid de esta manera a lo largo del año. También es cierto que su talón de Aquiles son los balones aéreos y el juego con los pies, pero siempre ha sido así y hasta la pataleta de Mourinho, no se cuestionaba su condición de mejor portero del mundo.

Así, después de veinticinco años defendiendo la zamarra blanca, Casillas se va. Lo hace obligado por la mala memoria de los merengues, pero también por coherencia, pues no tiene sentido mantener la situación: sus detractores seguirían cuestionando diariamente su rendimiento, los «casillistas» seguirían defendiendo a su capitán, e Íker, como leyenda viva del club que es, sabe que su salida es la única opción para que en los círculos madridistas se hable de fútbol y no de Casillas.

Aunque en principio no habrá homenaje para Casillas, sus devotos le brindaron el viernes una emotiva despedida al conocerse el principio de acuerdo entre Real Madrid y Oporto para la salida del guardameta. Unos 300 aficionados se dieron cita en los aledaños del Santiago Bernabéu para despedir a Casillas al grito de «¡Íker quédate!»; demasiado tarde.

¡Oh capitán, mi capitán!

Con el fichaje de Casillas por el Oporto, el Real Madrid no pierde sólo un gran portero, también deja escapar al garante de la cantera durante la última década. Casillas podrá gustar más o menos, pero su labor como defensor de los valores madridistas jamás podrá ser puesta en entredicho. Su comportamiento fuera del campo y su compromiso con el equipo, condiciones imprescindibles hasta la llegada de Mourinho para no ser pitado en el Bernabéu, le hacen merecedor de un sillón en el «Hall of Fame» del madridismo. Un selecto club integrado por leyendas del balompié como Don Alfredo Di Stéfano, Paco Gento, Juanito, Butragueño, Zidane o Raúl, que llevaron al club de la capital española a la cúspide del fútbol mundial.

La trayectoria y el palmarés de Casillas con el Real Madrid bien hubieran merecido un final como el que ha tenido Xavi Hernández con el Barcelona, por la puerta grande. Sin embargo, la salida de Íker del club no está a la altura de su figura; ese capitán que además de levantar la décima, levantó el primer Mundial para la Selección española y hasta dos Eurocopas consecutivas.

Con su marcha, el madridismo dice adiós al «último mohicano del señorío», señorío que enarboló por bandera aquel 15 de mayo de 2002 en Hampden Park, cuando el Real Madrid conquistaba la novena orejona, y un imberbe Casillas señalaba a César Sánchez con la cara empapada en lágrimas. Aquel día nació la leyenda de «San Íker», el mejor portero de la historia reciente del fútbol. Muchas gracias y hasta siempre capitán.

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