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Ramos felicita a Casillas tras detener el penalti - afp
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Casillas recupera un apelativo que no le gusta: «Supermán»

El sábado espera ganar el título que le falta en su partido 700. Sus compañeros le felicitan. Sus paradas generan adrenalina

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Está en su mejor momento tras año y medio de esa crisis generada por su Guadiana en el Real Madrid, suplente en la Liga anterior, titular en la Champions y la Copa ganadas. Ahora ha recuperado la titularidad completa con el técnico italiano. Y ante el Cruz Azul se erigió en decisivo: se llama Íker Casillas y sigue siendo el mismo. Ha dejado su portería a cero en once de estos veintiún partidos consecutivos ganados. El sábado espera obtener el título Mundial que le falta, el de Clubes, en su partido setecientos.

Sergio Ramos, su amigo del alma, volvió a marcar un gol determinante de cabeza en un partido decisivo. Anotó dos al Bayern en Múnich. Sentenció la final de la Champions con el testarazo del empate, preludio del 4-1.

Y anoche protagonizó la primera diana de la semifinal ante el Cruz Azul. Pero animó el partido al cometer un penalti. El Madrid vencía 2-0 y la pena máxima examinó de nuevo el aura inexpugnable de Casillas. El capitán ha recuperado ese sentimiento de imbatible que alimenta su grandeza. Lo volvió a demostrar al acertar el sentido del disparo de Torrado y detener una jugada que pudo cambiar el partido. Hace cinco días despejó otro penalti, en Almería, al adivinar el tiro de Verza. Los reflejos que le hicieron grande resurgen desde el olvido.

El vestuario vuelve a denominarle «Supermán». Al guardameta no le gusta, pero lo entiende. Lo ha comprendido desde 2002, cuando ganó la Champions con sus paradas de pies y manos frente al Bayer Leverkusen. Han pasado doce años y la aureola de «santo» ha regresado. ¿Se fue?

«Siempre ha sido el mismo», señalaba Sergio Ramos, que le abrazó en el campo tras evitar un 2-1 que habría introducido al Cruz Azul en el encuentro. Era una «devolución» al golazo del sevillano en la final de Lisboa, que salvó al capitán de una condena, acusado por fallar en el tanto del Atlético. Íker ha recuperado su esencia. Y ese carácter de superioridad que derrite a los rivales cuando se miden a él. El mostoleño detuvo también otra jugada de peligro en un mano a mano con Pavone, aún con el 2-0, que el portero ganó con personalidad. El delantero se diluyó como un azucarillo ante la presencia del madridista. Después llegó esa porción de suerte que rodea a todos los grandes. El larguero le salvó de recibir un gol cuando estaba vendido.

«Hay que conseguir el Mundial para poner broche a un año muy bonito», manifestaba Íker tras el 4-0 de la semifinal. Todos los compañeros felicitaron a Casillas por ese nuevo golpe de estrella que resolvió los momentos difíciles con mano de santo. Al «galáctico de Móstoles» tampoco le agrada que le denominen «figura». Es el precio de su distinción. Tiene un nivel que ha demostrado que no ha perdido.

Casillas llevaba tres años y tres meses sin detener un penalti y acaba de parar dos en cinco noches. Ha despejado quince en sus dieciséis años de carrera con el primer equipo del Real Madrid. Sumó otro encuentro con la portería a cero. Hace tres meses le silbaban. Ahora le ovacionan. «Y soy el mismo», contesta cuando le cuestionamos estos golpes en su carrera.

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