PROVINCIA

Veterinarios invisibles: los guardianes silenciosos de la Seguridad Alimentaria

Jesús Fernández Pascual, Agustín Pérez Moreno y José Pérez-Rendón González analizan en el Colegio de Veterinarios de Cádiz el papel esencial, pero poco reconocido, de la profesión en la protección de la salud pública

Del veterinario del pueblo al profesional especializado: una evolución clave en la salud pública

Los veterinarios gaditanos se manifestaron el pasado domingo 8 de junio contra el Real Decreto 666/2023. M.C.
Esther Macías

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En una conversación abierta, crítica y profundamente honesta, Jesús Fernández Pascual, Agustín Pérez Moreno y José Pérez-Rendón González analizan el papel de los veterinarios dentro del sistema sanitario, una labor esencial pero invisibilizada. Se trata de un coloquio donde la realidad es un retrato certero de la marginación institucional, la falta de reconocimiento social y el olvido estratégico por parte de las propias estructuras colegiales que deberían haber defendido su lugar en el sistema.

«Somos la única profesión sanitaria sin ninguna especialidad reconocida por el Ministerio,» denuncia uno de los oradores. La afirmación, más allá de su gravedad institucional, refleja una desconexión entre el reconocimiento legal y la realidad profesional. No es una cuestión menor: mientras médicos y farmacéuticos se especializan, los veterinarios siguen siendo percibidos como «inspectores de sanidad». Una etiqueta anacrónica y difusa que, según denuncian, aún persiste en la memoria colectiva.

«No somos inspectores, somos agentes de salud pública», recalcan. Pero la población no lo sabe. Y lo que es más preocupante: ni siquiera muchos compañeros del ámbito sanitario parecen tenerlo claro.

Invisibles incluso entre compañeros

«Cuando llegaba a hablar el veterinario -en reuniones con equipos de atención primaria-, todos te ponían unos ojos de plato», relata uno de los profesionales, recordando la incredulidad con la que médicos y enfermeros recibían su presencia. Décadas después, la pregunta sigue siendo la misma: «¿Y tú qué haces aquí?»

El desconocimiento no se limita a la ciudadanía o los medios de comunicación. Se extiende incluso a niveles hospitalarios: «Cada vez que cambian al gerente, empieza de cero. No saben ni quién eres». La anécdota del animalario -ese espacio hospitalario dedicado al alojamiento de animales de experimentación- es ilustrativa: «Un veterinario, ¿es que tenemos animalario?», pregunta un directivo.

En las sombras de la salud pública

Durante la pandemia de COVID-19, los veterinarios fueron actores clave en la gestión de brotes en residencias de mayores, abordando desde la resistencia antimicrobiana hasta el diseño de flujos y protocolos de aislamiento. Sin embargo, su labor no fue reconocida públicamente. «Quien se comía el marrón era el veterinario, pero el titular se lo llevaba otro», denuncian.

Esta labor silenciosa se repite en áreas como el control alimentario, la higiene ambiental, o el diseño de programas preventivos. «Entramos en residencias con problemas de multirresistencias y nadie supo que había un veterinario allí». Y eso, dicen, es parte del problema.

El retroceso en la formación

Uno de los puntos más dolorosos para los oradores es la pérdida del contacto directo con los manipuladores de alimentos. Antes, todos -desde camareros hasta reponedores- pasaban por formación sanitaria impartida por veterinarios. Pero en algún momento, se decidió externalizar esa tarea.

«Fue una gran pérdida», afirman. No solo por la pérdida de influencia, sino porque con ello se rompió un vínculo directo con quienes están en contacto con la cadena alimentaria. «Perdimos la oportunidad de hacer pedagogía sanitaria desde la base».

Desconectados de la educación

Más allá de la formación básica, los profesionales señalan una desconexión total entre el mundo académico y la práctica profesional. «No se sostiene que las facultades sigan soltando profesionales para esto, mientras están de espaldas a quienes realmente ejercen.» Comparan con otras profesiones sanitarias, donde los jefes de servicio también son profesores universitarios. «El que opera hoy, enseña mañana. En veterinaria, eso no pasa».

Las plazas vinculadas entre universidad y sistema sanitario, que podrían solucionar esta brecha, son escasas y mal gestionadas. «Otro desastre», sentencian.

Una profesión que se lo cree, pero no se ve

El diagnóstico es claro: ha fallado la administración, ha fallado el Consejo Español de Colegios Veterinarios y también el relato que como colectivo se ha dejado construir. «Nosotros sí nos creemos nuestro papel, pero la sociedad no lo sabe. Porque no pega, porque no encaja con la imagen que tienen de nosotros»

En una sociedad que aún asocia a los veterinarios con perros y granjas, el relato de estos profesionales pone el foco sobre una labor esencial, moderna y científica, que sigue sin ocupar el lugar que merece. «Somos útiles. Somos imprescindibles. Pero estamos ocultos»,

Casos reales que demuestran su importancia

A lo largo del diálogo surgieron ejemplos concretos que evidencian la relevancia de la vigilancia veterinaria. Desde barcos cargados de maíz contaminado por hongos -que pueden acabar generando toxinas cancerígenas en la leche- hasta situaciones en las que un control fallido en origen provoca consecuencias sanitarias y económicas desastrosas a nivel local.

«Cuando tiras miles de litros de leche contaminada, arruinas a ganaderos. ¿Quién lo detectó? Un veterinario. ¿Quién pagó el precio? Todos, menos quien falló en el control».

Falta de presencia de los veterinarios en los medios de comunicación

Otro de los focos de crítica fue la falta de presencia de los veterinarios en los medios de comunicación. «Cuando se habla de seguridad alimentaria, se llama a nutricionistas o dietistas, no a veterinarios. Y eso que somos los que más sabemos del tema», reclamó uno de ellos. También señalaron tensiones -desde el respeto- con otros colectivos profesionales, como los nutricionistas, por cuestiones de competencias.

«Nos atacan en prensa porque hay una guerra por el reconocimiento profesional. Quieren nuestras funciones», explicó uno de los participantes. «Dicen: '¿Qué pinta un veterinario en lo que come mi niño?', como si no fuera parte de nuestra competencia».

¿Y ahora qué?

Con cerca de 900 colegiados en la provincia de Cádiz -110 de ellos vinculados directamente a salud pública-, el desafío no es menor. El Colegio de Veterinarios busca hoy fortalecer su coordinación con otros colegios, actualizar su liderazgo y relanzar campañas que conecten con una ciudadanía cada vez más preocupada por lo que come, pero aún poco informada sobre quién garantiza que eso sea seguro.

«Somos ejecutivos. No solo hacemos informes: actuamos», sentencia un orador. Y ese es quizá el mejor resumen de la función que cumplen: estar siempre un paso adelante para que los demás puedan seguir comiendo tranquilos.

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