El entrenador carmonense Quico Eslava ha vuelto a su ciudad natal por unos días
El entrenador carmonense Quico Eslava ha vuelto a su ciudad natal por unos días - A.M.

«Los niños chinos tienen un nivel de fútbol bajísimo y cuando se les ordena que corran se ponen en fila»

El entrenador carmonense Quijo Eslava enseña a manejar al balón a miles de chavales en Xining, al norte de Pekín, donde se le ha congelado el silbato por el frío y ha perdido 14 kilos

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China ha entrado en la fiebre del fútbol y lo ha hecho a lo grande con fichajes de futbolistas europeos por cantidades mareantes. El último, Jackson Martínez, del Atlético de Madrid, por 42 millones de euros. Hay dinero, mucho dinero y no les importa gastarlo en todo lo que tenga que ver con Occidente.

Pero por debajo de los grandes clubes el fútbol es aún minoritario y el nivel de juego de los niños y jóvenes es bajísimo. Para remediarlo se ha ido hasta China el carmonense Quico Eslava en el marco de un convenio con el Gobierno de ese país, en el que participa la Liga Profesional, con el objetivo de promover el fútbol en el gigante asiático.

El Gobierno se ha empeñado en que China sea potencia mundial en fútbol, sobre todo a partir de la humillación que sufrieron en 2013 con la derrota 1-5 frente a Tailandia.

Quico se ha llevado hasta allí su espléndida formación que incluye sus estudios de Magisterio, Educación Física y Psicopedagogía, el título de entrenador y una larga experiencia entrenando equipos. Una formación que en España no da para encontrar un trabajo estable. Antes de marcharse estaba de panadero con su primo.

Así que llega a China y se empieza a encontrar «peculiaridades» culturales. Toda una aventura en la que afortunadamente cuenta con la compañía de otros tres entrenadores andaluces: Juan Luis Castillo, Andrés Moreno y Manuel Irissou. Con el destino no han tenido mucha suerte, ciudad de Xining, provincia de Quinshai, en el norte del país, a dos mil metros de altitud, rodeado de montañas desérticas, con el cielo cubierto de nubes de contaminación y donde hace un frío terrible. El termómetro apenas supera los cero grados a mediodía. En una ocasión el silbato se le quedó congelado, según cuenta a ABC Provincia.

Pero con todo, este voluntarioso entrenador se pone manos a la obra. Va por los colegios de la ciudad, de 2,2 millones de habitantes, enseñando a jugar al fútbol a chavales que lo desconocen todo de este deporte, incluido el reglamento. A jóvenes con una mentalidad muy distinta a la española. El régimen comunista sigue dejado huella. Tienden a hacerlo todo de forma ordenada y sistemática. Con poco lugar a la fantasía. Cuando les ordena que se pongan a jugar se ponen a correr en fila.

Competir en equipo es para ellos algo extraño, no se hablan apenas y pasan todo el día en el colegio. Y las pillerías habituales para nosotros a ellos no se les pasa ni por la cabeza.

Resfriados y dieta obligada

En ocasiones tiene clases de cien niños, algo difícil de manejar y tiene que contar con traductores en inglés. En la vida privada padece problemas con su sistema inmunológico que lo mantiene resfriado de forma permanente, ha perdido 14 kilos a base de comer arroz y pasta, con ausencia casi total de pescado o carne y no siempre encuentra un aseo «occidental».

Pero por encima de todo, este entrenador afirma que hace lo que le gusta enseñar un deporte y practicarlo. De hecho, con sus tres compañeros se ha apuntado a un equipo en la liga local y van los primeros. El nombre de su equipo es impronunciable y ellos lo llaman «La mandarina mecánica».

En la ciudad es toda una celebridad, practicamente son los únicos occidentales. Incluso les piden autógrafos por las calles. Quico estará hasta agosto y espera seguir, pero ya ha dejado impronta. Por lo pronto pidió a sus alumnos que hicieran un trabajo sobre un equipo español. Dos de ellos lo hicieron sobre el Betis y el Sevilla, y en sus exposiciones hicieron sonar los himnos de ambos equipos en aquellas recónditas tierras.

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