FERIA DEL CABALLO

Rotundo triunfo de Ventura en Jerez

El rejoneador salda con éxito su encerrona ante seis toros de varias ganaderías

Ofreció un gran repertorio de suertes y una exhibición de toreo ecuestre en la corrida que abría el abono de Feria

Diego Ventura en plena faena a uno de sus toros en Jerez PACO MARTÍN

PEPE REYES

JEREZ

FICHA

Jerez. Plaza de toros de Jerez de la Frontera (Cádiz). Casi lleno de entrada. Primera de la Feria del Caballo.

Ganadería. Toros, por orden de lidia, de Lagunajanda, noble y escaso de recorrido, Núñez del Cuvillo, pastueño y mansote, Fuente Ymbro, bravo y encastado, Torrestrella, colaborador y noble, Los Espartales, noble pero mermado en su tracción, y Fermín Bohórquez, boyante y venido a menos.

Rejoneador. Diego Ventura en solitario. Ovación, oreja, dos orejas, ovación, dos orejas y dos orejas y rabo.

Curiosidades. Al finalizar el paseíllo sonaron los acordes del himno Nacional de España. Diego Ventura sacó a toda su cuadrilla al ruedo antes de que saliera el primero.

El hispano-lusitano Diego Ventura, genio del toreo ecuestre, tuvo a bien sublimar este grandioso arte con una épica encerrona en la plaza de Jerez con la lidia en solitario de seis astados. Toros de diversas ganaderías, encastes y pelajes, cuyo interesante elenco bien podría haber configurado una corrida a pies en la modalidad de concurso.

Abrió plaza un castaño de Lagunajanda, al que Diego Ventura recibió en los medios, aminoró su impetuosa salida inicial y clavó un rejón de castigo en todo lo alto. La embestida de la res era en extremo pastueña pero algo corta, por lo que hubo de llegarle mucho en los ajustados cites rehileteros. Tercio que alcanzó su cima de brillantez en sendas banderillas ejecutadas con suma precisión en la gallardía retadora de poder a poder. Un pinchazo y un rejón de muerte algo trasero de colocación fueron preámbulo de un certero golpe de verduguillo, pie a tierra.

En segundo lugar fue turno para un toro, melocotón de capa, de Núñez del Cuvillo, escaso de presencia y de noble acometer, si bien su embestida se mostraba sosa y renuente. Condiciones que no constituyeron óbice para que Ventura dictara toda una lección de toreo a caballo en un excelso tercio de banderillas donde la cola del équido acariciaba y encelaba, en descarnada cercanía, la testuz del burel. Volvió a pinchar con el rejón de muerte y asestó otro rejonazo trasero, con el que se deshizo de su oponente.

A la clásica y campera usanza, garrocha en ristre, paró Diego Ventura al jabonero de Fuente Ymbro que saltó en tercer lugar. Como una ola de campo que irrumpe en la urbe de la plaza, espumada de plasticidad. Agresividad y bravura derrochó el encastado ejemplar que pastara en las cercanas dehesas de San José del Valle, al que el rejoneador actuante aplicó el milimétrico ceñimiento de su toreo, la espectacularidad y pureza en la ejecución de las suertes. Un repertorio nutrido de banderillas largas y cortas, recortes, adornos, quiebros, galopadas. Momento en el que aparecieron en el ruedo los forcados portugueses, que ofrecieron su sobrecogedor número de parar al toro a cuerpo descubierto al modo lusitano. Arrojo y valentía que conmocionó, sorprendió e hizo las delicias del público. Redonda actuación que tuvo su eexquisito boche con un certero rejón de muerte de Diego Ventura.

El cuarto de la tarde, perteneciente a la vacada de Torrestrella, sirvió para que sendos sobresalientes, Ferrer Martín y Duarte Fernández, participaran lucidamente en un tercio de banderillas compartido. El toro, con su prontitud y galope, colaboró con un armonioso espectáculo al que Ventura puso fin con un rejón y otro golpe de descabello muleta en mano.

En quinto lugar saltó a la arena un ejemplar de Los Espartales, con el que Diego Ventura se adornó con la suavidad que lo caracteriza al recogerlo en el ruedo. El toro presentaba evidente merma en sus cuartos traseros, motivo que enojó al público y cubrió de sonoros reproches parte de su lidia. El rejoneador acalló protestas con otra exhibición primorosa de toreo a caballo. Volvió las lanzas del descontento en cañas de aclamación con una actuación completa, plena de la esencia de la pureza y el color de lo espectacular. Acertó con el rejón de muerte y se le concedió el doble trofeo.

Con un rejón de castigo, a porta gayola, recibió al sexto de la suelta, ejemplar de Fermín Bohórquez que prestó la movilidad necesaria para que el hispano-lusitano volviera a lucirse en un arrebatado tercio de banderillas, en el que, por momentos, parecía mecer la cada vez más agotada embestida de la res. Cites frente a frente resueltos con el quiebro exacto, con la ejecución ceñida, con la colocación correcta. Una auténtica demostración de excelsa doma y de cómo prender los aceros en todo lo alto, ya fueran rehiletes, rejones o banderillas cortas. Con la brillante rúbrica de un portentoso rejón de muerte, obtuvo de este último los máximos trofeos y puso fin a un triunfal festejo.

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