sEMANA SANTA 2025

Lluvia de luto en un Martes Santo que prometía Gloria en El Puerto

Misericordia y Dolor y Sacrificio, entre la espera y la incertidumbre. La lluvia y el granizo que cayeron sobre las 9 de la noche truncaron lo que debía haber sido una jornada histórica con la salida del Dolor desde Las Esclavas

Martes Santo en El Puerto. L.M.M.

Luis Miguel Morales

El Puerto

Ilusión desbordada, promesas de historia, lágrimas de alegría contenidas desde la mañana… y, de pronto, el desgarro. El Martes Santo se presentaba como una jornada memorable, de las que quedan grabadas en la retina cofrade. Pero acabó siendo una pena bajo un cielo despiadado, que no tuvo piedad ni con los sueños ni con la devoción.

La Hermandad de la Misericordia y la de Dolor y Sacrificio, conscientes de la amenaza, jugaron con los tiempos, retrasaron sus salidas buscando esa anhelada tregua que finalmente se tornó traición. Porque la inestabilidad no dio margen al milagro. Solo incertidumbre. Y luego, el castigo.

Misericordia salió. Y vivió. Pudo saborear la calle, conquistar el corazón de un barrio que la esperaba desde hace un año. Su caminar fue breve, pero auténtico. Fue cofradía. Fue Martes Santo. Aunque también tuvo que regresar. No llegó a cumplir su itinerario. Se dio la vuelta, con la amenaza constante de la lluvia como espada sobre sus nazarenos. Aun así, dejó estampas que ya forman parte de su memoria. Un regreso digno, sereno y doloroso, porque también pesaba lo que no pudo ser.

Pero Dolor y Sacrificio… Ahí el drama fue más cruel. Salida histórica desde la capilla de Las Esclavas, nervios, emoción, lágrimas que ya brotaban sin saber que, horas después, serían por otro motivo. La dolorosa apenas pudo avanzar 200 metros. El Cautivo no llegó ni a vislumbrar la calle Palacios. La Hermandad tuvo que girar sobre sí misma en la calle Misericordia —ironías del destino—, volviendo al templo sin haber recorrido ni un palmo de lo soñado.

Y como si la escena necesitara un epílogo desgarrador, se desató una granizada. En pleno desmontaje de las andas, con las ruedas acopladas y los nervios rotos, el cielo descargó su furia. La estampa era de esas que duelen: los hermanos rezando un Padre Nuestro, los ojos enrojecidos, las túnicas mojadas, el cortejo roto de dolor.

La Hermandad de Dolor y Sacrificio debía vivir este Martes Santo uno de esos momentos que marcan época, que apenas caben en una crónica centenaria: el abandono de su sede canónica en la Basílica Menor de Nuestra Señora de los Milagros. Una decisión valiente, meditada y refrendada hasta en dos cabildos, que supuso dejar atrás el abrigo de un templo que fue hogar durante décadas, pero que en Cuaresma se tornaba laberinto y quebradero de cabeza.

Este traslado se ha convertido, por derecho propio, en uno de los grandes estrenos de la Semana Santa de 2025. No fue un estreno visible en bordados o en talla, sino mucho más profundo: un cambio estructural, de calado histórico, que redefine la identidad espacial de la Hermandad y abre un nuevo capítulo en su camino penitencial.

La cofradía se atrevió con lo que muchas antes habían tanteado pero ninguna se atrevió a concretar: abrir una nueva senda desde el colegio de Las Esclavas, acogida por una capilla tan íntima como bella, en un enclave que rezuma recogimiento. Dolor y Sacrificio dio el paso que otros no se atrevieron a dar, despojándose de ataduras para abrazar un futuro lleno de dignidad y posibilidades.

Y pese a los cambios, la Hermandad no perdió un ápice de su esencia. Siguió siendo la misma cofradía de negro que camina en silencio, que sobrecoge con la oración del santo rosario entre murmullos apagados y cirios encendidos. Conservó su alma, esa que la distingue y la eleva como uno de los cortejos más sobrios y sobrecogedores de la Semana Santa.

Fue, en definitiva, un Martes Santo de decisiones difíciles y emociones contenidas. De renuncias valientes, pero también de estrenos esperanzadores más allá de una Estación de Penitencia que quedó truncada, pero no vacía. De despedidas simbólicas y bienvenidas cálidas. Una noche de fe, memoria y futuro. Porque cuando Dolor y Sacrificio camina, El Puerto se detiene.

Y es que esta Semana Santa está teniendo de todo. Sol radiante y nubes traicioneras. Ráfagas de alegría y mazazos de tristeza. Lluvia que hiere, pasión que redime. Lo que debía ser un Martes Santo histórico, terminó pasado por agua y con la tristeza de lo que pudo haber sido. Porque cuando la primavera se funde con la Semana Mayor, el corazón de El Puerto late distinto. Más fuerte. Más humano. Más eterno.

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