IX Congreso de la Lengua

Español, castellano... ¿cómo le ponemos a la lengua de Cervantes?

El Congreso de la Lengua abrió de nuevo el debate sobre el nombre que compartimos a ambos lados del océano

Andrés G. Latorre

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Quien haya probado la maternidad, o la paternidad, lo sabe. Uno de los aspectos más difíciles cuando llega la nueva criatura a casa es darle nombre. El nombre exacto de las cosas, que evocaba Juan Ramón Jiménez, también se ha sacado a colación en la segunda jornada de ponencias del IX Congreso Internacional de la Lengua Española que se celebra en Cádiz. Ha sido concretamente en la mesa de 'El español, lengua común. Mestizaje e interculturalidad en la comunidad hispanohablante', en la que participaban Carmen Riera, Martín Caparrós, Alonso Cueto, Ángel López García y Juan Villoro.

Fue Carmen Riera, catedrática emérita de Literatura Española de la Universidad Autónoma de Barcelona, directora de la Cátedra Goytisolo y académica de la Real Academia de la Lengua la encargada de comenzar, disculpando la ausencia de Víctor García de la Concha. Riera reivindicó la multiculturalidad en la relación de España con el nuevo mundo, ese mestizaje que es el leitmotiv del IX CILE que se simbolizó en «La Malinche y la tortilla de patatas».

La académica catalana desgranó que ni los territorios y sus habitantes fueron tratados como colonias (aunque reconoció los abusos cometidos) y que el español no se impuso como lengua hasta el siglo XVIII. Detalló que los monjes que acudieron a aquellas tierras fueron los grandes preservadores del idioma y que para predicar «debían conocer, al menos, una lengua indígena».

La duda del español o el castellano

En un tono entre la evocación poética y la crítica social tomó la palabra el periodista e historiador porteño Martín Caparrós. Fue él quien negó la mayor, quien pese al nombre del Congreso expresó sus dudas sobre la conveniencia de llamar al idioma español o castellano.

Caparrós detalló que en su Argentina natal siempre se denominó castellano y argumentó que el término español, en rigor, «nace en la Constitución de 1812 para definir a los habitantes, a los españoles de ambos hemisferios. Cuando llegó Fernando VII quitaron la Constitución, pero el nombre quedó». Él, para el idioma, explicó que siempre se había decantado por el nombre castellano, porque «no queremos pensar que estamos hablando el idioma de otro», en relación a que es español es un gentilicio y que castellano apenas remite a una región.

«Puede que el asunto sea una gilipollez, o una boludez, o una chuminá, pero merece la pena buscarle nombre a esto que hablamos». Él, en una propuesta ya conocida, ofreció la alternativa de llamar Ñamericano, que une el término americano, donde está el grueso de hablante, «con una Ñ nobilísima, tan propia del idioma. Una ñ que refulge».

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