PROVINCIA

Un ejército de algas asiáticas contra los pescadores en Cádiz: «Esto es el apocalipsis para el sector»

Los trabajadores de la pesca alertan de estar «al borde del colapso» y acusan de priorizar la imagen turística sobre la supervivencia de la flota artesanal

«Máxima gravedad» en la evolución pesquera artesanal en Conil: La producción de la lonja cae casi un 50% en nueve años

El alga asiática arrasa la playa de La Caleta: el Ayuntamiento de Cádiz ya ha retirado más de 1.500 toneladas desde mayo

Invasión de la alga asiática. f.J.
Esther Macías

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Hace justo una década que un visitante inesperado comenzó a transformar los fondos marinos del Estrecho de Gibraltar y la costa gaditana. Se trata de Rugulopteryx okamurae, un alga parda originaria del Pacífico que, tras su llegada a aguas españolas en 2015, ha colonizado playas y caladeros a un ritmo imparable. Lo que al principio parecía un fenómeno pasajero se ha convertido en una de las peores crisis ambientales, pesqueras y turísticas que recuerda la provincia de Cádiz.

Hoy, el alga no solo cubre rocas y arenales en Tarifa o Barbate, sino que se acumula masivamente en enclaves icónicos como la playa de La Caleta, en Cádiz capital, o las costas de Conil. Allí, toneladas de biomasa son arrastradas por las mareas y depositadas en la orilla, dejando una estampa desoladora, montañas de algas en descomposición, olor a acre y un paisaje que se asemeja más a un vertedero marino que a un destino paradisíaco.

Las consecuencias no se limitan a lo visual. Bajo el mar, la expansión del alga asfixia a los ecosistemas locales. La especie forma densas alfombras que cubren rocas y praderas submarinas, impidiendo que especies autóctonas puedan sobrevivir. La biodiversidad marina se reduce, y con ella los recursos pesqueros que durante generaciones han sido sustento de las comunidades costeras.

La flota artesanal de Conil es uno de los sectores más castigados. En apenas unos años, la pesca del pez sable, uno de los pilares económicos locales, ha pasado de más de 800 toneladas en 2015 a desaparecer por completo en 2020. A la merma de capturas se suma el coste añadido de faenar entre toneladas de algas que se enredan en las redes y obligan a los barcos a regresar con bodegas vacías.

El sector pesquero, en estado crítico

La preocupación no es solo de los patrones de barco. Desde la Organización de Productores Pesqueros Artesanales de la Lonja de Conil, su gerente, Nicolás Fernández, certifica con datos la magnitud del problema. «En los diez años que estas algas llevan entre nosotros hay algo que sí podemos decir: están transformando los caladeros. Estas necesitan tiempo para aclimatarse a los fondos y en ese proceso lo arrasan todo», explica. Según cálculos de la OPP-72, «en Conil se ha perdido ya un 30 % del caladero y la flota se queda sin dónde pescar».

Fernández apunta directamente a la responsabilidad política y denuncia la pasividad institucional. «Hay dos ministerios -Agricultura, Pesca y Alimentación, y Transición Ecológica y Reto Demográfico- además de dos consejerías autonómicas. Las administraciones, todas, no nos están ayudando. Los políticos tienen una responsabilidad por omisión y seguimos sin respuesta», critica. Reconoce que no se puede retirar el alga del mar de forma inmediata, pero insiste: «Sí pueden poner herramientas para mermar la situación».

La sensación de abandono se extiende entre los marineros. «Estamos hartos de algas, porque solo tenemos gastos, esfuerzos y pérdidas. Así no podemos seguir», resume Fernández, que traslada el lamento común: «Es muy triste recoger las redes y ver solo algas, sin un solo pescado».

Mientras esperan soluciones reales, el sector reclama compensaciones económicas ajustadas a la realidad de cada puerto y cada flota. Pero el tiempo corre en contra. La invasión, que comenzó entre Conil y Estepona, se ha extendido a Barbate, donde los pescadores han perdido ya el 95 % de su caladero tradicional. La convivencia entre flotas se complica: el espacio útil de pesca se ha reducido en un 70 % en apenas cinco años, y los conflictos aumentan.

La advertencia de Fernández es clara: «un desastre ambiental sin precedentes», una cuenta atrás que nadie parece querer detener. Los barcos siguen zarpando, pero vuelven casi siempre vacíos. «Los costes son los mismos, pero no hay capturas. Es frustrante, es doloroso. Hacemos un llamamiento urgente a las instituciones, porque el día a día es ruinoso», concluye.

La necesidad de herramientas «reales» para reducir la cantidad

Daniel Burgos, patrón del Costa Luz Segundo, con sede en Conil, resume en pocas palabras la situación que atraviesan los pescadores gaditanos: «Esto es el apocalipsis para el sector pesquero». Su voz suena agotada, fruto de un esfuerzo constante que no se traduce en resultados. «Estamos física y económicamente muertos y cansados», insiste, mientras describe la impotencia de faenar cada día sin saber si regresará con algo que vender.

Las ayudas que en su día ofrecieron algo de alivio ya no existen. «Antes daban ayudas, pero solo duraron dos años. No queremos subvenciones, lo que necesitamos son herramientas para reducir la cantidad de alga asiática, porque nos incapacita el trabajo», reclama Burgos, consciente de que el problema no se resuelve con parches económicos.

El patrón relata un panorama desolador: noches en las que más de la mitad de la flota permanece amarrada por miedo a las pérdidas; redes enteras hundidas por el peso de las algas, imposibles de izar a bordo; y pérdidas materiales que superan con facilidad los dos mil euros por embarcación en una sola marea. «Cuando el arte viene cargado de algas, el barco no tiene fuerza para levantarlo. Se queda en el fondo, y muchas veces perdemos todo el material», lamenta.

A esa frustración se suma la rabia de regresar a puerto sin poder vender lo poco que se ha capturado. «Hay noches en que llegamos tarde y con todo cerrado. Nos volvemos con el pescado sin salida y con las pérdidas a cuestas», cuenta. La incertidumbre, el desgaste físico y la falta de soluciones definitivas amenazan con arrastrar al sector al colapso. «Nunca ha estado peor», sentencia Burgos, convencido de que la invasión del alga asiática no es solo un obstáculo pasajero -ni turístico-, sino un desafío existencial para la pesca artesanal de la provincia.

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