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¿Quiénes son los nuevos vecinos de Chiclana?

crecimiento demográfico

El municipio de la Bahía, pese a todo, sigue creciendo y ya suma más de 88.000 habitantes. Los nuevos residentes aseguran sentirse atraídos por la calidad de vida y la gentileza de los chiclaneros

Vista panorámica de Chiclana de la Frontera la voz

Manuel López Sampalo

Chiclana

Mientras que la tónica general de la provincia es la pérdida de población ‒algo que lleva sucediendo desde hace una década larga‒, Chiclana sigue sumando nuevos vecinos. Así, el último estudio ofrecido a principios de año por el Instituto Nacional de Estadística (INE) concluyó que el municipio, durante el 2021, ganó 1.187 chiclaneros, arrojando un total de 87.493 habitantes.

Unos registros que, según el reciente padrón municipal, ya habrían sido rebasados, sumando Chiclana más de 88.000 habitantes. Este municipio de la Bahía de Cádiz ha ganado cerca de 7 millares de residentes en la última década. Un crecimiento sustancial en un entorno de pérdida demográfica que se podría explicar por diferentes factores:

El principal es el precio de la vivienda, más asequible que en Cádiz y San Fernando, lo que provoca que muchos jóvenes de municipios vecinos decidan instalarse allí. Otros motivos secundarios están relacionados con la calidad de vida: Chiclana no es sólo un destino atractivo para el turismo, sino para la residencia: sol, playas, naturaleza, auge patrimonial y gastronómico, seguridad y buenos servicios públicos.

Mas las cifras pueden ser muy elocuentes pero no hablan; así que, para conocer de primera mano por qué la gente elige Chiclana para vivir, hablamos con algunos de sus nuevos vecinos para que nos cuenten su experiencia y nos den los motivos de su mudanza.

De turistas a residentes

Dicen que Chiclana enamora, y hay no pocos turistas o segundos residentes que acaban haciendo de la localidad gaditana su residencia habitual. Es el caso de Lucie, una francesa de 40 años que vino a veranear aquí por primera vez con 20 y asegura que sintió «un flechazo» y se prometió que «tenía que irme a vivir allí».

«Regresé a Francia para ahorrar algo de dinero, venía aquí dos veces al año de vacaciones. Viví 4 años aquí, luego me fui a Panamá a trabajar y de nuevo a mi país», relata Lucie, quien dice que de Chiclana le encantó «su energía, su arquitectura y su gente».

Hace un año, «por fin», prosigue esta gala, «compramos una auto-caravana con mi marido ‒que es panameño‒ y nos vinimos aquí con mis hijos de 10 y 3 años. Luego la vendimos y hemos comprado una parcela donde pusimos una casa móvil».

«Estamos instalados, los niños en el cole. Uno se siente a gusto aquí y no se siente extranjero. Yo he viajado mucho y como aquí eso no ocurre. Es muy bonito, la solidaridad entre la gente, la alegría», concluye.

Jeniffer, natural y ex residente de Mairena del Aljarafe, cuenta que «al principio mi familia y yo empezamos a veranear en Chiclana y nos encantó todo: la playa, la gente de aquí, el mercado de abastos...».

Hasta que el 31 de agosto del 2020 «por fin se cumplió nuestro sueño y firmamos en el notario para comprarnos nuestra casita, después de muchísimas adversidades y contratiempos que dan para escribir un libro (ríe)».

«Y cada día más contentos de habernos venido, mis niños están súper contentos en su cole, y nosotros aún más. El cambio ha sido brutal pero a muchísimo mejor. Nuestra experiencia es muy positiva aquí», remata Jeniffer.

Del éxodo catalán a Chiclana

La diáspora provocada por los independentistas catalanes invitó a emigrar a muchos ciudadanos de Cataluña que se sentían hostigados en su propia casa. Muchos, apegados al mar, eligieron el sur y concretamente la provincia de Cádiz. No pocos recalaron en Chiclana.

Por ejemplo, Rubén, un gaditano que llevaba 21 años en Barcelona, y quien ahora lleva ya dos años y medio residiendo en el municipio chiclanero.

«La realidad ya no era igual en Cataluña. El tema del independentismo quemaba ya demasiado, además de que ya, después de 21 años, uno echa de menos su tierra», se explica Rubén.

«La vida aquí es buena, aunque se nota mucho la falta de trabajo. Yo empecé a trabajar y al poco llegó la pandemia y desde entonces estoy en paro. Con un trabajo la felicidad sería plena», asegura.

Pero se da con un canto en los dientes porque «mis hijas están bien, mi mujer, que es catalana igual que mis hijas, encantada aquí, y la vida es muy tranquila».

El caso de Esther tiene algunas variantes respecto al anterior. Esta enfermera catalana de 45 años, comenta que lleva en Chiclana año y medio junta a su pareja, que es originario de Guinea-Ecuatorial.

Precisamente, se conocieron en la antigua colonia española: «Yo trabajaba en el hospital público de Malabo como expatriada». Al volver, «yo tenía claro que no quería seguir en una gran ciudad, y quería clima cálido, playa y conseguir un chalecito con exterior; así que acabamos decidiendo Chiclana», relata.

«Y sin conocer a nadie, vendí mi piso de Barcelona y nos mudamos». Ahora, cuenta que «tenemos ya nuestra casita, a punto de empezar la reforma. Yo ya trabajando con mi plaza en el Hospital y Tomás trabajando en lo que puede…».

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