Se vivía en la calle Nueva de Cádiz, un momento de esos que no te esperas y te arrancan cuanto menos una sonrisa. En pleno centro de la ciudad, una tarde normal, de repente llega un «artista improvisado», con su música y se pone a bailar, así como quien no quiere la cosa, justo en medio de esa vía y con los clientes del Café de Ana que allí se ubica como privilegiados espectadores.
En medio de esa particular escena, captada desde el balcón por una vecina, Pili Rengifo, aparece uno de los camareros del establecimiento que con gran arte y simpatía se une al baile demostrando además una gran destreza ya que pese a llevar la bandeja salió airoso y entre aplausos tras su intervención.
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