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Juan Alonso de la Sierra: «A finales del siglo XVII Cádiz comienza su gran desarrollo al abrigo de su puerto»

El historiador del arte y ex director del Museo de Cádiz, hizo su tesis doctoral sobre las torres miradory nos habla de su nacimiento y el papel que jugaron en el crecimiento urbanístico de la ciudad

Torres Miradores: Las señas del esplendor de Cádiz

Las torres son consecuencia de la importancia marítima de Cádiz L.V.

Macarena García

Cádiz

Sin lugar a dudas, hablar con Juan Alonso de la Sierra es ponerte en manos de un auténtico experto en torres mirador en Cádiz que es capaz de transmitir toda su pasión e interés por este elemento tan característico de la ciudad. «Las torres mirador son el elemento más singular de la arquitectura doméstica gaditana. Reflejan muy bien el la vida y el sustrato económico de la ciudad en esta época de florecimiento».

Las torres mirador nos hablan de la importancia del puerto de Cádiz, un enclave que ya tuvo protagonismo antes de conseguir el monopolio del comercio con América. Las investigaciones reflejan que ya fue importante en los siglos XIII y XIV. Tampoco es casualidad que Isabel I se fijara en el puerto para atacar la flota de Felipe II en la lucha que mantuvieron por la hegemonía.

Precisamente, «las torres nacen al unísono de recuperar la ciudad a raíz del asalto de 1596 y toda su actividad. Se logra recuperar en décadas de forma asombrosa». Podemos ubicar las torres mirador a finales del siglo XVII porque en 1671 hay un gran huracán y en las crónicas ya se habla de destrucción de torres en la ciudad. Así pues, «las noticias con respaldo cronológico hablan de que es a partir del último cuarto del siglo XVII cuando Cádiz comienza su gran desarrollo al abrigo de su puerto». No era la capital, pero sí era un enclave con gran importancia comercial.

A raíz de esto, surge una burguesía mercantil muy diversa con gente llegada de distintas partes del mundo como genoveses, franceses o flamencos. Tal y como apunta De la Sierra, los vascos también fueron muy importantes en la configuración urbanística de la ciudad. «Me llama la atención que con gente de procedencias tan diversas se consiga una convivencia pacífica y armónica», destaca.

Torres funcionales

El historiador del arte enfatiza que «las torres no eran decorativas, eran funcionales. Se crea la tipología de casa que incluye la torre mirador». Sin embargo, no se atreve a dar una cifra exacta sobre cuántas quedan en pie. Hay informaciones que hablan de 126 y otros que hablan de 133. Juan Alonso de la Sierra catalogó 126 durante el proceso de elaboración de su tesis doctoral, pero también habla del mal estado de algunas construcciones y otras en las que es difícil catalogar si son torres mirador, por lo que lo que sí podemos concluir es que el número está en torno a 130. «El número no es importante, pero es un número elevado porque desde finales del siglo XVII las casas de la burguesía mercantil tienen torre mirador».

Si hablamos de la parte puramente artística, «la huella genovesa es fundamental». La importación de mármol hace que haya casas excepcionales, como por ejemplo, la Casa de las Cadenas que tiene una gran portada y una de las grandes torres mirador en Cádiz.

Hay documentos en los que se habla del influjo de la arquitectura del norte de África en estas construcciones, pero Juan Alonso de la Sierra difiere porque «construir torres no es ajeno a la arquitectura hispánica». «Puede que el cuerpo de torre de garita pueda evocar a un alminar y, que de ahí, se hable del influjo del norte de África, pero desde mi punto de vista, en absoluto. Es una evolución local hispánica», apunta.

La ordenanza municipal que prohíbe la construcción de los torres mirador encuentra sus razones también en el arte: «Cádiz fue una ciudad muy moderna. Iba a la vanguardia de los movimientos intelectuales y, por tanto, la Ilustración tuvo impacto como opuesta al Barroco, que llama más a los sentidos que a la razón». Y es en esta búsqueda del predominio de la razón cuando se aluden varias razones, además del peligro de derrumbe para esta prohibición. Aunque como apunta De la Sierra, « muchas veces las prohibiciones no sirven». En 1845 se vuelven a permitir torres, pero en madera y es, en esta época, cuando se van transformando y ganando un uso más recreativo y doméstico.

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