histórico apagón

La odisea vivida por un gaditano tras el gran apagón para volver a casa: más de 30 horas de 'viaje'

Luis Mora iba en uno de los trenes que se quedó parado en medio de la nada el pasado lunes y las pasó canutas para regresar a Cádiz

Relatos de un apagón histórico: odisea de Cádiz a Madrid tras quedarse el tren parado en pleno campo

Gente en la estación de Atocha de Madrid durante el histórico apagón del pasado lunes. la voz
José María Vilches

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El gran apagón que dejó el pasado lunes al mediodía sin electricidad a toda la España peninsular, parte de Portugal y algunas zonas de Francia ha dejado muchas historias en el camino. Y nunca mejor dicho lo del camino...

Si en Cádiz se palpó el caos, no cuesta imaginar lo que se viviría en puntos de Madrid como la estación de trenes de Atocha. Allí se acabaron juntando cientos de pasajeros que se quedaron sin poder realizar su viaje con otros tantos que regresaron a ese punto de salida tras tener que ser remolcado el tren de turno que se dirigía a un destino que no pudo alcanzarse.

Uno de estos usuarios de tren afectados por el histórico apagón es el gaditano Luis Mora. Unas 14 horas medio atrapado; medio atrapado porque se pudo salir para estirar las piernas, respirar aire fresco y hacer las necesidades entre matorrales, ya que los baños no tardaron en quedar inutilizados. Y en total, unas 30 horas de 'viaje' de vuelta para regresar a casa. «Una odisea», resume sin lamento, asumiendo una situación que era aconsejable tomarse «con mucha paciencia».

El tren, un Alvia de Ata Velocidad, salió puntual de Madrid hacia Cádiz a las 12.05 del lunes. A la media hora, ya se sabe: el gran apagón y el tren, tras ir perdiendo velocidad poco a poco, quedó parado. Y ahí comienza la odisea, la historia.

«No sabíamos qué pasaba, por qué se había parado el tren. La mayoría, entre la que me incluyo, pensaba que iba a ser algo puntual...», recuerda Luis Mora. Pero no...

La cosa fue para largo. Si un día sin pan es duro... un día sin luz es el caos. Y se pudo ver el pasado lunes. En el tren varado en pleno de la nada no se perdieron los papeles, salvo protestas aisladas. Reinó la solidaridad y no hubo que lamentar momentos desagradables.

Explica Luis Mora: «A los 40 minutos de estar parados, el interventor nos apunta lo que estaba sucediendo, que era algo a nivel nacional. No se tardaron en abrir las puertas y podíamos salir, entrar... tuvimos que hacer nuestras necesidades fisiológicas en el exterior, ya que los baños no estaban operativos. El salto del tren a la vía era alta, nos pusieron una escalera. Tuvimos que ayudar a personas mayores a bajar y a una señora incluso se le echó una mano para que pudiera hacer pipí entre unos matorrales. Estábamos en pleno campo. Atocha quedaba media hora hacia atrás y el pueblo más cercano, que no me acuerdo del nombre, estaba a unos ocho kilómetros. El municipio de Mora, cosas de la vida, estaba algo más lejano«.

Y añade: «Unos chavales fueron a ese pueblo y trajeron bebidas y comida. Les atendió la alcaldesa. La verdad es que no faltaron los alimentos en ningún momento, porque la cafetería tenía existencias y la Guardia Civil no tardó en llegar para echar una mano. El del bar hizo el agosto, lo vendió absolutamente todo. Personal de ADIF también estuvo tratando de controlar la situación. El trato que se nos brindó fue muy bueno. La solidaridad brilló por encima de todo».

«El mayor agobio de todos era no poder informar a los familiares de que estábamos bien. Y ya cuando se fue la luz, eso era la boca del lobo», apunta Luis Mora poniendo el foco en lo más oscuro de la situación.

«Entonces ya nos metimos dentro del tren, cada uno se entretenía como podía, otros trataban de dormir algo... Y de madrugada nos informaron de que el tren no reanudaría la marcha, que sería remolcado para llevarlo de nuevo a Atocha. Y llegamos a Atocha a las tres y media de la mañana. Atocha sí parecía un campo de refugiados. La gente con sus maletas, se repartían mantas, agua... Personas tiradas en el suelo. Eso sí, todo seguro porque había muchos policías y trabajadores de Cruz Roja», destaca este gaditano, uno de los muchos afectados por el apagón histórico del pasado lunes.

¿Qué hacer una vez de nuevo en la estación de trenes de Atocha? Luis Mora recuerda que estuvo mirando opciones para tratar de regresar a Cádiz por otro medio que no fuera el tren. Un vuelo que no pudo comprar, un Uber que le habría costado 600 euros... Finalmente, optó por esperar al tren, que volvió a salir hacia Cádiz a eso de las 10.30 horas. «La Línea Sevilla -Cádiz no funcionaba al cien por cien y decidí bajarme en Córdoba. Unos amigos me llevaron de Córdoba a Cádiz en coche. Salí a las 12.05 del lunes de Madrid y llegué a Cádiz a las seis de la tarde del martes», resume pasando página y sumando, cono gran lector, una afición que le hizo más llevadera la situación, una nueva página al libro de la vida. Lo dicho, una odisea.

Luis Mora se lleva una conclusión extra: «Yo apenas usé el móvil, sólo para cuestiones importantes. Un poco para utilizar la linterna en el tren oscuro, para informarme de lo que pasaba, porque es un móvil antiguo y tenía la posibilidad de escuchar la radio... Y así todo el mundo. Hacía tiempo que no veía a gente hablando entre ella sin mirar los móviles. Fue una imagen llamativa en estos tiempo. Eso sí, en cuanto se fue recuperando la luz, todo el mundo volvió a ellos«. A los dichosos móviles.

El relato del cantaor jerezano David Lagos

Junto a Luis Mora, iba en el tren el cantaor jerezano David Lagos, que ha compartido su experiencia en redes sociales. Este es su relato de lo vivido, poniendo el foco en el hecho de haber vivido situaciones humanas que hacía tiempo que no presenciaba:

«Un apagón de vez en cuando...»

«14 horitas en el tren, en medio de la nada. Sin luz, sin comunicación.... pero eso sí, ¡¡¿en el bar se podía pagar con tarjeta?!! Hizo el agosto el del bar!!!

Cuando se le acabó todo, literalmente, todo, llegó la guardia civil y nos trajo agua. Horas más tarde, unos voluntarios del pueblo más cercano nos trajeron unos bocadillos. Qué humanidad!!

Después de 14 horas nos llevaron de vuelta a Madrid, nos dieron una manta y a dormir en el suelo hasta nueva orden.

Entre otras cosas curiosas y anécdotas que vivimos en un día tan peculiar como caótico, fue maravilloso ver cómo al cabo de una hora sin teléfono, los pasajeros empezamos a hablar unos con otros. Parecía que nos conociéramos de toda la vida.

Los baños no funcionaban y como hacía un día maravilloso, empezamos a salir a las vías para improvisar baños entre los matorrales. Después de varias horas, todo el tren estaba fuera, unos contaban su vida, otros hablaban de los años de la guerra, otros imaginaban hipótesis sobre la causa del apagón... los niños pequeños disfrutaban corriendo de un lado a otro, con una total atención por parte de los padres que no miraban al móvil.

Había un señor de unos 70 años que podía sintonizar la radio en su móvil.

Qué grande la Radio!!! Iba dando las pocas noticias que llegaban a cuenta gotas.

Lo peor fue no poder contactar con la familia. Ellos también lo pasaron mal.

En un momento determinado, alguien gritó teléfono en mano «tengo cobertura» y todo cambió en un instante.

Se hizo el silencio, casi de forma instantánea. Empezaron a sonar los mensajes de WhatsApp, pi pi pi... Todo el mundo bajó la cabeza y ya solo se veía la luz de las pantallas reflejadas en las caras de los que aún tenían algo de batería. Fuera estaba oscuro, había caído la noche y todo volvía a la normalidad. Esa normalidad a la que nos hemos acostumbrado, a la que hemos sucumbido. Deshumanizados, pero dentro de la normalidad.

Por cierto, aproveché para hacerme una foto que espero no poder volver a hacer, jejejeje, que me pilla el tren!!!!«.

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