El estudio de los secretos del fondo marino y el control del espacio terrestre

Uno de esos stands tiene el nombre de 'Sandbox. Cuando el océano y la tierra se encuentran', en el que Pedro Zarandona, técnico y piloto de vehículos no tripulados y miembro del equipo del servicio de Drones de la Universidad de Cádiz enseña a los más pequeños los diferentes equipos que posee la UCA para sus investigaciones.

La finalidad del servicio de drones de la UCA es realizar todos aquellos trabajos que requieran el uso de vehículos no tripulados para la obtención de datos captados de forma remota.

Sin lugar a dudas el que más llamaba la atención de los estudiantes era la Sandbox. Se trataba de una especie de caja de arena, expresado de una manera muy simple, en el que los estudiantes podían con una pequeña pala ir formando pequeños montones que simulaban montañas. «Hacemos ver a los estudiantes la comprensión de los mapas topográficos, y entender la evolución de la geomorfología y relieves terrestres de una forma visual y gráfica, y procesos erosivos, ascensos y descensos del nivel del mar…».

«Trabaja con un sensor cinético que va en tiempo real escaseando la superficie de arena que tenemos aquí, y midiendo la distancia que hay entre la superficie de arena en cada punto y el sensor, con ese dato que recoge, lo manda a un ordenador que tenemos debajo del dispositivo y lo convierte en color y proyecta las curvas de nivel en tiempo real y se va simulando una evolución en el terreno», apuntaba.

Por otro lado, se podían ver equipos destinados al sector aéreo y al sector marino. «Tenemos otros equipos en la Universidad pero por espacio no los hemos podido traer».

En la muestra aparecía un ROV Plexus, cuyo uso es la «filmación y toma de muestras para investigación hasta los 80 metros de profundidad». Otro equipo marino era el batiscafo, que se trata de un «vehículo tripulado para una persona, que se usa para zonas que no son de mucha profundidad. Aquí va una persona, se mete, tiene unos focos y un brazo en la parte delantera para manipular objetivos o extraer muestras en el caso de que sean necesarios», y puede alcanzar una profundidad de unos 100 metros.

Había en la exposición dos vehículos aéreos. Por un lado el ATyges FV1, que tiene un vuelo automático, un sistema de dos alas fijas, un peso entre 5 y 7 kilos, fácil de transportas, montar y despegar a través de un a lanzadera. Se usa para «el monitoreo de variables medioambientales, estudio del patrimonio natural y cultural, fotogrametría de precisión en RGB, desarrollo de nubes de puntos y modelos 3D de alta resolución».

Unos drones aéreos que «nos sirven como plataforma para instalar diferentes sensores, que pueden ser térmicos, multiespectral, RGB normal», y que puede tener diferentes fines como «hacer mapas térmicos, seguimiento de eventos o el estudio del medioambiente».

El DJI Matrice 210 era otro de los equipos en la muestra. Se usa principalmente para la «fotogrametría de precisión en RGB, monitoreo de variables medioambientales, estudio del patrimonio natural y cultural, filmación aérea para divulgación de eventos y actividades institucionales y la inspección técnica de instalaciones».