De un día para otro

Dime un número y monta el número

El irrefrenable Juanma se ha tatuado un 58 en la muñeca para recordar el número de diputados que sacó el pasado junio

El presidente de la Junta de Andalucía muestra su tatuaje, este domingo en Linares. abc
José Landi

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Juanma ('Uanma' para los fervorosos) cabalga tan dichoso que incluso rompe los códigos al paso de su invisible corcel. Con tal de ampliar la ensordecedora popularidad que le vitorea, la que burla límites a diestra, siniestra, ultradiestra y ultrasiniestra, es capaz hasta de tatuarse. Anatema. La impresión epidérmica siempre fue sacrilegio social para la gente bien. La de toda la vida (de Dios). La que siempre consideró la decoración carnal propia de presidiarios, yonquis, horteras y famélicos churretosos.

Qué más da cuando se trata de ensanchar, más, sus anchos campos electorales. De proclamar el centro soy yo y se expande hasta el infinito y mucho más para allá. De gritar sin abrir la boca: me va a tener que votar todo el mundo hasta sin querer. Ni una aguja le para. Pónmelo aquí, que se vea clarito, le dijo al artesano de piel y tinta. «58» se ha hecho editar en el pellejo. Son los diputados que sacó el 'diecinueve jota' por si alguien se ha olvidado. Él, no. Dice que prometió hacerlo y aunque nadie lo recordaba, Uanma es hombre de una sola palabra. Y un millón de sonrisas.

El tatuaje, 'tatú' para los que se incorporan al derecho a voto, tiene inconvenientes. La permanencia es el mayor. La perseverancia. Por más duchas que le echas, ahí sigue la leyenda. Se lo pregunten al que se hizo escribir «te amé y te amaré siempre María de la Concepción» a todo lo que daba el pectoral izquierdo. Sobre el que cayeron las lágrimas cuando Conchi (mejor para tatuar) voló con los niños y la monitora de yoga. Los tatoos y el arrepentimiento congenian mal. Con los cambios y las elecciones, también. Una vez hechos, por más laser de borrado que digan, agarran.

Los felices 58

Los 58 diputados no se los va a quitar nadie. O sí. Ni tarde ni temprano llegará 2026 y el número será recuerdo borroso, casi doloroso, que renovar o añorar. Todos los tatuajes acaban por ser eso: afilada memoria. Este miércoles, cuando venga a inaugurar el Tranvía Trampantojo o TramBahía podríamos recibirle, los gaditanos, con otros tantos tatuajes numéricos, parecidos al suyo. Eso sí, de henna, de los vegetales borrables, que tampoco llega para tanto el drama gaditano ni el compromiso político y social.

Podríamos dejar ver, al saludarle, en la muñeca, un discreto 17 por los años que llevamos esperando el cacharro que viene a presentar, ese que iba a interconectar la Bahía con el aeropuerto y la galaxia a través del puente del futuro (lo anunció Rosa Aguilar en el Hotel Puertatierra) para quedar en una pobre línea propia del extrarradio del Bucarest de los 80.

O dejar ver en el cuello un 22 por los años que llevamos esperando que Valcárcel sea más que una mansión del terror sin gracia. La misma cifra serviría para recordar la Ciudad de la Justicia y la Plaza de Sevilla. Un 15 por Tiempo Libre, que ya casi está pero ya les vale. Un 8 tumbado, a modo de infinito, por la Escuela de Náutica o Puerto América. Por la terminal de contenedores o por las tardes que hemos perdido en Tres Caminos.

Un visible 50 por los días que ha estado estropeado el catamarán o por los vagones que Renfe (Gobierno de España) debería sumar a los atestados trenes de Media Distancia y Cercanías. Ya sabemos que todos esos dígitos grabados, agravados y atrasados no son culpa del sonriente presidente andaluz pero unos cuantos, ahora y sin duda, son su responsabilidad.

Cifras para todos

Igual ha creado tendencia Moreno Bonilla y en el acto del tranvía nos levantamos la camiseta, como feministas nudistas, para mostrar un signo de interrogación gigante pintado en la panza. Así le recordamos al alcalde de Cádiz que aclare si va a repetir como aspirante o va a cumplir y largarse. Un 6, por los autobuses nuevos que se apresuró a presentar cuando hacen falta 60. Un cero para ilustrar la sensación que tienen muchos gaditanos sobre su gestión en limpieza pública y Policía Local.

Podemos pintarnos en la frente un 300, por los niños mendigos que, al parecer, había en las calles gaditanas cuando llegó a nuestras vidas, inocentes, aquel lejano 2015. Ahora, por lo que se ve, son todos ingenieros de telecomunicaciones en Dublín, Berlín y Pekín. Un 88, tachado, por morder a cualquiera de Vox que pudiera pasarse por allí.

A los dirigentes socialistas se les puede mostrar un 28, los años que llevarán sin gobernar en la ciudad de Cádiz cuando se celebran las próximas municipales. El número igual sirve para pronosticar lo que van a tardar en volver a tocar la Presidencia de la Junta de Andalucía. Tanto mirarse el ombligo crecer, tanto llamar a los familiares, pasa lo que pasa.

Un 2 y un 5, en las espinillas, por los diputados obtenidos, para recordar a Izquierda Unida o Adelante Andalucía, Anticapitalistas o cualquier otro micropartido de izquierdas que con sus intrigas internas sólo se llega al ridículo, a la intrascendencia.

Será por números. Será por dar el número.

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