Cultura

Contrabando, Pedro Cabrón y un maremoto: Curiosidades y lugares del poco conocido Cádiz medieval

Almadrabas, comercio, leyendas y monumentos, la Edad Media dejó su impronta en la capital

El Arco de los Blanco, uno de los tres que aún quedan en pie de las murallas de Cádiz. Nacho Frade
Verónica Sánchez

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Paseando por barrio del Pópulo es fácil encontrarlos, aunque escondidos. Vestigios de una época tan aparentemente oscura como amplia, la Edad Media, que abarca diez siglos, concretamente desde el V hasta el XV. El final de este periodo en España lo marca en descubrimiento de América, en 1.492 y, aunque en principio podríamos pensar que poco se sabe del Cádiz medieval, el guía turístico de la ciudad Javier Fornell aclara, «se sabe más de lo que se cree, al menos desde el punto de vista de los historiadores. Por supuesto, con claroscuros y con grandes diferencias. En el caso de la Alta Edad Media, hasta la llegada de los musulmanes, es una época de abandono y casi desaparición. Para la época musulmana, debemos tirar de textos árabes, que por suerte se van traduciendo con mayor frecuencia y algunas crónicas que nos hablan de la isla de Cádiz. Aunque es cierto que no será hasta la conquista cristiana en el siglo XIII cuando no recupere presencia documental. Por suerte, la arqueología nos da cada vez más datos», declara a este periódico.

Para Fornell hay dos acontecimientos que marcan la época medieval: la conquista castellana de Alfonso X y la entrada en la cristiandad. «Por medio, la expansión española y portuguesa por África y un monopolio de facto sobre ese comercio, conllevó el crecimiento exponencial de la ciudad, que encontró su espejo perfecto en las Canarias. Unas islas, no olvidemos, cuya conquista y explotación inicial estuvo muy vinculada tanto a Cádiz como a Sevilla», cuenta el guía. «Todo eso nos sirvió de experiencia para el monopolio del comercio con América, que es el verdadero punto de inflexión para la ciudad hasta convertirse en uno de los puertos más importantes del mundo».

Unos 2.000 gaditanos

Cuando hablamos de los gaditanos de la Edad Media, Fornell puntualiza que hay que diferenciar dos épocas. Por un lado, hasta la conquista castellana tenemos pocos datos de la población. A principios del siglo XIV la situación cambia, «el comercio gana terreno, pero los gaditanos van a compaginar comercio con corso y piratería y con el contrabando. Con un ojo puesto en la bahía y buscando beneficios de la guerra con Granada, África y Canarias. Lo que no parecemos tener es una gran población agrícola y ganadera, aunque sí sabemos que la ciudad contaba con viñedos. Aun así, hablamos aun de una población pequeña, que ronda los 2.000 vecinos sobre los 5.000 de otras como Jerez o los más de 10.000 de Sevilla. Lo que sí se va a mover con mucho poder municipal y, parece, que alejada de un control estable de la Corona».

Respecto a la economía y costumbres del Cádiz medieval, detalla el guía que «lo principal es el comercio y el contrabando de productos prohibidos con Granada y Marruecos, así como las razias e incursiones en África que traerán buenos botines. Pero siempre con el comercio como principal motor. De hecho, es muy curioso ver como se cuenta con factores (embajadores) gaditanos en puntos tan distantes como Mallorca o Tierra de Oro (actual Guinea), así como en toda la costa africana, principalmente en las factorías portuguesas. Pero la ciudad tuvo otros productos interesantes: la sal, que todavía hoy tiene su importancia, fue fundamental en nuestra economía. También las almadrabas (cuyos datos de fines del XV son excepcionales) y los sebos y ceras para la construcción de barcos. Aunque para mí, uno de los comercios más curiosos era el de plantas medicinales obtenidas en las marismas gaditanas».

Las murallas y la Catedral vieja

Entonces, las murallas, además de fundamentales defensivamente, «mostraban el prestigio y poder la ciudad. Una ciudad que pronto se extendió por los arrabales de Santiago y Santa María pero que las mantuvo junto al castillo de la villa, mandado a construir por los Ponce de León casi a fines del siglo XV». Ahora, las murallas, «salvo los tres arcos y la calle de San Juan de Dios, debemos buscarlas escondidas entre las casas, pudiendo verlas en algún que otro bar. Una lástima irrecuperable para la ciudad ya que supondría la perdida de viviendas».

Todavía podemos visitar en Cádiz lugares que nos lleven a la Edad Media y, afirma el guía turístico, son muchos más de los que parecen. Por un lado, el barrio del Pópulo, «con esas callejas que entremezclan un trazado sobre el teatro romano, con un callejo propio árabe. Y encorsetado en las murallas». Aunque para Fornell, «el punto más especial es la plaza Fray Félix, en la que la catedral vieja nos recibe sobre esa escalinata que ya se intuye en grabados del siglo XVI. El barrio de Santa María también tiene su encanto con aires medievales. Aunque obviamente ha sufrido grandes cambios aun nos esconde el convento más antiguo de la ciudad, construido sobre un beaterio medieval».

Y es que aún quedan monumentos en pie del Cádiz medieval: las murallas, con los tres arcos que se conservan (el del Pópulo, el de los Blanco y el arco de la Rosa) y que «que no fueron los únicos, el Callejón de los Piratas, por ejemplo, también contó con su arco y portazuela», puntualiza Fornell. Así como la catedral vieja y, a su lado, la casa de Contaduría, únicos vestigios góticos que se conservan en Cádiz. El patio mudéjar de este último edificio es único en la ciudad.

Fonte, Batista de Negrón y una leyenda

Al preguntarle por personajes históricos, Fornell cuenta que «la respuesta lógica sería el conquistador, regidor de Cádiz, pirata, Capitán de la Mar y corsario Pedro Cabrón. Pero realmente se podría destacar a otros dos: Rafael Fonte, comerciante que llegó a contar con tantos recursos que prestó dinero al Marqués de Cádiz a cambio de que este le empeñase La Puente (actual San Fernando); además, destacó en la explotación de las Canarias, con ingenios azucareros y formando parte de los primeros cabildos de la zona. El segundo sería Polo Batista de Negrón, comerciante genovés asentado en Cádiz, que financió parte de la conquista de Granada y que supuso un gran apoyo a la consolidación del comercio gaditano».

Terminamos con una leyenda. «La que más cuento en mis rutas por la ciudad es la Casa del Dann-Tumm o casa del atún, que nos cuenta la historia del rey de Sanct Pedro. Una ciudad que vivía de la pesca del atún, que entraba por un canal natural hasta una gran cisterna. Un año, su esposa le pidió al rey que abriera el canal para que entrasen más atunes. El rey se negó, convencido de que eso sería el final de la ciudad. Pero la reina insistía y amenazó con no darle un heredero. Por lo que finalmente el rey cedió y abrió el canal produciéndose la catástrofe: el mar entró con fuerza en el canal y desbordó la cisterna, hundiendo la ciudad bajo el mar y acabando con su principal sustento», narra Fornell. «Es una leyenda árabe, situada en los albores de la alta Edad Media pero que nos da detalles sobre la ciudad: el canal, la cisterna, quizá el anfiteatro o el circo romano y, sobre todo, el primer maremoto del que tenemos constancia histórica».

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