con 'c' de cádiz

Ignacio Navarro: «La caridad es la labor más importante que tiene una cofradía»

portero de comunidad y cofrade

Este Domingo de Ramos volverá a seguir los pasos de Nuestra Señora de la Amargura de Humildad y Paciencia, como las que él tuvo para salir adelante tras un golpe del destino que le partió por la mitad

Ignacio Navarro, un gaditano de ley. antonio vázquez
Alfonso Carbonell

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Le falta un brazo pero le sobra corazón. Ignacio Navarro López (Cádiz, 1963) es pura vida, actitud ante la misma y esperanza. Nadie como él para representarla pese a que le entregue su fe a su Amargura. Este gaditano se ha hecho un nombre en el mundo de la Semana Santa gracias a su caridad, empuje y conciencia, la que tiene para hacer frente con alegría y buen humor a todo avatar que se le presente de por medio.

Hoy, Domingo de Ramos y si el tiempo lo permite, ahí estará un año más tras los pasos de Nuestra Señora de la Amargura dirigiendo desde San Agustín los pasos de una de las popas con más solera de la Semana Santa gaditana, esa a la que llegó siendo un 'chavea' como uno de los primeros componentes de la entonces ni inventada siquiera cuadrilla de los Mellis. Ya con el tiempo se convirtió en los ojos traseros de El Chato, mítico capataz de la legendaria cuadrilla de Humildad y Paciencia. De las cofradías y su mundo habla Ignacio con una pasión con la que se le iluminan los ojos; como del Carnaval, como del Cádiz, como de todo lo que toca una persona admirable con la que se tarda en empatizar lo que dura un 'buenos días'.

Más allá de la Semana Grande en la que ha crecido, Ignacio también es de sobra conocido por ser uno de los pocos supervivientes dentro del mundo de las porterías de una comunidad de vecinos, una profesión en plena extinción por las nuevas formas de vida donde, al parecer, llevarse bien con el vecino o pedirle sal puede ser una señal de no ser tan 'cool' y guay como mandan los nuevos cánones de una sociedad cada vez más avariciosa en valores. Desde el 94, este portero en plena calle Gabriel Matute (ahora Arqueóloga no sé qué, no sé cuánto), hace más llevadera la estancia a los más de setenta vecinos que viven en estas dos particulares torres gemelas con vistas al mar. Y ahí que lleva treinta años dando los buenos días y sirviendo a una comunidad que, como todo, va envejeciendo con el paso de la vida y el olvido de unos valores que se van perdiendo para descrédito de una sociedad cada vez más fría, más lejana, menos humana. Y para eso, para reencontrarse con esa humanidad que palpita en personas como él, va un servidor a entrevistarse y, de paso, echarse unas risas porque para eso estamos aquí dos días.

-Del 63 y muy bien 'llevaos', eh.

-Jajajaja. Bueno, bueno. Ahí vamos.

-Vamos a esos años. ¿Dónde se remonta su infancia?

-Nací en el barrio de San Severiano, en los tres patios del grupo Astilleros. Después estuve estudiando primero en el Carmen Jiménez, que estaba a la espalda de los pisos del grupo Astilleros; luego pasé al colegio SAFA Villoslada.

-Esos son curas jesuitas.

-Sí, no... Había, pero no estaba regido por curas; tenía unos profesores muy buenos, que por cierto aún veo a algunos por la calle.

-¿Cómo era de estudiante?

-Bueno, tú sabe. 'Regulá, regulá'... Había un profesor que me llamaba el niño de los cincos porque 'na má' que sacaba cincos.

-Jaja. ¡Buenos eran, Ignacio!

-Pero del cinco no pasaba. jajaja.

-Mientras no fuesen con premio. Jaja

-No, no. Jajaja. No era buen estudiante porque no me gustaba. Yo, como siempre veía a mi padre 'trabajá, trabajá y trabajá, na má' que quería hacer lo mismo, trabajar. Y ya te digo, de Villoslada me metí en San Severiano, donde hice la FP hasta cuarto; fíjate, me faltó un curso para terminar.

-¿De qué la hizo?

-De mecánico ajustador.

-¿Y por qué no la terminó?

-Pues me quedaba un año y ya no quise estudiar más. Quería trabajar y meter dinero en casa. Y efectivamente, de ahí me metí en Astilleros con mi padre. Tendría yo 19 años; aquello sería en el 83, 84. El golpe de Estado fue en el 81, pues dos años después entraría yo.

-Ya que lo recuerda, ¿dónde le cogió el golpe de Estado de Tejero? ¿Lo recuerda?

-Hombre, perfectamente. Te cuento porque yo pertenecía a las Juventudes Obreras Cristianas, la JOC.

-Claro, de hecho, allí había un cura muy famoso que daba discursos en las fábricas. ¿Cómo se llamaba?

-Gabriel Delgado, que murió. Estaban Gabriel Delgado y Miguel Mugán; entonces teníamos la sede allí en El Pópulo, arriba del arco teníamos la sede, que era muy pequeñita. Es más, el día del golpe estaba aquí al lado, en el colegio de Las Salesianas, ensayando con una comparsa 'pa' Carnavales. Y cuando nos enteramos salimos 'tos' corriendo y cuando llegué a mi casa me encuentro a mi madre 'desesperá' y gritándome: '¡¡¡¡Los papeles que tenías tú de todo eso!!! ¿¿¿Dónde están!!!!! ¡¡¡Ya mismo los estás tirando!!! ¡¡Verás como vengan 'pacá'!!!'. Un numerito, un numerito. 'Quita to del medio porque te van a cogé!'. Jajaja. Total, que tiré las tres o cuatro cosas que tenía, que no eran 'na má' que varios panfletos que hacíamos para repartirlos por los colegios y más sitios y poco más. Estábamos en democracia, pero era muy reciente porque todavía estaba aquello coleando.

-Pero no le gustaba a su señora madre aquello de los pasquines en un momento tan agitado.

-Fíjate tú la pobre mía.

-¿Y cómo le fue en Astilleros?

-Estuve tres años en una contrata en Matagorda que me buscó mi padre; con el tema de la pintura de barcos y eso.

-¿Y le pilló la reconversión y tal metido en la JOC?

-Me pilló la reconversión, pero cuando empecé a trabajar ya me había apartado un poco de la política una vez que me fui a trabajar con mi padre. Después de esos tres años en Matagorda me tocó hacer la mili, que me partió por la mitad; me rompió.

-¿Y eso?

-Pues porque cuando me llegó hacerla ya tenía mi trabajo; además, yo tenía otros ideales, otros pensamientos antes que los de meterse en un cuartel. Además, estuve 18 meses haciendo la mili en La Marina.

-¿Dónde la hizo?

-Estuve en San Fernando jurando bandera, pero tuve más destino que el rey Juan Carlos.

-Jajaja.

-Empecé en San Fernando en el cuartel de instrucción; de allí me mandaron a El Ferrol del Caudillo, y allí me pegué tres meses. Y todo porque me dijeron antes: 'Noo, tú haces el examen malamente y si lo haces malamente te dejan en Cádi'. ¿Pa 'Cádi'? Lo hice malamente y me mandaron 'paL' Ferrol.

-Jajajajajajajajajajajajajaja

-Yo cuando vi en el listado IGNACIO NAVARRO LÓPEZ, DESTINO EL FERROL DEL CAUDILLO. dije: '¡Me cago en la má!' Total, que me metieron en un tren pal Ferrol del Caudillo. Fíjate tú, un tren de esos de los antiguos de madera. ¡Coño, un día entero montado en el tren! Horroroso, horroroso, aquello fue horroroso, una odisea.

-¿Y qué recuerdos tiene de aquella estancia?

-Ahhhhh, malo malo. Tan lejos de tu casa, de tu familia...

-Jajajajaja Y supongo que la mili de aquellos momentos no sería una playa.

-Claro, claro. La mili de entonces era más dura que la mar.

-¿Y qué hizo allí?

-Allí estuve en la escuela de máquinas. 'Fiete' tú lo que me enseñaron en tres meses en la escuela de máquinas; te cuento porque viene a renglón seguido. de ahí me mandaron a otro destino de embarque al Aragón, que estaba fondeado aquí en la Punta San Felipe. ¿Te acuerdas que siempre había dos barcos allí fondeados? Uno era el Castilla y otro el Aragón, que nunca salía; a lo mejor salíamos a medio mar a ensayar y después 'pa' dentro [y pone una cara ayudado de gestos para dejar claro que lo que hacían era el paripé]. 'Po' en ese estaba yo.

-Jajajajajaja

-¡A Ceuta fuimos una vez!

-¿Dormía allí?

-Bueno, sí, cuando tocaba guardia; cuando no, a dormir en tu casa. Allí que me mandaron como mecánico motorista; me dieron una lancha de desembarco, como cabo, por si había alguna avería tener que arreglarla. Y yo decía: '¡Pero si yo no he aprendido nada en los tres meses que me he llevao en El Ferrol!' Jajajaja. '¡La lancha se hunde con tos nosotros aquí dentro!' Jajajajaja.

-Como el chiste ese que cuenta que un soldado eligió electricidad para no hacer nada durante el crucero de instrucción y cuando hubo una avería y le llamaron para arreglarla dijo que eso debía de ser que se había ido la luz en toda la manzana del barrio. Jajajaja. 

-Claro, claro. 'Po' lo mismo yo que no sabía 'na' de motores. ¿Tú te crees que en tres meses de mili tú vas a aprender de motores? Una locura, una locura. Antes de estar en el Aragón me mandaron a Puntales. Acabé el servicio militar siendo chófer del comandante.

-¿De categoría, no?

-Bueno, bueno, bueno...

-Jajaja. ¿Por qué?

-Al comandante le gustaba más un vaso que al tonto dos palotes y a lo mejor me decía que le llevase a Jerez a casa de su hermana a las diez de la noche y allí estaba Ignacio esperando hasta que se cogiera una borrachera de escándalo y volviera a bajar. De hecho, tengo una anécdota que me pasó un día volviendo. Me dijo en plena carretera: 'Haga usted el favor de parar donde pueda'.

-No me diga más, para mear.

-Para mear el gachó. 'Será posible, vaya tela marinera. Tie cojone', me decía yo. Pero bueno, al fin y al cabo fue bien, tampoco fue para tanto.

-¿Y qué hace cuando acaba la mili?

-Ya en la mili ya tenía yo novia, que es mi futura. Futura digo jajajajaja. Mi actual mujer. Jajajaja.

-Jajajajaja. ¿Se la sacó estando en la mili o antes?

-Antes de la mili casi, casi que estábamos liado, pero no estaba la cosa clara; fue en la mili ya cuando nos acercamos más. Entonces, el padre de mi mujer tenía un negocio; no sé si te acuerdas, que era un almacén donde se vendía papeles y cartones allí por la barriada de La Paz. Laureano Galván se llamaba; se embalaban cartones, plásticos... Pues a razón de ella me preguntaron si quería meterme a trabajar y allí me llevé diez o doce años trabajando con ellos. Allí fue donde tuve el accidente de trabajo, donde yo perdí el brazo.

-Cago en la puta.

[Se hace un poco el silencio]

-¿Con qué edad le pasó?

-Tenía yo 27 años.

-¿Cómo lo llevó?

-Mal, mal. Mal. Me costó mucho, mucho, muchos años superarlo; muchas horas de sueño perdidas, llorando mucho, muchos llantos con mi mujer y con un niño chico que teníamos en ese momento.

-Se le ve un tío activo y si mal no recuerdo le gustaba jugar al futbito sala aún sin brazo. ¿Era un joven deportista?

-Sí, sí, y sin el brazo he jugado mucho; en Villoslada y aquí en San Felipe Neri.

-Como que lo he visto jugar. Y tenía su calidad, por cierto.

-Sí, hombre. Yo he jugado mucho.

-¿Qué supuso en su vida ese grave accidente?

-Te corta y te cambia la vida totalmente. De hecho, cambio de trabajo porque volver al mismo sitio suponía pensar y recordar todo lo que me pasó, ¿tú me entiendes?

-Y aunque no lo entendiera, lo entiendo. ¿Cómo fue?

-Una máquina en la que metí el brazo cuando no debía; yo suelo decir que el 99,99% de accidentes de trabajo es culpa del trabajador. Porque eso fue culpa mía porque yo sabía que el pistón ese iba a avanzar 'palante'. Si la hubiese parado, no hubiese pasado, pero pasó y pasó.

-¿Y cómo lo pasó?

-Me costó muchísimo superarlo. Mucho, mucho. Bastante. Como te decía; muchas horas de sueño perdidas, muchos llantos, estuve psicólogos liado mucho tiempo; pero bueno, mira, poquito a poco lo superé. Hoy en día, ya no tanto, pero siempre he sido independiente; a mí nunca me ha hecho falta nadie que me ayude para vestirme; me pongo el pantalón, me pongo la correa, me pongo todo; lo único que no sé ponerme son los cordones.

Ignacio lleva 30 años en la portería de los dos edificios más altos de la calle Gabriel Matute. antonio vázquez

-Vaya, Ignacio; no me fastidie y póngase calzados sin cordones porque los que me lleva casi que no puedo ponérmelos ni yo con la barriga.

-Jajajajaja Bueno, también tengo una mujer que me los pone. 

-Jajajaja. Bien, bien. Retomemos el vuelo. Supera poco a poco el trance y ¿cómo 'vuelve' a la vida, cómo se engancha al trabajo?

-Pues mira, yo ya vivía en este bloque con mi suegra y nos enteramos que Juan, el portero de entonces, se iba a jubilar. Entonces, hice una consulta a los vecinos.

-[Interrumpo] ¿De qué año estamos hablando?

-El accidente fue en el año 1991 y me incorporo aquí a la portería en el 94. Al enterarme de que Juan se iba a ir hice una campañita a los vecinos en plan 'que si nos importa que yo me quede y tal'. Total, que pum, pum, pum, que me he quedado de portero y hasta el día de hoy.

[Interrumpimos la entrevista porque Ignacio sale de la portería para atender a una furgoneta]

-Estos que vienen me traen comida 'pa' los pobres 'pa' yo repartirla. Esa es otra labor que ahora te comentaré.

-Ahora, ahora iremos con eso. Pero antes de meternos en la Semana Santa quiero centrarme a la vida como portero y no olvidarme de sus pinitos en el Carnaval. Desde el 94 en la portería.

-Digo, ya llevo 30 años en esta portería y cerca de 40 cotizados. Mi labor aquí, pues ya te digo; yo aquí he hecho de todo. Lo que pasa es que desde un tiempo me ha comenzando a doler un poco más el brazo y tengo que dejar de hacer algunas cosas porque me duele mucho.

-Son muchos años de servicio.

-Claro, claro. Es que yo pinto, yo le paso la máquina al suelo, yo friego las escaleras de arriba abajo; además, es que tengo las dos porterías de los dos edificios y el garaje. Yo lo llevo 'tó', ¿entiende?.

-Ya, ya, si me acuerdo. Que yo viví aquí un par de años. Puedo dar fe de todo lo que dice y hace. Gran currante y mejor persona.

-Claro, claro. Jejeje. Te recuerdo, te recuerdo. Lo que pasa es que con los años ya me duele bastante el brazo.

-¿A cuánto está de la jubilación?

-Tengo 61 años ahora y a ver si me pueden dar la absoluta por el brazo este; me han infiltrado, me han hecho peritación, aquí me han hecho de todo. Pero nada, no hay tu tía, ya no tiene solución.

-¿Qué es lo más gratificante de la profesión de portero? Por ejemplo, desde fuera se puede pensar que vaya aburrimiento ahí todo el día. ¿Es así?

-No, no. Además de que me dio la vida, a mi me gusta porque la mañana, entre todas las cosas que tengo que hacer, la tengo ocupada entera. Tú ya me conocías, además; entre que salgo a hablar con uno, me paro a hablar con otro o charlo con cualquier vecino, estoy entretenido. Me gusta, me gusta. Además, gracias a Dios tengo la suerte de convivir, tanto en este edificio como en el de enfrente, con mucha gente buena. Siempre hay algún pejiguera, jajajaja, pero si no lo hubiera es que esto no sería una comunidad. Jajajaja [Y da unos golpecitos sobre la mesa de su portería] Es por bromear, hombre. Es que soy como Emilio, el de la serie de Aquí no hay quien viva; el que lleva aquí las llaves; pues igual. Jajaja. No, ya fuera de bromas, no me puedo quejar de mis vecinos, sin excepción. Y son más de 70. Gente buena.

-Supongo que como buen portero será como los buenos camareros, es decir, de los de ver, oír y callar.

-Claro, es tontería. Aquí, como en todos lados pasa, se sabe 'to' de 'tol mundo'. Es normal. Pero claro, sobra decir que lo que hablo con cada vecino 'pa' mí se queda. Vamos, como norma de vida, airear las cosas de los demás es algo que nunca me ha gustado. Y mucho menos en mi profesión. Recuerdo a muchos vecinos que me han querido mucho y que, por desgracia, han fallecido. Es verdad que la juventud es distinta a los vecinos de toda una vida; en muchas comunidades no están por la labor de mantener al portero. Yo, por suerte, tengo un gran vecindario.

[Interrumpimos la entrevista de nuevo una vez que la furgoneta ha aparcado en la puerta; esta vez toca descargar la mercancía para los más necesitados y entre tres formamos una pequeña cadena humana con la que agilizamos el trámite. Tras cinco minutos de subir y bajar escaleras cargando, retomamos donde lo dejamos]

-Descansa un poquito, para un poquito -dice Ignacio al verme sudar la gota gorda y empañados los cristales de las gafas-.

-Jajajaja. No, no, si el que va a hablar es usted. Jajaja. ¿Qué es lo que más pena le da a la hora de ejercer su profesión?

-Sin duda alguna, perder a vecinos que he conocido desde el principio de yo estar aquí. Da mucha pena porque con el paso de los tiempos son las personas mayores las que más valoran al portero de toda la vida y con quienes echaba yo mis ratitos hablando de esto y de aquello o de cosas relacionadas con la comunidad; recuerdo hace muchos años, con los vecinos de toda la vida, sacarme casi un sueldo más en Navidades con los aguinaldos que me daban y que aún me siguen dando los vecinos más antiguos.

-Cambiemos de tema. Carnaval. Me ha dicho que le cogió el 23-F ensayando en una comparsa. ¿Cómo fue esa experiencia; llegó a pisar el Falla?

-Pisé, pisé el Falla en juveniles con una comparsa que se llamaba 'La sombra del ayer', de Manolo Fornell.

-Supongo que con chavales del barrio.

-Eso es, más o menos todos éramos del barrio. Nos llevamos el tercer premio.

-Olé.

-Sí, pero porque nada más que había tres agrupaciones.

-Jajajajajajajaja

-Jajajaja Por eso, por eso, no por otra cosa. Al año siguiente (1980) me ofrecieron ir a un coro de adultos, 'La salsa de Cádiz', que era de Manolo Palacios, que salía con la bandurria, y Francisco Barroso, que le decían 'el astro'. Ensayábamos en el torreón de las Puertas de Tierra.

-¿Y?

-Ahhhhhhhhhhhhhhhh... Tú sabe, coro de medio pelillo, pero porque a los dos o tres meses de estar ensayando me acuerdo que el coro 'La mascarada', que fue primer premio, se llevó a muchos componentes nuestros. Y, claro, nos dejaron ahí un poco en cuadro; tuvimos que ir recomponiendo y tal.. Pero, bueno, ¡yo me lo pasé de categoría en el coro!

-¿Cómo eran esos carruseles?

-Pues figúrate los carruseles, que saldríamos cinco o seis coros porque no había más allí en la plaza. Pero se pasaba perfectamente con la gente que había; luego íbamos también a participar en la cabalgata, algo que veo que se debería de promocionar otra vez. Yo soy de los que pienso que habría que hacer: 'Si usted no va a la cabalgata usted no coge la subvención' [Y pega dos pequeños puñetazos sobre la mesa para imprimir más carácter a la idea]. Digo yo, ¿no? Que aparezcan los coros, las comparsas y las chirigotas cantando y no lo que vemos.

-Pues sí, porque me da que los Winnie the Pooh y compañía poco tendrán que ver con Cádiz.

-Por eso te digo.

-¿Y alguna más experiencia más en el Falla?

-Ya está, ya está, ya está... Ahí me quedé.

-¿Sigue siendo aficionado?

-Sí, sí.

-¿Y cómo lo ve ahora?

-Lo veo muy cambiado. Fíjate, yo escuchaba pasodobles de Nuestra Andalucía, o 'Los mandingos' de Antonio Martín, porque yo soy muy martinista; también escuchaba a Pedro Romero y claro, uno, acostumbrado a escuchar esas cositas. Es que a la semana ya te sabías el pasodoble; hoy es muy complicado, muy complicado.

-Ya no se canta en la calle lo del teatro prácticamente.

-Es que es muy complicado con tantas voces; los ocho que cantan delante es que son cantantes prácticamente. Y suben y venga a subir. Después, las letras también. Que sí, que hay muy buenos autores; perfecto, yo de ahí me aparto pero que no. Hoy es muy complicado, el Carnaval de hoy es muy complicado; me gusta, eh, pero es complicado. De hecho, Martínez Ares me gusta bastante; el difunto Juan Carlos, también; Joaquín Quiñones ha sacado comparsas buenas.

-Precisamente, y hablando de la complejidad de cantar hoy Carnaval, Quiñones dice que antiguamente te podías meter en la ducha y cantar solo un pasodoble de Paco Alba o similar, pero ahora si quieres cantar un pasodoble de los autores actuales te tienes que meter en la ducha con cuatro o cinco maromos más. Jajaja.

-Jajajajajajajajajaja Claro, claro, claro. 'Pa' que te hagan las voces, claro, claro. Jajajaja. Es verdad, es verdad.

-Bueno, al turrón. ¿De dónde le viene la afición a la Semana Santa?

-Mis inicios de cofrade empiezan en el Huerto.

-Por san Severiano.

-Eso es. Además, mi difunto tío Pepín sacaba el Huerto y más pasos como manigueta. Y la afición me viene de ahí y de que mi padre me apuntó en el Huerto. Yo siempre he salido de penitente en el Huerto; es curioso que nunca saliera cargando. Estuve tres o cuatro años hasta que me fui al tema de la carga, que ya me metí allí en San Agustín, en Humildad y Paciencia, donde llevo ya 40 años.

-Cristo o Virgen.

-Palio, siempre palio. Nuestra Señora de la Amargura.

-Mítica cuadrilla de...

-El Chato, Juan Manuel Manzano Barrios.

-Antes de adentrarnos en Humildad, sigamos con su progresión en la Semana Santa.

-Como te dije yo estaba en el Huerto hasta que me entero que en el instituto San Severiano hay unos chavales, los mellizos y dos o tres más, que quieren hacer una cofradía y me uno a ellos. ¡Fíjate tú la invención nuestra! ¡Fuimos a Sevilla hasta a buscar a la Virgen! ¡Estuvimos en un 600 dando vueltas por Sevilla con la Virgen dentro del coche!

-Jajajajajaja Eso sería aproximadamente...

-Eso sería a principios de los 80.

-¿Y querían sacar una cofradía?

-Y tanto, y tanto. Teníamos hasta una nómina de hermanos, cobrando cuotas, pero vamos, una locura. Cogíamos alumnos de Villoslada y San Severiano, pero más que nada de este último. Pues ahí empezamos nosotros con la historia nuestra y de ahí ya nos metimos a cargar pasos; unos se fueron el primer año a cargar el Cristo de la Humildad y Paciencia y otros nos fuimos con los mellizos a cargar el Cristo de la Santa Cena.

-¿Pero los Mellis ya eran los capataces?

-No, no, no. Nosotros íbamos como cargadores. Te estoy hablando de los años 82, 83, 84 que tendríamos 16, 17 años. Ahí empezamos nosotros a cargar pasos; cargamos Santa Cena, Cigarreras, Medinaceli...; ya nos metíamos en todos los sitios donde hacía falta cargar pasos.

-Entiendo que formó parte de las primeras cuadrillas de los Mellis.

-Bueno, sí, pero no. Para empezar los mellis no eran entonces los Mellis sino que formaban parte de la cuadrilla del Pompa y de Quico; que el Quico sacaba a los cristos y el Pompa a las vírgenes. Pero claro, como nuestros cuerpos eran altos, siempre íbamos cargando en los cristos. Hasta que nos enteramos que Humildad y Paciencia iba a sacar una cuadrilla de hermanos y 'pallá' que fuimos. Con 17 años sacamos Amargura a la calle, un paso de palio que es impresionante; eso pesa una barbaridad. Un año me acuerdo, bajando la calle Rosario con Paco Pizano de capataz, se creía que el paso entraba por San Agustín pero cuando llegamos a la embocadura de San Agustín, que aquello es muy estrecho, acabaron todos los varales dando a los lados, farolas, balcones... un numerito, un numerito. Un numerito porque no cabía; matemáticamente no cabía. Total, que lo sacamos 'pa' fuera. Nos iban a echar ese año la junta pero decidieron darnos otra oportunidad y esa ya no la desaprovechamos. Tanto que yo ya llevo 40 años ya con el Chato, que entró a los dos años más o menos de ese incidente.

-¿De dónde venía el Chato?

-El Chato viene de los profesionales; él salía con Pedro Ramos., pero como tenía amistad con los mellizos se metió con nosotros. Estuvo cargando con nosotros hasta que llegó un momento en el que hubo unas diferencias en la junta entre Paco Pizano y Antonio Gallarín, el del Consejo de Hermandades que entonces era capataz del Cristo. Total, que hubo jaleo ahí, y tras esa pelea nombraron al Chato capataz general de la cofradía.

-¡Hombre! Un cargo que parecía haberse puesto de moda hace poco cuando en realidad venía de muy lejos.

-¡Exactamente, ya existía en aquella época! Entonces, el Chato nombró a un capataz para el Cristo, que creo que fue Paco Márquez, y él se quedó ya con el palio junto a Manuel Bernal Andamoyo; ambos estuvieron dos años juntos hasta que se quedó ya el Chato solo y nosotros con él. Yo cargué hasta el año 91 que tuve el accidente; ya en el 92 no salgo.

-¿Cómo llevó dejar la carga?

-Me quise probar con solo un brazo y ya vi que 'qué va, que esto pa mí ya se ha acabao'. Para mí fue una pena aquello. Ojú. [Hace el silencio porque se le ahoga la voz]. Mira, lo recuerdo y hasta me emociono. Uff. Bueno, al estar ahí, la junta de gobierno me nombró contracapataz del Cristo; me fui un año al Cristo pero no me gustó y me volví al palio con Juan el Chato de contracapataz.

-¿Puede que la cuadrilla de Amargura sea la más antigua de la actualidad?

-De hermanos te puedo garantizar que sí, junto a la del Cristo de la Vera Cruz.

-¿Qué más pasos recuerdo que sacaba la cuadrilla de Amargura?

-Sí, hombre. Nosotros hemos llegado un año a sacar los cinco días de la semana. El Domingo de Ramos, Amargura; el Lunes Santo, el Prendimiento; el Martes Santo, Columna; el Miércoles Santo, Buen Fin; el Jueves Santo, Rosario del Perdón y el Viernes Santos, la Virgen del Mayor Dolor de Buena Muerte, que fue la última cofradía que pagó [pum, pum en la mesa] a los cargadores. Porque antiguamente se pagaba por sacar los pasos.

-¿Y qué año sería ese?

-¿Qué año fue, Ignacio? Yo creo que sería el 88 o el 89, porque yo lo cargué y mi accidente lo tuve en el 91. Cargamos y nos pagaron [pum]. Recuerdos hasta lo que nos pagaron, 3.000 pesetas a cada cargador. Ya se perdieron los profesionales con la entrada de las cuadrillas de hermanos y la de chavales que entran al mundo de la carga.

-Vayamos al salseo de la carga y sus diferentes estilos de andar. ¿Cómo ve la carga de Cádiz?

-La carga de Cádiz la veo yo muy bien; no la veo en un plan que se vaya a perder ni nada de eso. Yo la veo espectacular y con muchas ganas. Y lo veo en mi cuadrilla, que tenemos a 60 tíos y tenemos una nómina detrás para entrar de otras 20-30 personas. Y como nos pasa a nosotros yo creo que le pasa a la mayoría de cuadrillas que hay en Cádiz. Las cuadrillas de cargadores tienen mucha vida.

-Ahora se habla mucho también de la Albiceleste, pero Amargura es el santo y seña del gaditanismo.

-Sí, sí, sí.

-Es cierto que se puede andar elegante yendo de Cádiz, pero también yendo de Cádiz se puede ir dando la nota de balcón a balcón y vámonos que nos vamos. ¿Cómo ve esa dicotomía?

-Hay que diferenciar lo que son las cofradías de barrio, de centro, de sobrio; hay muchos tipos de hermandades. También hay que mentalizarse de que antiguamente se llevaba otra corriente; se levantaban los pasos a pulso, con los pies así [y los abre mientras lleva el brazo al cielo con claros gestos de lo que se vivía en aquellas Semana Santa de los 80 y primeros de los 90 que todos los cofrades pueden tener en mente], mecíamos los pasos así, andábamos 'palante to' brusco [y escenifica lo vivido y recordado con exactitud y gracia]... En aquella época gustaba y me gustaba; hoy se ve diferente y, de hecho, ya no lo hacemos ni se hace en ninguna cofradía. Hoy se anda muy señorial, muy elegante, con sus pasitos 'palante'; no tiene absolutamente nada que ver con aquellos años.

-Ha crecido junto a un paso y ha vivido la cofradía durante todo el año. ¿Cómo es la relación cuadrilla de cargadores - junta de gobierno durante una procesión con eso de cumplir los tiempos y andar más deprisa o los parones?

-Se pasa mal, se pasa mal. Ahí con el tema fiscalía hay sus más y sus menos porque van los fiscales dando mucha caña todo el tiempo. La verdad es que sí, que las cofradías dan mucha caña con el tema ese. Pero yo no llego a entenderlo. Yo, que me llevo un año entero trabajando en la cofradía porque también pertenezco desde hace 25 años a la junta de gobierno, soy de los que digo que después de todo el año allí, que salgamos un día a la calle durante seis horas y ¿que tengas que estar corriendo o quitándote del medio porque viene alguien por detrás corriendo? Que yo comprendo que haya que cumplir unos horarios en carrera oficial para que la gente no espere y puedan ver una detrás de otra, pero después de pasar carrera oficial ¿por qué hay que correr? ¡Como si me quiero ir hasta el parque con mi cofradía y después volverme? ¿Qué problema hay! Como si me quiero recoger a las seis de la mañana. Todo eso se ha perdido y no sé por qué. Ahora se lleva correr, correr y correr y hasta se meten a controlar las marchas antes de salir. Que si sobria por aquí, que si algo más alegre por allá. No meterse en esas cosas, hombre. No tendrá doscientas mil cosas más las cofradías durante el año que estar mirando estas cosas que son peccata minuta. Hasta en los callejeros se mete la junta y yo creo que no debería de meterse.

-Y lo dice uno que es miembro de una junta.

-Claro, a lo mejor uno sí puede estar metido en la toma de decisiones para controlarlo más o menos, pero si nosotros ya sabemos cómo tiene que ir Amargura; nosotros no la vamos a poner bailando sevillanas; tiene sus marchas y sus marchas son las que se le tocan.

-¿Cómo ve un cargador de 'Cádi, Cádi' como usted la llegada para quedarse de otros estilos con aires sevillanos?

-Es que yo creo que en Cádiz se sigue andando igual. Ha evolucionado a lo mejor con el doble paso y demás, pero aquí se sigue andando con el palo al hombro y con la horquilla, que ese es el estilo de Cádiz. Ya que cada uno ande como tenga que andar. A partir de ahí, ¿innovaciones? Bueno, miles ha habido en la Semana Santa de Cádiz. Antes el cargador iba con el pantalón vaquero, con una chamarreta, con tenis... Hoy, en cambio, ves una uniformidad, ves los tenis y todo el mundo va igual. Se ha avanzado en muchas cosas gracias a Dios.

-¿Cómo vive la Semana Santa?

-El Domingo me voy con mi Virgen y no hago nada más.

-¿Al salir la última no le da por ver la salida de otra?

-No, no, no. Yo me concentro en lo mío y no quiero ver 'na de na'. Ese día ya tengo bastante con mis nervios. Jajaja.

-Lunes.

-El Lunes tenemos que estar en San Agustín a las ocho de la mañana para desmontar los pasos; nos recogemos a las dos de la mañana y tenemos que estar a las ocho poco después. Porque claro, allí está también Buena Muerte y necesita montar sus pasos. Y ya hacemos también el traslado de las dos mesas; total, que hasta las dos y media, tres no acabamos con el trabajo. Llegas a casa, comes, descansas un poquito y te vas con la mujer a ver procesiones porque si no te juegas que te diga 'cuchame, ¿cómo va esto?' Jajajaja.

-¿Le gusta a ella?

-Sí, además ella ha estado muchos años bordando en el taller de 'bordaos' de la cofradía. Que por cierto, se hicieron piezas muy buenas de 'bordaos' allí en la cofradía.

-¿Y cómo disfrutan de las procesiones?

-Yo cojo una silla en la calle Novena; voy con el Chato y allí que nos sentamos con las mujeres a verlas pasar todas.

-Y allí que se me ponen a criticar, ¿no?

-Ehhh, noooooo. Jajaja. No, hombre no. A mi no me gusta el critiqueo, home. Al revés, cuando ves a algunos pasándolo mal te dan ganas de ayudarlos. Y si podemos echar un cable lo echamos y si hay que animar, se anima dando bocinazos a la gente de abajo.

-Jajajaja. Y allí en Novena que se pega toda la semana.

-Digo.

-Ha hablado de la evolución de la carga y de la Semana Santa en general, ¿qué me dice del público?

-Veo un público más respetuoso; ya no se ve tanto jaleo como se veía antes que se veía a mucha gente metiéndose por medio de las procesiones. Gracias a Dios, el Ayuntamiento también ha colaborado mucho con el tema este, poniendo sus pasarelas para que la gente pueda pasar; está allí también la seguridad para controlar el paso.

-Pues perfecto, Ignacio.

-[Me interrumpe]. Espérate, espérate. Me gustaría contarte.

-Hombre, por favor.

-Yo pertenezco a la junta de gobierno desde hace 25 años y llevo ejerciendo la caridad desde hace doce.

-Ah, claro, claro, joe. ¿Cómo no vamos a hablar de eso con lo que he 'sudao' descargando el camión? Jajaja Está tardando. Tiene la palabra.

-Jeje. Tú lo has visto, que me has estado echando el cable. Jajaja. Bueno, pues te cuento. Me gusta hacer, con Juan (el Chato), un almuerzo cada tres meses con los sin techo; se lo damos allí en la cofradía, donde le preparamos unas bolsas de comida; serán unos 35-40 chavales. Lo hacemos en colaboración con la asociación Despertares y el Consejo de Hermandades. Y allí que estamos echando un ratito y se van además con su bolsa de comida, pero comidita buena porque para eso empleamos el dinero en esto [y da dos toquecitos en la mesa para darle mayor severidad al tema]. Luego, aparte, también recogemos zapatos, ropa, tapones de plástico, sillas de ruedas antiguas... que luego viene Madre Coraje a recogerlos; todos los meses tengo aquí un cargamento de ropa para dar. En Navidades repartí 1.880 litros de leche gracias también a un compañero cargador que me hizo la gestión.

-Y después hay que escuchar a esos que se quejan de la Semana Santa y de los pasitos que salen a la calle...

-Por eso, por eso [dice mientras vuelve a golpear con enjundia la mesa de la portería], por eso me gusta hacer hincapié en esto porque, para mí, la caridad es la labor más importante que tiene una cofradía. Porque sin caridad, ¿a dónde vamos, entiende? La caridad es muy importante en la persona y siempre hay que estar pendiente de ella, y más en una cofradía. También me tengo que acordar de Cáritas, por la labor que hace; yo cada vez que los veo recogiendo bolsas de comida y ropa se me caen los palos del sombrajo; vamos, que me echo a llorar cada vez que veo la cola que se forma para comer. Yo, esto, ojalá no quisiera hacerlo, pero no queda más remedio. También sé que hay muchas cofradías que hacen muchas cosas de caridad, pero hay que hacer, hay que hacer más cosas de caridad [y apoya y refuerza su frase con otro golpecito en la mesa, el último que da en la entrevista este Gran Cofrade].

-Pues con eso me quedo, Ignacio.

-Pues muy bien, jeje. Oye tú eres el de las crónicas del Cádiz de La Voz, ¿no?

-Ese mismo, pero esto de las entrevistas me gusta muchísimo más. Ya sabe, Ignacio, la cotidianidad, la simpleza, la normalidad, el saber estar, la educación y 'to' esas pequeñas cositas que hacen grande la vida. Vamos, que me gusta hablar y reírme con gente normal y en el mundo del fútbol, cuando te dejan, pocas se encuentran. ¿Qué me quería decir, 'home'? ¿Algo del Cádiz imagino, no? Dele, dele. ¿Cómo ve al equipo?

-Llevo de socio doce años ininterrumpidos en la etapa esta.

-No se preocupe que yo ni le voy a juzgar ni le voy a decir que no es un guardián del Carranza ni 'ná' de eso, tranquilo. Jajaja.

-Jajaja. No, joe, pero es que antes yo fui muchísimos años socio con mi padre hasta que falleció el pobre mío y me quité. Pero ahora, de tacada, llevamos doce años seguidos.

-Sus 'coone' ahí.

-Vamos juntos los tres capataces de la cuadrilla. Y, tú sabe, al Cádiz lo veo como queriendo sacar un poquito la cabeza del cascarón. A ver si lo logramos. (La entrevista se realizó unos días antes de que el equipo se metiera otra vez dentro del cascarón tras perder en Anoeta).

-Veo que usted es de esos cadistas que vio a los Mágico González, Cabrera, los Mejías y demás... ¿Qué queda de ese cadismo?

-Ha cambiado mucho el tema; antes era todo muy físico, todo era potencia. Yo me acuerdo del Cádiz de Manolito, de Linares, de Juan José, Escobar, de toda esta gente... Y coño, tú veías ahí todo garra, ganas de comer, ganas de comerse el balón y ahora, en cambio, ves a jugadores en el campo que tienes que decir 'vaya tela, vaya tela, macho'.

-Jajajajaja ¿Se lo digo o se lo cuento?

-Jajaja Es que hay algunos que parecen que no tienen sangre. Es que hay jugadores que vaya tela... Vaya Maxi Gómez, vaya Machis, vaya Ocampo, vaya Meré... Es que dan ganas de decirles 'quillo, ¿qué pasa con ustedes, hombre?' Es que hay algunos que parece que están gordos, chiquillo.

-Jajajajaja. Me río por no llorar, pero es que tiene toda la razón. Qué papelón.

-Es que me da mucho coraje ver lo que se ve en el campo. La culpa es tuya que me has buscado preguntándome por la etapa de 'to' esa gente (Mágico y compañía), donde era todo pulmón, pundonor y hasta calidad.

-Bueno, y nos vamos a salvar o no.

-Yo creo que sssssss, yo qué sé, quillo, Yo qué sé. Lo veo muy difícil porque, ahora por ejemplo, si nosotros perdemos y gana el Celta se nos vuelve a poner a cinco puntos. (Y vamos que si lo vio, Ignacio). Es verdad que parece que el Cádiz ha cambiado un poquito, pero pfff. No sé. A ver si arañamos un puntito en San Sebastián, con uno me conformo. (Pero 'nasti de plasti').

-Bueno, veremos a ver. Ignacio, tras repasar las tres C de Cádiz, ha sido un inmenso placer y espero que pueda disfrutar este Domingo de Ramos y de toda la Semana Santa.

-Lo mismo te digo.

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