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Un cambio de hora que es una pérdida de tiempo para los gaditanos

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Una gran mayoría de la población aboga por que se establezca un horario fijo, mientras que profesionales de la psicología y la psiquiatría aclaran que los efectos del cambio de hora son mínimos, apenas testimoniales

Relojes colgados de la pared en La Casa del Relojero en San Fernando

MANUEL LÓPEZ SAMPALO

CÁDIZ

Pese a que con este cambio horario otoñal se gane una hora ‒en la madrugada del sábado al domingo a las 3 serán las 2‒, para la gran mayoría de la población supone un trastorno innecesario y, por jugar con el campo semántico del reloj, una pérdida de tiempo. Así lo reflejan las encuestas de diferentes periódicos y, especialmente, el sentir de la calle al pulsar su parecer.

Una mutación temporal ‒dos anuales‒ que en teoría se realiza para aprovechar ‒optimizar es la palabra‒ la luz del día durante las horas laborales. Una justificación que más de un estudio profesional ha echado abajo. Máxime en un país como el nuestro donde seguimos unas pautas horarias más relajadas: entramos más tarde a laborar y salimos con mayor demora también; así como trasnochamos más que ninguno y hacemos las diferentes comidas diarias muy tarde en relación con países del entorno.

La Comisión Europea, ante el descontento poblacional con este trastorno temporal, planteó la posibilidad de erradicarlo en 2019. Finalmente, la supresión del mismo era más compleja de lo que a priori parecía y a día presente aún sigue debatiéndose en el seno de la institución continental. En España figura en el BOE que al menos hasta 2026 se mantendrán las mutaciones del reloj… y veremos si no se prorrogan.

Para más inri, Cádiz, al ser una de las provincias más occidentales ya no de España sino de Europa, es de los territorios que sufren ‒lo padecen los gaditanos, pero entiéndase‒ más acentuadamente el cambio horario. Recuerden aquello de que el sol sale por el este y se pone por el oeste: así, en nuestra tierra anochece más tarde y no por mucho madrugar amanece más temprano, sino más adelante.

Y como el debate está en la calle ‒pese a que hay una postura muy mayoritaria‒ es oportuno pulsar a los ciudadanos, especialmente a los más sensibles al cambio de hora, para que expresen su parecer ante este trastorno del reloj, así como hablar con expertos en la materia que pongan sobre la mesa los pros y los contras de esta alteración de 60 minutos.

El relojero isleño que pone en hora a la Marina y al Ayuntamiento

Francisco es un joven relojero de vocación y de profesión. Tiene su taller, La Casa del Reloj, en pleno centro de San Fernando: que no es una tierra cualquiera en lo que a tiempo se refiera, ya que desde el Observatorio de la Marina se marca la hora para todo el país: se fabrican los segundos.

Así, este emprendedor isleño comenta que el lunes después del cambio horario se pasa por el Observatorio de la Marina para ir poniendo los diferentes relojes que alberga en hora. Aunque «el más complejo por mecanismo es el reloj del Ayuntamiento de San Fernando» que actualiza el domingo de madrugada y que él mismo puso en marcha tras 15 años parado. También estuvo un par de años ajustando la hora de la Iglesia Mayor isleña, «pero eso ya no lo llevo».

Comenta que «aunque profesionalmente no me viene mal, yo por mí que no se cambiase la hora, porque es muy triste que se haga de noche a las 6 de la tarde». Y es que, al margen de estos relojes 'oficiales' que se han expuesto, apenas supone mucha más carga de trabajo para La Casa del Reloj el adelanto o el atraso temporal.

«Si acaso algún reloj de mecanismo complejo de algún particular, como por ejemplo los de cuco; me paso por su domicilio y los ajusto; pero a la mayoría cuando se los instalo o reparo les dejo enseñado el mecanismo para que lo cambien por sí solos», afirma este precoz relojero.

Preguntado por los mil relojes que tiene colgados y expuestos en su tienda-taller, Francisco ríe y confiesa que no «que no los pongo en hora ni loco; me llevaría muchísimo tiempo; además al haber dos cambios al año se acaban por ajustar solos». Añade con simpatía aquello de que «¿No dicen que hasta el reloj parado da dos veces bien la hora al día? Pues eso», y vuelve a reír.

Un psicólogo y un psiquiatra

Una de las mayores influencias de la permuta temporal es a nivel psicológico, por leves que sea estos efectos. Así, además de personas más vulnerables como ancianos y niños, quienes padecen una patología mental pueden ver agravada su enfermedad sutilmente con este trastorno.

Para comprobar su grado de afección hablamos con un par de profesionales de la mente:

El presidente de la delegación de Cádiz del Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental es Jerónimo Acosta. Este psicólogo explica que «Hay una cierta tendencia a patologizar la vida cotidiana: hacer patológico algo totalmente normal; todo cambio requiere una adaptación, claro».

Y, «Sí, por supuesto, con el cambio horario puede haber somnolencia, irritación, dificultad de concentración, etc., pero es algo que se supera en unos días». Mas no cabe olvidar «que hay una cierta relación entre las horas de luz y el ánimo de las personas».

A Jerónimo, aunque explica que es un asunto que no les compete a los profesionales de la psicología sino a los de economía y otras materias, no le importaría que se dejase una hora fija, «pero creo que esta tendría que ser la de invierno, ya que es la que más se adapta a nuestros ritmos circadianos y, por tanto, supone una menor alteración hormonal».

Por su parte, José Manuel Martínez es un reputado y veterano psiquiatra gaditano que asegura que «La demanda de tratamientos no podemos afirmar con rotundidad que se produzca con el cambio horario». Mas «sí es cierto que probablemente haya pequeños trastornos del sueño, del ciclo sueño-vigilia, además de trastornos afectivos y adaptivos menores», abunda.

Y prosigue: «También es verdad que como los dos cambios horarios son en primavera y otoño, épocas donde todas las patologías afectivas repuntan, pudieran solaparse con el cambio horario».

Una anciana, un niño y una mujer con patología mental

Dicen los expertos que los niños pueden notar más estos efectos o prolongarse algo más en el tiempo, ya que tienen el cerebro con una menor madurez y su adaptación puede enlentecerse. Asimismo, también afirman de los ancianos que pueden necesitar un periodo de adaptación más amplio a causa de la pérdida de capacidades y una mayor sensibilidad a los cambios del ciclo sueño-vigilia.

Teresa, una jerezana de 91 años, es rotunda al respecto: «Noto una influencia muy grande porque me siento muy insegura. Soy una persona muy metódica y me cambian el ritmo de vida. Pero yo me encuentro muy rara con el cambio. Es una sensación de incertidumbre y de extrañeza que no se me va por lo menos en dos semanas; además me influye más este cambio que el de primavera».

Además, está señora se posiciona al respecto: «Por más que me lo expliquen no entiendo por qué son estos cambios de hora. No les veo sentido alguno y llevan ya cinco años mareando la perdiz con que lo quitan o no».

Rocío es una gaditana residente en Marbella y madre de Alejandro, que tiene 9 años. Asegura que a su hijo la mudanza horaria «no le afecta demasiado». «Bueno ‒matiza‒, en todo caso para bien, porque al ponerse antes el sol conseguimos que se vaya a la cama más temprano», y además «por la mañana, él, que es muy marmotilla, le cuesta menos arrancar al haber más luz».

Respecto a la comida, «Alejandro almuerza habitualmente en el comedor del cole, y allí tienen un buen horario, en torno a las 2 y 15, y te diría que no se ve alterado».

Empero personalmente Rocío es partidaria de que se deje el horario de verano «y no se toque más». «Es una tristeza que anochezca tan pronto y, además, se supone que se hace por un ahorro de energía, pero yo creo que se consigue lo contrario».

Por su parte, María A. es doctora en el Hospital Puerta del Mar y padece una enfermedad bipolar controlada gracias a los fármacos. Explica que para las personas que comparten su patología, el cambio horario otoñal «invita a la depresión», mientras que el primaveral «favorece la aparición de ansiedad e incluso en casos extremos conduce a estados de hipomanía».

Confiesa que para que no le afecte mucho «trata de mantener los mismos hábitos: comer e irse a la cama a la misma hora». Y se posiciona en el debate sobre el cambio con un NO en mayúsculas: «No creo que beneficie a nadie».

En conclusión, ya es hora de que podamos darle la enhorabuena a los responsables del deseado cambio porque consigan parar los relojes, como lo hacía el Paula cuando toreaba, y le digamos, por qué no, a buenas horas, porque nunca es tarde si la dicha es buena.

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