CÁDIZ
Cádiz y el verano que fue, con las barbacoas y el Trofeo como epicentro, al actual mucho más diverso
El declive en los últimos años de la noche del Carranza ha permitido la reinvención del periodo estival en la capital, gracias a una programación cultural y de ocio que más variada y extensa durante los meses de julio y agosto
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Noche de las barbacoas del Trofeo
Quién iba a decirnos a aquellos gaditanos que veíamos como la noche del Trofeo Carranza era una de los días grandes del verano de Cádiz que todo lo que por entonces era la búsqueda de récord Guinness en las playas y la necesidad de poner más a la ciudad en el mapa por sus famosas y hasta cierto punto añoradas barbacoas se iba a quedar guardado en el cajón de los recuerdos.
Porque Cádiz dejó a un lado de una manera hasta natural aquella invasión masificada de personas que inundaba La Victoria, Santa María del Mar, la Caleta e incluso Cortadura. Nadie realmente quitó de raíz la tradición de las barbacoas del Trofeo, fueron los propios gaditanos y los turistas que venían los que poco a poco desistieron de una tradición añorada sí, pero que se fue de las manos en todos los sentidos.
Cierto es que ayudaron las lógicas restricciones a una concentración de personas en un medio natural como la playa, y no hay que olvidar que todo era a coalición de lo que siempre fue aquella noche de agosto, la gran final del trofeo de los trofeos, un Trofeo Carranza que hoy por hoy no es ni por asomo lo que fue.
Barbacoas y Trofeo que eran un impulso económico a la ciudad, que se lo digan a las carnicerías de entonces que hacían el agosto aquel día, nunca mejor dicho. O la cantidad de personas que venían a Cádiz para ver un cartel futbolístico con equipos de primer nivel en esos cuadrángulares con entradas de cartón a las que se le quitaban los picos en función de los partidos a los que asistiera cada uno.
El 14 de agosto 2016, con José María González 'Kichi' como alcalde, fue el último año de las barbacoas organizadas por el Ayuntamiento. No hay que olvidar que un año antes y con el nuevo equipo de gobierno recién llegado, se quisieron expandir las barbacoas por toda la playa, cuando la anterior alcaldesa Teófila Martínez ya las había acotado a diferentes módulos del litoral. «Es una demanda popular», decía por entonces el concejal Adrián Martínez de Pinillos. Luego tuvo que recular para seguir con la acotación establecida por el gobierno popular.
Y es que por entonces la festividad, en decadencia tanto en lo futbolístico como en lo tradicional, causaba más disgustos que placeres debido a los costes de la organización, las toneladas de basura, los hábitos de esa noche y el impacto medioambiental en las arenas. No hay que olvidar que el dispositivo de seguridad de 2015 le costó al Ayuntamiento unos 50.000 euros. En cuanto a los residuos recogidos en 2016, la última vez que se hizo, se recogieron 12,7 toneladas de basura. Muy lejos de las más de 55 toneladas que se sacaron en 2010.
Las barbacoas del Trofeo optaron al libro Guinness de los récords por reunir a la mayor cantidad de personas en una playa. En muchas ediciones se rozaron las 150.000 personas, aunque desde 2010 la asistencia fue decayendo hasta las 17.000 personas de su última edición, seguramente concienciados de lo que suponía en materia medioambiental ese enorme trasiego de personas en el litoral que tenían que abandonar, en los últimos años, antes de las 6 de la mañana cuando accedían los servicios de limpieza y la Policía Local.
Quizás ya la tradición estaba en total decadencia y no había más cera para arder. Lo que había sido un encuentro familiar se convirtió en un enorme botellón con jóvenes que acababan con intoxicaciones alcohólicas e incluso con más de un incidente. Recuerdos, en definitiva, que quedaron en la melancolía de un verano gaditano que miraba a agosto y a todo lo que movía el Carranza como el motor fundamental de la época estival.
El verano de ahora
Y desde 2017, primer año sin barbacoas, la tradición pasó al Carnaval en el Paseo Marítimo. Tratar de mantener una noche que ha sufrido vaivenes en los últimos años, incluso sin programación cultural alguna como ocurrió en 2023 cuando el Cádiz CF anunció a última hora el cartel y fecha del Trofeo y el Ayuntamiento, con Bruno García recién aterrizado, no ofreció alternativa al fútbol sin apenas tiempo para nada. «Disfrutar de la hostelería gaditana», dijo entonces el actual alcalde gaditano.
Para este año se han programado las recurrentes actuaciones de Carnaval durante el Paseo Marítimo, que siempre son socorridas y atraen público en un verano sobrecargado de actuaciones de la fiesta grande de la ciudad. Eso sí, este 9 de agosto no acompañará el cartel de un Trofeo más descafeinado que nunca, por aquello de jugar ante el Córdoba, equipo de Segunda División como el cadista. Esta edición del torneo es ya la muestra de que el Trofeo no hay quien lo aguante, merced al fútbol moderno y la economía de los clubes.
De ahí que el actual verano de Cádiz sea distinto en buena medida al que fue con las barbacoas. De mirar a un día, a tratar de expandir la repercusión estival durante más semanas. ¿Cómo? Con una programación cultural y de ocio que se lleve al gaditano y al turista a disfrutar de conciertos de todo tipo. En pleno auge del turismo musical, la capital gaditana ha querido coger ese tren con las actuaciones que han tenido lugar en el Estadio o que siguen sucediéndose en el Puerto de Cádiz.
Festivales como Patrimonio Flamenco, el Baluarte de Candelaria como reciento para multitud de actividades al igual que Santa Catalina, y en definitiva un verano quizás más variado que antaño. Todo ello ha hecho que el turismo siga siendo una bandera porque la reinvención de la época estival gaditana no ha hecho ni mucho menos perder el número de visitantes a la capital.
Con una media del 90% de ocupación hotelera, el atractivo de la capital con sus playas, su gastronomía y su patrimonio cultural y monumental siguen siendo uno de los pilares para que la ciudad siga abarrotada en verano. Todo sin olvidar las escalas de los cruceros que han ido a más en los últimos años. Lo que ha sido en definitiva cambiar un verano de la barbacoa y el botellón playero, a un verano también masificado pero de una manera más sostenible.
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