Armada Española

Cádiz rinde una despedida de altura al 95º crucero de instrucción del Juan Sebastián de Elcano

El buque escuela partió el sábado al mediodía del muelle gaditano arropado por familiares de la tripulación y ciudadanos que fueron a darle un hasta luego y desearle una buena navegación

74 guardiamarinas se formarán durante seis meses a bordo en los que cruzarán dos veces el Atlántico y circunnavegarán América del Sur haciendo escala en 10 puertos de 7 países

Manuel López Sampalo

Cádiz

Pedro es el más grande de los guardiamarinas ‒medirá más de 1.90‒, el más rubio y el que más llora. La cara roja e hinchada del llanto a moco tendido mientras Elcano se aleja despacito del muelle de Cádiz al son del pasodoble ‘Chiclanera’ ‒aquella copla republicana que rescató Carlos Cano‒ que es interpretado con salero y dulzura por la orquesta a bordo del embajador de España en la mar.

Hasta el Lorenzo ha asomado en todo su esplendor, haciendo refulgir intensamente la Minerva del mascarón de proa y tiñendo de un blanco nieve el caso de Elcano, para dar una cálida despedida a la marinería que se echa a la mar y desearle unos buenos vientos. La calidez del mediodía y la fanfarria de pasodobles concatenados ‒Banderita, Suspiros de España, En tierra extraña, España Cañí, etcétera‒ invitan a sacar una muleta, descalzarse y dar unos naturales sobre la piedra gaditana.

Nerviosismo, emoción, alegría, pena, orgullo, miedo, impaciencia, curiosidad. Toda la gama de sentimientos y pasiones elementales del ser humano se dieron cita ayer al mediodía, sublimados y al desnudo, en la despedida del Juan Sebastián de Elcano encarnados en los rostros, gestos y palabras de los jovencísimos guardiamarinas que embarcaban en el XCV crucero de instrucción y de sus familiares.

Por mucho que camufle el uniforme, bajo el mismo hay niños, muchos nacidos ya en el siglo XXI, que se echan a la mar en un velero durante 6 meses en una travesía que les llevará a cruzar dos veces el Atlántico y a rodear América del Sur. Es lógico y normalísimo este contraste de emociones que hacen que esos marineritos lleven la pena y la dicha cosidas en la boca.

Como bien resume el madrileño Carlos, de 21 años, uno de los 74 alumnos de la Escuela Naval Militar embarcados: «Esto es impresionante y a la vez acojonante». Señala que «es lo que hemos elegido y se nos presenta una oportunidad única». Pero, evidentemente, «las ganas y la ilusión que tenemos no quitan los nervios de la aventura y la pena de no ver a nuestros familiares».

Para este joven capitalino es la primera vez que navega en el Juan Sebastián de Elcano, al igual que para Alejandro y María. Él, un vallisoletano de 20 añitos que guarda unas formas exquisitas, confiesa al pie de la pasarela de embarque, que tiene «una sensación extraña»: por un lado «siento muchas ganas porque sé que vamos a vivir un sinfín de experiencias», mas por el otro «me pesa dejar atrás a mis seres queridos».

María es una de las 13 aprendices mujeres alistadas en la tropa del buque escuela. Con los ojos brillantes de lágrimas e ilusión, esta dicharachera granadina de 22 años, cuenta que de lo que más ganas tiene «es de conocer nuevos países». Sin embargo, le echa para atrás «la escasa o nula cobertura que tendremos navegando», con lo que «sólo podremos conectarnos con los nuestros cuando lleguemos a puerto».

Asegura no sentirse en una situación de vulnerabilidad por el hecho de darse a la mar en un barco donde el grueso de la tropa es masculino: «¡Para nada, somos una familia!», replica esta alumna, apuntando que «vamos las 13 ‘damas’ de mi promoción: creo que es la vez que más somos».

Un veterano marino, de cierto rango, que queda en tierra, comenta que no, que «hay ocasiones en que ha habido más mujeres», y especifica que «los tres alférez médicos a bordo son féminas», pero que «nosotros no hacemos distingos por sexo».

Los familiares regresan a la despedida

Tras dos años en que las limitaciones fruto de la pandemia impidieron la presencia de los familiares en el acto de partida, ayer estos pudieron volver al Muelle Ciudad de Cádiz para agitar los pañuelos blancos y abrazar por última vez ‒hasta su vuelta‒ a sus hijos, nietos, novios y demás parentescos.

Es llamativa la historia de Manuel, un marino de Ferrol que embarcó hace justo 60 años ‒«en 1963», puntualiza‒ en el Juan Sebastián de Elcano. Ayer lo hizo su nieto, también llamado Manuel, del que dice sentir «un orgullo que no se puede expresar». Mariló, que es portuense, esposa y abuela de Manueles, cuenta que «estamos muy contentos», que es la primera vez que su nieto se enrola en la tripulación del ‘embajador y navegante’, ya que lo que él ha hecho «son pequeñas travesías en 2º».

Cabe especificar que los alumnos que se embarcan en el 95º crucero de instrucción pertenecen al tercer curso ‒son cinco en total‒ de las promociones 425ª del Cuerpo General y 155ª de Infantería de Marina.

También es ferrolana Elena, que aguarda la partida de su hijo junto a Isabel, de Sevilla. Ambas son madres de dos buenos amigos, un par de alféreces, que navegan por 3ª vez en Elcano ‒las otras dos ocasiones lo hicieron por 4 meses‒. Dicen encontrarse «felices y orgullosas» por sus niños.

«Nosotras tenemos pena, es evidente, pero la que peor lo pasa es ella», confiesa Isabel en referencia a la novia de su hijo, Paula, quien afirma que «voy a echarlo mucho de menos», y que posteriormente, mientras la coral universitaria ataque la ‘Salve Marinera’ empañará sus gafitas redondas con el vaho de las lágrimas.

«Es duro, es duro», repite Paco, tras terminar de abrazar con fuerza a su hijo Pedro, un soldado jerezano que repite experiencia en el buque escuela. «Es duro, pero estoy contentísimo y orgulloso de que mi hijo represente a su país en el mejor embajador que tenemos».

El 95º crucero de instrucción

Tal y como estaba previsto, el XCV crucero de instrucción del Juan Sebastián de Elcano zarpó este mediodía del muelle Ciudad de Cádiz poniendo rumbo a Santa Cruz de Tenerife, donde atracará el 20 de enero, primera escala de su singladura de 6 meses en la que dará la vuelta a Sudamérica por 16ª vez en su historia.

El buque escuela y las 180 personas que componen su dotación estuvieron arropados, como ya se ha ampliado, a pie del barco, por familiares y allegados que, tras dos años sin poder asistir a la ceremonia de salida a causa de las restricciones pandémicas, llenaron de color, emoción, cantos, palmas y lágrimas la zona habilitada en la dársena de Cádiz.

En dicho rito de partida, además de cumplir con los actos protocolarios entre cantos, rezos, himnos, salvas y salves, los marineros, sobre todo los más jóvenes ‒los 74 guardiamarinas que completan su formación a bordo‒ tuvieron oportunidad de romper filas y acercarse unos minutos a achuchar a su parentela a la que no verán hasta dentro de 6 meses cuando Elcano retorne a Cádiz.

Lo hará, con la complicidad de los vientos, como un bumerán grandioso lanzado al Océano Atlántico, el próximo 21 de julio tras haber recorrido más de 18 mil millas náuticas, y atracado en 10 puertos de 7 países: Santa Cruz de Tenerife, Río de Janeiro (Brasil), Buenos Aires (Argentina), Punta Arenas (Chile), El Callao (Perú), Cartagena de Indias (Colombia), Puerto Limón (Costa Rica), Pensacola (EEUU), Nueva York y Marín, en Galicia.

El hasta luego

Estuvieron presentes en el acto de despedida del 95º crucero de instrucción ciertas autoridades civiles y militares: así, hizo su aparición el Almirante Jefe de Estado Mayor de la Armada, Antonio Martorell, quien estuvo alrededor de una hora embarcado, así como el alcalde de Cádiz, José María González ‘Kichi’, la presidenta de la Autoridad Portuaria, Teófila Martínez, el subdelegado del Gobierno José Pacheco, la delegada de la Junta, Mercedes Colombo y el presidente de la Audiencia Provincial, Manuel Estrella.

Todos ellos fueron recibidos en el buque por el capitán del barco, Manuel García Ruíz y el resto de la plana mayor de la nave, entrando el regidor de la ciudad, Kichi, el primero y saliendo el último. Mostrando el alcalde una muy buena sintonía con los marinos, fraguada con los años, tras las desavenencias en los albores de su mandato.

Con todos* los civiles ya en tierra, bajo un sol de justicia y cantando la salve marinera, emparedada entre el pasodoble Chiclanera, el bergantín-goleta soltaba amarras del embarcadero gaditano a las 12 y 3 minutos, con los marineros en formación mirando al muelle y saludando con el gorro agitado, siendo acompañada por pequeñas embarcaciones que lo rodeaban mientras se alejaba por la Bahía, como la rémora al tiburón. Una de ella lanzaba dos potentes chorros de agua y a lo lejos parecía una ballena con dos espiráculos.

Previamente se celebró la tradicional misa en la Iglesia Conventual de Santo Domingo a la que acudieron los alumnos de la Escuela Naval Militar y parte de la dotación, a la que siguió el traslado en procesión de la Virgen Galeona hasta los pies del barco, sito en la dársena de la Tacita, engalanada para la ocasión a manos de la asociación ‘Cádiz con Elcano’.

Misiones de embajador y navegante

Volverá con la misión cumplida. O mejor dicho, las misiones. Porque como ha señalado el comandante del buque a éste también se le llama 'embajador y navegante', precisamente por eso, por su labor. Por un lado navegante, ya que en él reciben una formación integral los guardiamarinas que realizan a bordo su crucero de instrucción en el tercero de los cinco años que pasan en la Escuela Naval Militar y durante los que, además de formarse como futuros oficiales de la Armada, también cursan una Ingeniería Mecánica.

Los guardiamarinas en el Elcano se forman «como personas y como marinos», dijo el capitán de navío García Ruiz. En el buque escuela dan clases (de hecho, embarcan profesores de la Universidad), realizan observaciones astronómicas, participan en maniobras y reciben «una formación en valores: compañerismo, valor, lealtad, esfuerzo, espíritu de sacrificio». Porque «la mejor forma de aprender a mandar es saber obedecer», afirmó el comandante.

Y, por la otra, embajador. «Llevar la bandera de España por todo el mundo y contribuir a la acción exterior del Estado». Para ello, cuando llega a puerto, el buque realiza «gran cantidad de actividades»: visitas de cortesía a autoridades locales, actos castrenses, juras de bandera o recepciones a los embajadores de España en esos países, entre otras.

El comandante del Juan Sebastián de Elcano quiso hacer especial hincapié en la contribución de la dotación del buque para poder conseguir estos objetivos. Unas 180 personas entre las que se encuentran tres civiles: un maestro velero, un peluquero y un carpintero.

Asimismo, durante los viajes, señaló el capitán de navío García Ruiz, el Elcano no está exento de sufrir temporales y accidentes: caídas, incendios, hombre al agua o inundaciones, por ejemplo, por lo que están preparados para poder superar cualquiera de estos inconvenientes.

Unas barreras que seguro sabrán sortear una vez más, contando además con la ayuda del tripulante 181, ese polizón que navegará con ellos y que se compone del calor de sus familiares y de la gente de Cádiz, que no en vano es la madre de este casi centenario barco.

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