APAGÓN EN CÁDIZ
Cádiz sin luz, pero con un comercio local que tiende la mano: «Aquí sí se fía»
Una de las trabajadoras de la panadería y bocatería 'El Mitin', en la calle Sacramento, cuenta cómo se vivió la jornada de este lunes durante las horas de apagón en la ciudad gaditana: «El barrio sigue resistiendo, pase lo que pase»
En plena jornada, con las agendas llenas y el tiempo contado, el corte de suministro supuso una interrupción abrupta que va más allá de lo económico
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El apagón eléctrico masivo de este lunes que dejó sin electricidad a millones de personas durante varias horas, evidenció en Cádiz la necesidad de los barrios y, por supuesto, de los comercios locales. Son muchos los negocios gaditanos los que tuvieron que cerrar en mitad de la jornada, quedando completamente a oscuras, sin respuestas claras y con consecuencias palpables que todavía se sienten.
Mientras grandes superficies cuentan con generadores y planes de contingencia, los pequeños comercios —esos que dan vida a nuestras calles, que conocen a sus clientes por su nombre y que sostienen buena parte del empleo local— tuvieron que cerrar, perder mercancía refrigerada y asumir pérdidas económicas que nadie les va a devolver.
Pero otros tantos almacenes de la ciudad de Cádiz resistieron hasta el final. Con lo poco que tenían y con lo mínimo que podían ofrecer. Uno de ellos fue la panadería y bocatería 'El Mitin', en la calle Sacramento. Este martes, vislumbrando la normalidad tras el día de ayer, una de las trabajadoras de este establecimiento se encuentra reponiendo los productos que ayer «volaron».
«El día de ayer fue caótico. No paramos. Llegué por la noche a mi casa con sentimientos encontrados. Muy cansada, pero a la vez muy agradecida porque, una vez más, el comercio local demuestra que sí está a la altura y que cuando el mundo se apaga... ahí estamos», agradece.
La gaditana cuenta que lleva 17 años en este establecimiento y resalta la fundamental labor de los comerciantes de barrio: «He vivido crisis económicas, la pandemia, la proliferación de los pisos turísticos en la ciudad y ahora esto. Y hemos resistido porque somos nosotros los que, al fin y al cabo, ayudamos a nuestros vecinos. Por eso hay que apoyarnos siempre. Siempre estamos».
«Aquí sí se fía»
Los grandes establecimientos tuvieron que cerrar, o buscar otras opciones, con el método de pago. Pero el comercio local sigue siendo ese espacio donde el trato humano, la confianza y la cercanía tienen más valor que cualquier tecnología. Y eso quedó más claro que nunca tras el apagón del lunes.
«Tengo una lista de personas que ayer tuvieron que irse sin pagar. Jamás dejaría que los vecinos se quedaran sin pan, ni agua, ni otros productos porque no tengan dinero en efectivo. Y más en esta situación. Ya me pagarán cuando ellos puedan. Para nosotros ayer lo importante era el barrio, el vecino, el que no te falla cada día», asegura.
Cuando la luz se fue y los datáfonos cayeron, solo quedó la frase de siempre: «aquí sí se fía». Fiar porque en el barrio te conocen y no hace falta 5G, sólo humanidad.
Este arranque de semana invita a reflexionar sobre la necesidad de estar siempre al lado de los comerciantes locales. Esta dependienta está orgullosa de haber aportado a las calles del centro histórico de la ciudad solidaridad y respaldo cuando el mundo, literal, se apagaba. Continúa ordenando la panadería y dispuesta a seguir luchando por el barrio.
El apagón también cerró gimnasios, tijeras, camillas y consultas
El gran apagón del lunes no solo dejó sin luz a miles de hogares, también obligó a cerrar en seco la jornada laboral de muchos pequeños profesionales de Cádiz. Peluquerías, centros deportivos, de fisioterapia, clínicas de podología, ópticas, consultas médicas… tuvieron que cancelar citas, apagar secadores, suspender tratamientos y mandar a casa a pacientes y clientes sin poder atenderlos.
En plena jornada, con las agendas llenas y el tiempo contado, el corte de suministro supuso una interrupción abrupta que va más allá de lo económico: reordenar todas esas citas, explicar una y otra vez lo ocurrido, buscar huecos imposibles para reprogramar a quienes más lo necesitan. Nadie indemniza ese esfuerzo, esa pérdida de tiempo ni esa tensión acumulada.
Y sin embargo, ahí siguen. Dando la cara, atendiendo como pueden, adaptándose sin apenas recursos ni explicaciones oficiales. Son profesionales autónomos que forman parte esencial del tejido de barrio. Gente que trabaja con sus manos, que conoce a su clientela por su nombre y que no tiene una central que les cubra las pérdidas. Este apagón ha dejado claro lo mucho que dependemos de ellos.