SAILGP 2022

Estaba la balaustrada igual que una feria

Plazas, calles, locales, terrazas y, sobre todo, el perímetro marítimo del casco antiguo a la Bahía de Cádiz viven un multitudinario ambiente festivo en este primer día de competición

La Voz

Cádiz

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Dos piernas por balaústre y ningún cañón por banda que aquí han venido a jugar, a navegar, a pasarlo bien. Eso sí, a toda vela. Si en el otoño recién abierto vamos a estar a dos ya se verá. Cuentan algunos que, hace muchos años, entendieron el significado de la palabra «novelería» cuando vieron a dos exagricultores octogenarios, en una venta de carretera manchega, una mañana de domingo, discutiendo si Fernando Alonso debía parar para cambiar a «neumáticos blandos» en la vuelta 14 o en la 22. Esa sensación aparecía este sábado al pasar por la plaza del Mentidero, epítome del vetusto Cádiz doceañista sabio y, por tanto, frivolón. Allí se escuchaba a un pensionista lugareño advertir a otro: «Pues Nueva Zelanda no tiene mala pinta».

La clima de día feriado y distinto estaba en el aire con forma de helicóptero. Por tierra, con Policía Nacional a caballo. Por mar, en todo alrededor de Cádiz. El motivo era lo de menos. Los altavoces tronaban música festera en soportes instalados igual ante el ECCO que frente al Parque Genovés. Con una ocupación hotelera del cien por cien (que al parecer debe alegrar a todos aunque afecte a pocos, como la prima de riesgo baja o un índice bursátil disparado) y los paisanos comprometidos con esa causa, como con cualquiera que hubiera sido, no cabía un polizón más, un tripulante nuevo, en cada terraza. De la plaza de San Francisco, con batucada, a San Juan de Dios, con flamenco. Un coro y el cuarteto del Gago en el Mentidero. La sagrada herencia de Manolo Santander sonando entre el Carmen y la Candelaria.

«Esto suma y atrae, se respira un ambiente festivo»

«Bienvenidos siempre todos los eventos que hagan en Cádiz. Creo que Cádiz merece y necesita este tipo de iniciativas... Se ve color, se ve movimiento, se ve alegría. Es importante que Cádiz disfrute. Directa o indirectamente todos los negocios se ven beneficiados», resumía Jose Otero de El Tinte Superbar.

A unas decenas de metros, Cristina y Natalia Bernárdez defienden la barra, y las mesas, de La Parra de Veedor, esquina con Plata. El local está lleno. Cada sábado y domingo entre el aperitivo y la merienda, suele estarlo pero hoy, un poco más. Es el bar más antiguo de Cádiz. El que más años suma como establecimiento hostelero sin interrupción, con cambios de nombre y propiedad pero sin pausas. Arrancó en 1791, así que son 231 años nada menos. «Lo de la SailGP notarse, se nota, bastante. A primera hora, quizás no tanto pero al final sí que se deja sentir», detalla Natalia.

Carlos, en El Gato Jazz, en el callejón Obispo Cerero, que sale de San Antonio junto a la Casa Aramburu, asegura que «el año pasado había colas para coger mesas y este año, todavía no» pero nadie las descarta. La fiesta del mar, este sábado a las tres de la tarde, no ha hecho más que empezar. Enrique Hidalgo, de Arrebol, en la Plaza de Mina, ofrecía una impresión similar: «La sensación es que esta competición suma, atrae un turismo interesante. Se respira un ambiente agradable, festivo».

Y es que es difícil abstraerse de la serena diversión general. A las dos de la tarde comenzó a llenarse todo y al final la sangre caliente llegó a la balaustrada protegida con vallas rojas, donde soplaba una deliciosa brisa fría. Muchos de los presentes con unas banderitas repartidas al azar o por preferencias allá cerca del Trocadero, en el recibidor del casco antiguo. Igual te tocaba Union Jack que barras y estrellas, la rojigualda que sus antípodas. El ambiente, se veía venir, arreció a partir de las dos de la tarde. Una colmena de curiosidad, colores y diversión plana envolvía la parte antigua de Cádiz a las cuatro. Si el objetivo era llenar calles, plazas, paseos, bares, restaurantes, terrazas y, sobre todo, cualquier lugar desde el que se pudiera contemplar la Bahía: misión cumplida.

Mudanza turística: de Sur a Norte

Desde primera hora resultó llamativa la fuerza de atracción de esta competición nueva, extraña y lejana, la SailGP. Consigue incluso volcar el eje turístico de la capital gaditana. La precoz afluencia de público -incluso antes de mediodía aunque masiva a partir del almuerzo- en este sábado que abría las dos jornadas de competición en Cádiz lo demostraba. Grupos de forasteros rubicundos, agrupaciones familiares, más tráfico del habitual en el perímetro del casco antiguo un sábado tan temprano, una boda en el Parador Hotel Atlántico, otra con coche de caballos ante el Ayuntamiento... Todo apuntaba desde temprano a fiesta hostelera y turística mayor. Distinta pero grande.

Porque habitualmente, los grupos, las parejas, las familias, que se hacen fotos y recorren la ciudad con ese aire pausado y despistado -casi siempre en tirantes, pantalón corto y cabeza cubierta- que provoca el turismo vacacional se concentran en el Campo del Sur. La vista es imbatible, oceánica, hasta Cuba se ve si se aprietan fuerte los ojos. La cercanía de las grandes playas a las que acceder de forma continua, natural, el brillo dorado de la Catedral, la proximidad del circuito crucerista y la cerveza barata... Todo invita y atrae al forastero.

Igual suele suceder con La Caleta, pese a las obras que este último sábado de septiembre aún dificultan el tráfico con todo un carril cerrado. Pese al tétrico, guarro y peligroso aspecto de la Escuela de Náutica y su acera cortada, en la teórica milla idílica, es un imán para cámaras (de teléfono, claro) y miradas todo el año. Sin embargo, esta vez, este fin de semana, por raro que parezca, ni Campo del Sur ni La Caleta son las estrellas del baile. No tienen el campo de regatas delante y pierden su habitual protagonismo.

Los catamaranes (los que vuelan sobre el mar, no los que se pasan el día estropeados) y esta competición tan novelera consiguen invertir el mapa turístico de Cádiz. Por unas horas, por dos días, el escenario principal, el palco para ver y ser visto, es el opuesto, el interno, el de la Bahía. El Paseo de Santa Bárbara, trastero y trasero patio lastrado por décadas de abandono, proyectos absurdos y obras frustradas, se convierte de repente en graderío, en centro de alguna cosa por una vez. No lo era desde los años 80 ó 90, cuando acogía los cacharritos de alguna festividad local o esa verbena gigante y golfa llamada carpa de carnaval. La SailGP, como si tuviera remolcadores en vez de flechas voladoras, es capaz de tirar de una de las zonas más abandonadas de la ciudad, como el contiguo Campo de las Balas, otro potencial espacio público o turístico asombroso condenado a ser polvoriento parking de conveniencia.

La Alameda Apodaca, apocada por lo común, semiclandestina y ajena a las muchedumbres turísticas de Catedral, Mercado Central o San Juan de Dios, también ofrece desde la mañana de este sábado un trasiego mayor. Hasta el recinto portuario -atestado con las espectaculares velas y esas grúas que mueven los bólidos marinos- anuncia actividad llena de hangares plásticos.

San Juan de Dios cumple, como casi a diario, su función de Puerta del Mar (ubicada frente a la plaza) pero renovada con la presencia de un crucero, también madrugador, y miles de curiosos. Curiosa la presencia de moteros. Ruidosos, claro, y numerosos. En grupo. Será que simplemente han quedado para venir. Deslumbrante la presencia de pequeños veleros o barcos a motor, lunares blancos en el azul oscuro de la Bahía, privilegiados espectadores, y esforzados colaboradores, de la competición que de la tarde de este sábado. No dejaron de multiplicarse hasta parecer una plaga de langosta cuando comenzaban las pruebas. Todo el que tenía una barca, la cogió.

Lugareños dan el relevo

Muchos vecinos de Cádiz, de la Bahía, además de esos turistas españoles o extranjeros, hicieron lo mismo con el paso de las horas: bajar a Cádiz, tomar posiciones en perímetro, en esas barandillas de piedra protegidas con metal rojo, para hacer como que siguen la competición, como que les interesa. Lo que quieren es estar. Ver y oler mar. Como si fuera una carrera de caballas lo que hay de fondo. La expectación y la alegría parecen garantizadas. Ni los primeros, leves, síntomas de clima otoñal resultan una amenaza. Quedan para este domingo y en forma de dos nubes inofensivas.

El madrugador avance del bullicio lo pronostica. La competición es lo de menos. La necesidad de «democratizar» la vela, como decía en la víspera una organizadora, es secundaria. Allá ellos si son república o monarquía. Como la Magna, todo es un McGuffin, una distracción, una justificación colectiva e innecesaria para moverse, para que todos miren. Lo importante es tener una excusa para salir y bajar al borde del centro. Crea uno en el mar o no, en el glorioso pasado navegante de Cádiz, en la existencia de las sirenas o de las mareas bajas.

Música y Carnaval

El programa de actos paralelos también confirmaba ese vuelco en el perfil turístico de Cádiz, en la ubicación. El Baluarte de la Candelaria, frente a la Iglesia del Carmen, se convierte en una gran terraza: After Sailing. Los escenarios para actuaciones carnavalescas están justo ante este espacio, también en el templete del Parque Genovés, a 20 metros de Santa Bárbara, y en la plazuela del Mentidero, a 50. El mayor escenario, eso sí, coincide con el carnaval y está en San Antonio. Allí actúan grupos gaditanos tan notables como The Agapornis y The Electric Alley. Decenas de bares y restaurantes a disposición del respetable, desde la Plaza de Mina hasta San Agustín, de San Francisco al Pópulo. El interés de gaditanos y visitantes por pasear, disfrutar y tomar algo debe completar el resto de la jornada festiva de este sábado y la de este domingo.

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