Cádiz

20 años sin Canelo, el perro hecho leyenda urbana de lealtad

Su propietario ingresó en 1990 y nunca salió pero el animal esperó en la puerta hasta que un atropello lo mató en diciembre de 2002

Vecinos y animalistas que lo cuidaron durante los 12 años de espera en vano ante el hospital proyectan pequeños homenajes

Una trabajadora sanitaria prepara la 'cama' de Canelo a la puerta del hospital en enero de 1997. Efe/ jaro muñoz
José Landi

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Son relativamente frecuentes las calles con nombres de animales en España. El callejero de pueblos y ciudades acoge con normalidad al pez, al león, gato, perro, águila o ratón. Pero de forma genérica, como especie, o por algún episodio, siempre dudoso, perdido en la oscuridad de los cantares medievales.

En Andalucía, en España, apenas hay casos de una calle con el nombre propio de un animal en concreto, de uno al que se recuerda de forma exacta con ese sesgo de humanización que supone asociarlo a una palabra inconfundible que le distinga de los demás. Es el caso de Canelo, una especie de Terrier que en realidad era un mil leches. Un mestizo noble y sereno del color que justificaba su apelativo. Una calle, lateral y colindante al Hospital Universitario Puerta del Mar, lleva su nombre. Toda la ciudad conoce la leyenda –urbana, por tanto– que provocó ese reconocimiento ciudadano y humano.

Este año, el próximo 9 de diciembre, se cumplen 20 años desde su muerte. En la mañana de ese día lluvioso y gris, cuentan los cantares de juglaría –y alguno lo juraría–, un Volvo azul marino lo arrolló cerca del paso de peatones que cruzaba con asombrosa disciplina varias veces por jornada, en busca de unos minutos para el alivio, para estirar las patas.

Como dirían las novelas rancias y lacrimógenas: ese día murió el perro y nació el mito. Se acabó su vida como animal y empezó su existencia como leyenda de la lealtad, de amor entre humanos, canes y viceversa. Creció el relato del «perro gaditano» que nunca abandonó a su dueño, que esperaba como 'La sirenita', como 'Penélope' aunque todos le dijeran que nunca iba a volver nadie.

Antes de que llegaran las coplas de Carnaval, cuando murió, su historia ya era conocida y empezaba a expandirse. De padres a nietos. Especialmente en Extramuros. Había comenzado 12 años antes, en 1990. En primavera de aquel año que abría la década de la ilusión (devenida en chasco, crisis y horteradas) su amo tuvo que ingresar en el Hospital Universitario Puerta del Mar. Por entonces, casi todos los gaditanos lo conocían como «residencia» o «Zamacola», partes de su primera denominación oficial.

Desenlace y origen

Aunque no hay testigos ni testimonios, pruebas ni documentos, la leyenda dice que el dueño le dijo en la puerta «espérame aquí». Canelo se pasaría los próximos 12 años agarrado a esas dos palabras. Se le quedarán grabadas, rondando su cerebro si es que a los perros les pasa como a los humanos, que se atragantan con algún pensamiento, alguna frase y se les quedan clavadas.

La grave dolencia renal de su propietario les hacía ir con regularidad a ese hospital. Ambos eran conocidos, familiares. El camino, también. Pero esta vez la enfermedad se agravó. El amo permaneció ingresado algunos días –tres, nueve... Según quién interprete la fábula– pero nunca se recuperó, nunca salió. Falleció en el recinto sanitario. El perro, salvo las escapadas fisiológicas imprescindibles, no se movía de la puerta. Allí se acostumbró a dormir, a comer.

El personal sanitario y los vecinos empezaron a llevarle alimento, agua, a prepararle camas de cartón. Cuesta pensar que todos fueran compasivos. De hecho, alguien consideró impertinente, incompatible con la higiene sanitaria, su presencia permanente. Fue llevado a un refugio de animales, en Puerto Real, en dos ocasiones. Pero la leyenda ya había pasado por demasiada gente.

Hubo una protesta suficiente, numerosa. Tanto que las autoridades permitieron dejarle salir para que volviera a la puerta, a esperar tranquilo. También hubo dos intentos de adopción por parte de admiradores convencidos. Pero, de nuevo la mitología, dicen que se escapaba, que no quería a nadie más, que había quedado en esperar donde le dijo su dueño. A cada regreso a la puerta hospitalaria, era una personalidad mayor: el rey de la lealtad inquebrantable, el emperador de la fidelidad insobornable, el guardián más firme de la palabra nunca dada pero recibida.

A raíz de su segunda excarcelación, colectivos proteccionistas como Agaden reforzaron su compromiso, velaron por su bienestar y acordaron con los molestos –que también los hubo– preocuparse por la salud y la vacunación del animal, también por la higiene en la puerta del hospital. Allí perseveró hasta que un coche se cruzó en su camino. En realidad fue, justo, al revés pero las leyendas siempre precisan de alguna licencia. Igual se tiró. Quién quita. El 9 de diciembre de 2002 se acabó la espera. Ahí terminó su tristísima mirada.

En primavera de 2004, una propuesta de las dos federaciones de vecinos de Extramuros y del colectivo Agaden recibió la bendición del Ayuntamiento de Cádiz para dar su nombre a una calle, lateral y colindante al Puerta del Mar. No el nombre de una especie, el de un perro en concreto, el suyo: Canelo.

Esos mismos conmovidos, aún hoy, programan pequeños actos de recuerdo para el próximo 9 de diciembre. En el callejón, algo ajada, queda la placa en relieve que hace honor a toda leyenda. Alguno habría querido poner «cuanta más gente conozco, más quiero a mi perro» pero pone, en realidad: «A Canelo, que durante 12 años esperó en las puertas del hospital a su amo fallecido. El pueblo de Cádiz como homenaje a su fidelidad. Mayo de 2004».

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