con 'c' de cádiz

«Mi madre me cogió en brazos nada más escucharse la explosión de Cádiz»

fernando fernández picardo. jubilado

Una vida entera trabajando es una vida repleta de anécdotas e historias para no aburrir, y esas son las que no para de contar el Chato, una persona admirable con la que sentarse un segundo puede convertirse en un mundo

Fernando, el de los aluminios, en el Paseo Marítimo de Valdelagrana con Cádiz al fondo. l. v.
Alfonso Carbonell

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Si hubiera una guerra, un servidor no se lo pensaría dos veces antes de agarrarse a el Chato, un gaditano con tremenda hoja de servicio a sus espaldas que desde que tiene uso de la memoria esta la lleva a trabajar; primero, para ayudar a una madre que tuvo que sacar en tiempos de posguerra a nueve críos adelante y segundo, para ganarse el pan haciendo «de todo» en unos tiempos, eso sí, donde «el que quería trabajar, trabajaba». Por sus manos han pasado obras míticas de Cádiz y si el diablo se hubiera hecho con él habría podido entrar en todas las casas del casco antiguo gracias a su capacidad para montar y desmontar cerraduras. Pero no, si uno se acerca a Fernando Fernández Picardo (Cádiz, 1943), verá que solo Dios ha podido entrar en la cabeza de una persona que rezuma humildad, nobleza y bondad, características propias con la que se mueve un señor que se mudó hace años a Valdelagrana cuando en la urbanización portuense tan solo crecía un hotel.

Lo del Chato le viene por su prominente nariz, esa por la que un par de amigos médicos se preocuparon y le instaron a ponerse bajo las prodigiosas manos de un cirujano de renombre, pero en cuanto Fernando, el de los aluminios, escuchó de boca del doctor Mohamed que lo único que podría tener de malo su nariz era el tamaño no dudó en contestarle que «muchísimas gracias, doctor, pero con lo bien que yo respiro mejor me quedo como estoy; además, usted se imagina el cachondeo que se puede montar en Valdelagrana si yo aparezco ahora con la nariz de un modelo. Déjelo, déjelo». Y tal como fue a la consulta, regresó. Lo que viene siendo tener una personalidad como un camión de grande en una sociedad 'made in Facebook' donde la apariencia y la estética supera a la mente por goleada.

Y en estas que me encuentro en la terraza de El Galeón, (más conocido por el nombre de su propietaria, Janet) de Valdelagrana para disfrutar de una charla con un gaditano 100x100 que te cuenta historias y batallitas como el que se come un paquete pipas de cinco duros. El Chato, además, lo hace con una forma de hablar propia. Tan suya que en este bar que frecuenta los fines de semana le tienen un diccionario a su medida y que contiene esas palabras que sólo él domina y por las que bien podría tener una letrita en algún rinconcito de la Real Academia Española de la Lengua. No hay persona, ni calle ni casa, ni dirección de Cádiz que Fernando no conozca y no solo de oídas, sino por experiencia. Desde El Puerto lleva contemplando cerca de cuatro décadas a una ciudad, su Cádiz, en la que ha crecido y se ha desarrollado como una persona que hizo de su trabajo, su hobby.

-Años 40 del siglo pasado y a usted le da por venir al mundo. ¿Dónde situamos su infancia?

-Yo nací en las casas baratas, las de detrás de la residencia.

-¿Las bajitas?

-¿Bajitas? ¡Tres pisos!

-También es verdad, es verdad. Para esos años no es que fuesen bajitas, no.

-Eran altas.

-¿Y qué recuerda de aquellos años de posguerra?

-Me acuerdo que me cogió la explosión con tres años; aquello fue en el 47.

-¿Me está diciendo que la recuerda?

-Yo me acuerdo [Y muda el semblante de tal manera que a uno ni se le ocurre no creerle]. Me acuerdo de algo, de esto que te voy a contar, vamos. Recuerdo que mi madre estaba expurgando lentejas y me cogió en brazos nada más escucharse el ruido; luego me llevó por la playa para alejarnos lo más posible por el miedo.

-Joder, Chato, empieza esto fuerte. Me da que ya me ha dado el titular, pero sigamos. ¿A qué se dedicaban sus padres?

-Mi padre dice que era tranviario porque apenas lo conocí porque falleció siendo yo muy chico. Éramos nueve hermanos y yo era el octavo.

-Ya tuvo que poner vías su padre, eh.

-Aro, jajaja.

-¿A qué colegio fue?

-Yo estuve en el colegio del Padre Villoslada.

-¿Y cómo sacó esa familia adelante su señora madre?

-¿Eso? Trabajando. Hizo de todo; montó un trapero, vendía pan, trabajó en un freidor, montó un quiosco de chucherías; vendía todo lo que podía conseguir.

-¿A qué se jugaba de chiquillo?

-Jugábamos al pañolito, también a otro que se llamaba, al aznar.

-¿El aznar? ¿Como el apellido del bigote?

-Sí, sí. Se jugaba como montándote en borricate de otros que estaban contra la pared.

-¿Y cómo va creciendo y ganándose la vida?

-Entonces mi madre tenía un puesto de chucherías en el cine España.

-¿Que estaba en?

-Hoy hay una cosa de recreativos, en frente de Ciudad de Santander, donde el pabellón Portillo. Pues ahí estaba el cine de verano, el cine España. Allí ella vendía pipas, avellanas, pictolines, caramelos... En verano escaseaban las pipas, las avellanas no tanto. Entonces yo me iba de almacén en almacén y en autobús de pueblo en pueblo buscando pipas para comprar. Yo iba preguntando a los almacenes: '¿Hay pipas?' Que había, pues las cogía y después me dedicaba a tostarlas en el horno de leña El mirador, que estaba en el barrio Santa María. Se me ha olvidado ahora el nombre del hombre, joe. El otro día he estado hablando con el hijo.

-De estudios superiores y demás ni se hablaba en la familia supongo, ¿no?

-Nada, nada. No había posibilidades. Eso sí, trabajar, trabajaba. Con trece años estaba yo en Madrid.

-¿Y eso?

-Porque yo trabajé con Alexa, una empresa de aires acondicionados. Allí llegué porque entonces no había contratas en el Astilleros. La sede en Madrid de lo de los aires acondicionados estaba en la calle Juan Duque, número 5.

-¿Y qué tenía que hacer allí en Madrid?

-Porque nosotros hacíamos los contactos en Madrid para después montar los aires acondicionados en Matagorda, en la Bazán, aquí en los Astilleros, o a Elcano en Sevilla. Y allí que estaba yo con mi tintero y la pluma cerrando contratos; para hablar por teléfono había que ir al centro de Madrid.

-¿Y cómo consiguió este trabajo?

-Pues ese trabajo lo conseguí por un novio que se echó mi hermana que trabajaba en Alexa. Cuando acabábamos de instalar los aires en los petroleros que se hacían en los Astilleros de Cádiz, como por ejemplo, el Piélagos, o el Astorga, pues yo me quedaba las herramientas con la que habíamos hecho la obra. En mi casa de San Severiano tenía yo un altillo, pues ahí que metía yo las herramientas.

-¿Cuántos años se tiró en Alexa?

-'Me tirao' muchos años. También hice la mili.

-¿Cómo y dónde le fue?

-La hice en la Escuela de Explicación y Tiro, eso estaba donde el hotel Atlántico. Un año y varios meses, pero yo hice de enlace de compra porque yo tenía moto. La hice vestido de paisano.

-No suena mal.

-Vamos a ver, la instrucción la hice en Córdoba, en Cerro Muriano.

-Uff, donde ha pasado ahora fea

-Sí, las muerte de dos chavales. Pues allí estuve yo tres meses; cuando llegué allí se vivía en caseta de campañas, pues yo fui de los primeros en inaugurar los pabellones que se construyeron. No 'vea' para llegar allí desde Cádiz; ese tren tardaba... 'Oju', ¡qué barbaridad! Me duele hasta de recordar lo que tardaba eso en 'llegá'. Allí me pasó una cosa muy graciosa pero que me pudo costar un arresto jaja. Resulta que allí en el cuartel me encontré a un amigote que vivía en San Severiano que se llamaba Mellado y era cabo primero. Y lo primero que hice fue dirigirme a él casi gritando '¡Quillo, qué pasa colega!' Uff, no vea. Me echó una bronca porque al ser un superior se debía guardar unas formas pero yo no estaba acostumbrado a verlo en un cuartel. Jajajajaja

-¿Llegó a ir alguna vez al calabozo?

-Yo nunca en la vida.

-Se puede decir que tiene una experiencia bastante positiva de la mili.

-Sí. Yo me venía a Cádiz con un tal Nemesio todas las semanas porque me compré una Lambretta.

-¿Dos en la Lambretta a Córdoba ida y vuelta?

-Digo.

-Jajajajaja. Bueno, ¿y qué hace después de la mili con su vida?

-¿Con mi vida? Espera, espera, yo en la mili cogí un barco, el congelador Montenegro, para montarle el aire acondicionado.

-Veo que en la mili compaginó su oficio con el servicio militar. No paraba.

-Claaaro. Me acuerdo que en la mili me vino el señor Coloma, que era el dueño de la empresa Alexa, y me dice. '-Mira, que tenemos en Cádiz un barco congelador. ¿Tú quieres montarle el aire? -Pero yo estoy haciendo la mili'. Pero como yo estaba de enlace de compra e iba de paisano.

-Explíqueme eso de enlace de compras que me lo ha dicho ya dos veces y tiene que tener su rollo. ¿Entiendo que trabajaba para el Estado consiguiendo contratos o qué?

-No, no, no, no. Yo iba a todas las oficinas preguntando: -Mi teniente, ¿necesita algo?, -Don Manuel, ¿quiere que le traiga algo?' Y como era el único que tenía una Lambretta pues cuando se necesitaba algo en el cuartel o un superior quería algo, pues allí que iba yo con mi moto.

-Veo que lo ganaba bien.

-Sí, sí. Yo estaba asegurado.

-Qué arte. Bien que se lo montaba con la motito, Chato. Bueno, estábamos en que su jefe de los aires acondicionado le dice que tiene un trabajo para usted, pero tiene el problemilla de la mili. ¿Cómo acaba eso? Sorpréndame de nuevo.

-Cogí el trabajo.

-Así.

-Así.

-¿Con permiso del ejército?

-¿Yo que voy a tener permiso?

-Jajajajajajaja. ¿Y cómo lo hizo?

-¿Que cómo lo hice? Yo a las dos de la tarde ya estaba listo en la mili, aunque yo me despistaba antes.

-¿Pero no tenía que dormir en el cuartel?

-No, yo no porque mi madre era viuda y pude elegir cuerpo y sitio.

-¿Dónde era y cómo fue la obra?

-En la Bazán. Había que firmar un contrato que tenía que estar acabado el trabajo en tres meses y lo que hice fue llevarme a uno de la mili, un amigote mío que se llamaba Joaqui, para que me echase el cable e íbamos los dos en la moto.

-Este Joaqui tampoco tenía permiso.

-Tampoco. Hombre, claro. ¿Cómo lo iba a tener si yo no lo tenía?

-También es verdad. ¿Y no os cogieron?

-Pasó algo, y aquí está lo más grande. Cuando íbamos a la Bazán allí teníamos los conductos para que nosotros lo fuéramos montando por la tarde, a partir de las tres, que es cuando teníamos libre en la mili. Así estuvimos un par de días hasta que llegó el tercero; allí en el barco había un jefe de obra, pues este hombre se preguntaba si los tubos se ponían solos porque él llegaba por la mañana y se decía '¿quién está poniendo esto?'. Porque, claro, él se iba a las dos y cuando llegaba cada día se veía otro ramal de tubos puestos, y otro... Así que el ingeniero me esperó en la escalerilla y me siguió hasta el barco hasta que me pongo a trabajar y me dice: '-Mire, ¿usted es el que está montando esto? -Ji. -¿Y usted necesita un soldador, un electricista, un carpintero o un cortador? -Yo no. Yo lo hago todo; cortaba el metal y metía las bridas. -¿Usted sabe que todos los miércoles tiene que estar a las once en tal sitio para reunirse toda la gente de oficios para dividir el trabajo y para que no se molesten con las horas? -A esa hora yo no puedo venir. -¿Que usted no puede venir?' Y pa que le dije yo al tío que estaba haciendo la mili. Se puso así las manos [y el Chato se las lleva a la cabeza]. -¿Usted sabe lo que está haciendo? -¿Que si yo sé lo que estoy haciendo?'.

-Jajjajajajajajajajajajajajajajajajaja Se lo digo o se lo cuento.

-Te lo digo o te lo cuento jajaja. '-Pues claro que lo sé. -¿Usted sabe que esto debe estar acabado tal día porque cada día que pase de la fecha la empresa tendrá que pagar más. -Claro que lo sé. Y me sobra tiempo'. Y eso pasó. Y lo hice.

-¿Y se chivó?

-No, no.

-Jejeje. Bien ahí. Cerremos capítulo mili. ¿Qué hace después? Entiendo que vuelve a los aires acondicionados.

-No, ya me meto en contratas; a mí la mili me la pagaron también.

-Olé.

-Me quisieron hacer una jugarreta y me metí en el sindicato; el resultado es que me mintieron, pero bueno. Salgo y me meto en Montaje Asturias, en Latamen, en Montajes Sur, que era de Fernando Uribe, que era el contratista vasco; en definitiva, empresas de construcción, de soldaduras, de cartelería...

-Vamos, que no le faltaba el trabajo.

-No, a mí no me ha faltado el trabajo nunca. Yo he trabajado de todo; de tubero, de cartelero, de soldador...

-Dígame alguna obra de Cádiz en la que haya participado.

-En la Paloma. Urrutia era el contratista.

-¿Eso qué era?

-Una grúa de Astilleros que montamos con la gente de Bilbao; éramos ocho y los ochos hacíamos de peón, de soldador, de todo hacíamos. También trabajé en el Pórtico viejo de Astilleros.

-¿Dónde solía trabajar?

-En la Bazán, en Matagorda, en los Astilleros, en el Dique Seco y en Elcano.

-¿Cómo era esa vida?

-Muy buena; yo he ganado buenos dineros.

-Su trabajo le costaba.

-Eso también. Es más, para trabajar más me metí de noche porque cogí un taller como hobby, frente por frente al manicomio, en Capuchinos; estábamos arriba del todo de la calle Sagasta, dando al mar.

{-Donde está la guardería ahora -dice Fernando Fernández Aragón (Cádiz, 1973), su hijo, que está presente en la entrevista.}

-Por detrás de la guardería. Eso lo montamos entre cuatro. Manolo el cariñoso, que era muy conocido en Cádiz porque era uno de los mejores segundas de comparsas, que vivía en la calle Paz; Manolo Cepillo y Martín Bastón.

-¿De qué era el taller?

-De cerrajería. Entre una cosa y otra, al final me quedé con Manuel Cepillo.

-¿De qué año hablamos?

-Hace un 'puñao' de años. Uff, eso sería después de la mili, que la hice en el 65. Sería finales de los 60 porque [y comienza a cantar un pasodoble de Paco Alba de 'Los hombres del mar', del año 65] 'Maldito mes de noviembre del año 65 en un vagón de la Renfe me llevaron para hacerme quinto. Aquella mañana'...

-Eso es de Paco Alba y la música del Vaporcito.

-Pues esa copla era la que íbamos cantando en el tren cuando íbamos a la mili.

-Qué bueno. Estábamos en el taller por la mañana y en la contrata por la noche. ¿Cómo le fue el negocio?

-Cuando monto el taller ya estaba casado, con 25 años. Yo aquello lo monté como un hobby.

-Bueno, pero con la mayoría de hobbies se pierde dinero, aquí lo ganaba. ¿Qué más cosas se hacían además de cerraduras?

-Empecé haciendo ceniceros de pie, que los hacía de gavilla y los mandaba a cromar a la calle Osorio; yo hacía el armazón.

-¿Y de cerrajero qué tal?

-Me conocía todas las cerraduras de Cádiz; es que iba a dieciséis casas todos los días. Yo he podido entrar en todas las casas de Cádiz y aún me acuerdo de todas las medidas de las cerraduras. Le trabajé a Gayro, el de los muebles, entre muchos otros.

-Hombre, grande Gayro, que patrocinaba a muchos equipitos de fútbol sala.

-Eso es. Yo a Pepe le hacía los armazones y ellos compraban el cristal. También compraba la chapa para hacerles los guardabarros a los coches de caballo.

-¿Cómo era de grande el taller?

-Chico. De ahí me mandan a la Zona Franca porque aquello lo querían tirar para montar la guardería que está ahora. Nos dieron un local que aún lo estoy pagando en la Zona Franca. Aquello sería mediados o finales de los 80.

-¿Y qué actividad tiene ahora la nave?

-Ninguna.

-¿Y no la alquila?

-¿Tú sabes como están las cosas ahora 'pa' alquilar? De naves de esas hay miles.

-Joe, pues mira que decían que una buena inversión si te tocaba la lotería era comprar naves industriales...

-Eso era antes.

-Pues eso, volvamos a antes. ¿Cómo le afectó el cambio del Campo del sur a la Zona Franca?

-Bien. Lo monté en nada de tiempo.

-¿Seguía con el socio?

-No, no, lo que pasó es que Manuel Cepillo vendió su parte por 8000 pesetas a un chaval que venía conmigo, que es mi 'compare', Fernando Colón, y que me venía a ayudar. El tema es que con todo estos cambios el taller se quedó a mi nombre y lo conocían como el taller de los Fernandos porque estábamos mi 'compare' y yo. ¿Pero qué pasó? Pues que allí no había luz; tuvieron que cortar la carretera un mes para que me metieran la instalación desde Capuchinos a allí. Y eso me costó un dinero, picha. Lo que iba a ser un hobby para hacer ceniceros, guardabarros y tonterías de esas me supuso un problema que al final el taller estuviera a mi nombre. Por eso, después de trabajar en el taller me iba a echar más horas a Hierros Cervera, donde cortaba las chapas a medida que pedía Astilleros. A mí me daban de comer durmiendo.

-¿Cóóóóóóómo?

-Comer, ¿tú sabes lo que es comer? Pues a mi me daban de comer durmiendo. 'Dormio' me daba de comer mi mujer, entonces novia. Yo llegaba de trabajar de Hierros Cervera 'molio'.

-Ya veo, ya. De hecho, le quería preguntar por su vida paralela a lo laboral, pero veo que no tenía tiempo para nada más que para trabajar.

-No tenía, no tenía. A mí me daban de comer 'dormio' como te he dicho.

-Bueno, pues sigamos hablando de obras. Y no solo industriales.

-Yo hice en la calle Osorio el armazón del paso, que era de madera, del Medinaceli y le acoplé la plata, la canastilla y el monte de calvario que es donde va el Cristo. Y a la Virgen también le hice las vitrinas grandes donde reposa el manto. Yo he entrado en todas las casas de Cádiz de las calles Alcina Quesada, Compañía, San Bernardo... (y enumera un sinfín de ellas). Fernando, de Talleres Marfe, ha entrado en todas las casas de Cádiz.

-Supongo que también formaría parte de la creación de muchos negocios en Cádiz. Diga algunos por donde pasaron sus manos.

-Uno por ejemplo es La Marea de Mikel Elorza, al que conocía de trabajar en el muelle porque tenía una contrata (Elorgui) y se dedicaba a los barcos y cuando montó la marisquería me llamó para la obra y le monté la baraja. También trabajé con Arsenio e hice todas las paradas de autobuses, las marquesinas redondas, desde el bar Americano (lo que era el Río Saja) hasta Cortadura las hice yo; las antiguas de hierro, esas que estaban en frente de residencia o en Transportes Comes.

-¿Vale la pena trabajar tanto?

-Es que a mí siempre me ha gustado trabajar; y con cualquier cosa que tenga entre manos a la noche le doy vueltas en la cama hasta que la termine. Es que me gusta. Mira, ahora mismo me voy a comprar un coche de segunda mano y ya tengo la pintura para embellecerlo, quitarle los bollos, abrillantar el guardabarros; yo disfruto trabajando. Estoy más a gusto trabajando con la edad que tengo que sentado sin hacer nada.

-¿Duerme mucho?

-Nada. Tengo una pastilla para dormir y en nada ya estoy con los ojos abiertos. Y si estoy con algo para qué te cuento.

-Vamos a por un poco de historia. Ha vivido el régimen, la transición y la posterior democracia que hoy vivimos. ¿Qué me dice de Franco?

-Mira, yo te voy a decir una cosa porque así lo viví. Con Franco el que quería trabajar, trabajaba. Y el que quería ganar dinero, lo ganaba. Si tú eras un currante, como por ejemplo podía serlo yo en las contratas, y te metías en La Verdad, que era un bar que estaba en la salida de los Astilleros, en San Severiano; aquello estaba todo lleno de bares.

-¿Y qué pasaba ahí?

-Pues allí, en La Verdad, te llegaba a la barra el mismo dueño de la contrata y te metía 2000 pesetas en el bolsillo por currante; yo estaba de soldador, por ejemplo, pero si te lo currabas, además de las 2800 pesetas a la semana que yo ganaba, te daban esas 2000 extras si te consideraba un buen currante. Eso era un dinero entonces. Eso te lo hacía en plan sin que lo viera nadie. Te cogía en el bar y se te acercaba saludando 'Quillo, qué pasa' y te daba un abrazo o un apretón de manos para meterte el dinero que fuera en el bolsillo.

-Sus 'cojone' ahí.

-Aro.

-Venga, Chato, que ya hemos conseguido salir del muelle y del taller y por fin me ha metido en un bar. Cuénteme algo de ese Cádiz.

-Entonces estaban el Pay pay y el Salón moderno, uno en El Pópulo y el otro en la calle San Juan con salida al Campo del sur.

-Bueno está. Y se casa. ¿Cómo, dónde y con quién?

-Yo me casé en San Lorenzo; ella, Manuela, era de la calle Patrocinio, en el barrio La Viña. La pobre murió hace unos años. La conocí estando ella de luto por la muerte de su abuela; ella era muy vistosa, muy guapa. Antiguamente, se paseaba por la calle Ancha, y cuando tú querías ver pasar a una chavala que te gustaba te tenías que ir a la calle Ancha, que era el paseo. Y ahí la conocí; tendría yo 16 años. Y me he tirado 56 años casado y muy feliz de haber estado viviendo con lo que más he querido en el mundo.

-¿Y cómo eran esos convites de la época tras el enlace?

-Después lo que pasa es que yo me iba.

-¡¡¡¡¿Otra vez a trabajar?!!!!!

-No, no. A trabajar noooo. Jajaja. Los sábados, antes, no se trabajaba. Me preguntabas antes por cómo era mi vida fuera del trabajo, pues recuerdo que los sábados me reunía con Martín Bastón, el cariñoso (los dos con los que comencé a montar el taller), también con otro que llamábamos el Cherif; a todos nos gustaba mucho el Carnaval y nos íbamos a la calle María Arteaga con Sagasta y allí nos tomábamos unos vinos mientras echábamos una partida al mus. Como yo tenía un 600, lo cogíamos y nos íbamos a San Fernando, a Chiclana y terminábamos cantando carnavales en los bares.

-¿Ha llegado a salir en el Falla con alguna agrupación?

-Nunca.

-Pero veo que aficionado sí. Dígame copleros que le gustasen de la época.

-Por supuesto que Paco Alba.

-¿Lo conoció?

-¿No voy a conocer a Paco Alba? Yo he estado muchas veces en los bares con Paco Alba, y con Villegas. Paco Alba era un tío muy sencillo. Y te digo una cosa, Paco Alba no era de bares, iba a muchos pero porque le obligaban a ir.

-¿A qué se dedicaba él?

-Él era el listero de Astilleros, el controlador; el que se encargaba de anotar los nombres de los que entraban a trabajar en Astilleros y la hora a la que salían.

-Otro trabajo que se ha perdido gracias a la evolución de los maquinistas. ¿A quién no ha conocido usted?

-¡Yo he llegado a estar hasta con Cantinflas!

-Cierto, que fue el pregonero en el 86. ¿Cómo fue eso?

-Yo coincidí con él en el... ¿cómo se llamaba esto, joe? [y dirige su mirada a su hijo, que lo tiene en frente]

{-Mesón del Duque- le responde}

-Mesón del Duque, ¿que estaba en?

{-Paseo Marítimo- me responde}

-Eso era de Arsenio.

-Ah vale, vale, el padre de Raúl Cueto. Lo que hoy sería La Pepa.

-Eso es

-¿Y cómo fue eso de Cantinflas?

-No, no, que cuando fui a cenar allí estaba él también. Vamos, que coincidimos en el restaurante; yo iba con Manuel Pampará, que era el que mandaba en la cofradía del Medinaceli.

-Volvamos a Cádiz, pues.

-Yo fui socio del Cádiz por lo menos cerca de 30 años; mucho antes de los tiempos de Mágico. De aquellos tiempos recuerdo el cariño que se le tenía al Cádiz. De hecho, le tenía tanto que en una de esas crisis que tuvo me fui a la Caja de Ahorros de Cádiz para sacar 50.000 pesetas y entregárselas al Macarty.

-Joe, con el Cádiz, siempre a la cuarta pregunta. ¿Qué jugadores le marcaron?

-Manolito, Acedo... Recuerdo los dos años con el catalán Domingo Balmanya que el equipo jugó muy bien. También conocí mucho a Adolfo Bolea, a Llorente y tuve mucha amistad con David Vidal, el gallego, que hizo mucho dinero en el Logroñés; con Luis Escarti, que se crió en los pisos de Tabacalera.

Imagen principal - Arriba, la tarjeta de su taller.. Abajo, una fotografía suya de joven y a la derecha, con su amigo Miguel Caneda dando cuenta de una buen bicho recién pescado.
Imagen secundaria 1 - Arriba, la tarjeta de su taller.. Abajo, una fotografía suya de joven y a la derecha, con su amigo Miguel Caneda dando cuenta de una buen bicho recién pescado.
Imagen secundaria 2 - Arriba, la tarjeta de su taller.. Abajo, una fotografía suya de joven y a la derecha, con su amigo Miguel Caneda dando cuenta de una buen bicho recién pescado.
Momentos. Arriba, la tarjeta de su taller.. Abajo, una fotografía suya de joven y a la derecha, con su amigo Miguel Caneda dando cuenta de una buen bicho recién pescado.

-Lleva unos años viviendo en Valdelagrana. ¿Va mucho por Cádiz?

-No lo que quisiera, pero está muy cara la gasolina jejeje. No, en serio, aquí estoy muy bien desde el primer día que llegué.

-Ya somos dos, Chato. ¿Y desde cuándo lleva viviendo en Valdelagrana?

-Te cuento. Al casarme nos fuimos a vivir a Patrocinio, número 8, a casa de mis suegros; después nos fuimos a Diego Arias, donde nació mi segundo hijo y finalmente a la calle Trinidad, en la calle La Rosa, que es donde sigo teniendo la casa. Pero nos vinimos a vivir aquí por males; porque en la calle La Rosa vivíamos en un primer piso con carga y descarga y aquello era un jaleo tremendo. Mi mujer sufrió dos lesiones cerebrales y entonces nos vinimos aquí a una primera planta; primero nos veníamos los fines de semana, pero nos quedamos porque estábamos más tranquilos. Aquello sería el 89 o el 90. Ella murió a los cinco años aproximadamente de llegar. Y ya me quedé aquí.

-¿Y por qué Valdelagrana?

-Yo vine a hacer un trabajo por 50.000 pesetas cuando aquí nada más que estaba el hotel. Y mientras hacía el trabajo, uno de los días, leía un cartel en el que decía que 'por 25.000 pesetas tiene usted la llave'. Y había un guarda al que le pregunté si había algún piso vacío con opción de compra y me dijo que había dos, que eran donde se vestían los electricistas de la obra. Y me quedé con los dos. Llamé a un compañero para informarle también. Firmamos de letras... Y aquí en Valdelagrana, ni te imaginas las de negocios a los que les he hecho la obra. La Fría I y la II, el Rey de la Paella, La Marítima; un montón de cierres. Yo me sentaba en La Marítima (hoy el Pomodoro), que era el restaurante más bueno que había entonces, y me llevaba haciendo contratos por obra de un millón de pesetas de aquel tiempo.

-¿Y no echa de menos Cádiz?

-Claro que sí. Además, es que allí tengo a mi peña Nueva Gades, en la calle Belén, paralela a Trinidad. Yo soy uno de los propietarios. Mi condición para entrar, le dije al presidente, era que yo ponía dinero pero que no hacía barra porque es que no podía por el tema del taller, de donde salía muy tarde de trabajar.

-¿Nunca ha pensado volver a Cádiz?

-Es que aquí ya tengo a mi ambiente; tenemos a un club que nos abren, el Blegamar, que es donde jugamos al dominó. También me tomo mis cervecitas donde estamos tomándolas ahora, aquí en la Janet, que se está muy bien y rodeados de amigos.

-¿Sigue teniendo moto?

-Tengo una Piaggio, pero le prometí a mi hija que no la cogía más porque tuve un accidente.

-Bueno, eso está bien que ya se hizo bastante kilómetros con la Lambretta. ¿Qué echa de menos de Cádiz?

-La peña; allí tenemos un tablao y cuando era Carnaval yo me iba para allá dos semanas y cogíamos el bombo, la guitarra y montábamos allí una buena.

-¿Y qué más tiene Valdelagrana que tanto le atrapa?

-Yo desde el primer momento en Valdelagrana me he encontrado con mucho cariño. Además, en la zona de bloques donde vivo, Colomina; ahí ha vivido Felipe González, ¿tú lo sabes?

-Ahora que lo dice algo recuerdo vagamente.

-Pues sí, en las torres. Su entonces mujer, Carmen Romero, fue muchos años diputada por Cádiz, sería por eso que se compraron un piso aquí. Sabíamos los días que estaban aquí cuando veíamos una patrulla de la Guardia Civil aparcada durante la noche en el aparcamiento. Yo tengo firmado por Felipe González un pañuelo de cuando inauguró el club social de Colomina. Éramos vecinos, joe. Cuando más veía yo a Felipe González era cuando venía a Rota, donde tenía un barco del 'cuñao', y coincidíamos porque yo tenía un amigote que tenía dos yates, uno se lo compró a Aniceto Ramírez, el rey de la conserva. Porque los sábados me dedicaba a pescar con mi amigo Miguel Caneda, que trabajaba de ATS en Tabacalera. Pescábamos buenos bichos, que era lo que nos gustaba; alta pesca.

{-Y mi abuelo materno, que era comunista, le dio la mano a Felipe un día- aporta Fernando hijo, que recuerda que Colomina son los bloques últimos de Valdelagrana más pegados a los Toruños}

-Curioso, curioso. Pues Chato vamos a dejarlo aquí que llevamos más de hora y media si le parece y esto hay que escribirlo.

-Yo aquí puedo estar hablándote hasta mañana si quieres, eh. De Cádiz y de todo el mundo porque si hay algo que no he hecho en mi vida eso es enemigos.

-Jejeje. Lo sé, lo sé. No le descarto una segunda entrega el año que viene.

-Eso está hecho cuando quieras.

-Jajaja. Salud [y brindamos]

-Salud.

 

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