Cádiz

El barrio de este pueblo gaditano tiene uno de los nombres más curiosos de España

Ubicado en Puerto Real, gracioso para unos, soez para otros, este lugar siempre llama la atención del visitante

Leyendas y mitos de una provincia

La Reina Isabel, en uno de sus viajes. LA VOZ

J. M. A.

Cádiz

La provincia de Cádiz cuenta con uno de estos barrios cuyo nombre nunca provoca indiferencia al nombrarse. Para algunos simpático, para otros soez. Se trata del Meadero de la Reina, situado dentro del término municipal de Puerto Real aunque alejado del centro, limitando con el barrio Jarana y otrora lugar de acceso a la Ciudad Deportiva de la Bahía donde entrena el Cádiz CF.

Meadero de la Reina. Explícito, sin duda. Su nomenclatura se aferra a un hecho histórico, aunque más bien es una leyenda cimentada sobre un acontecimiento que sí recogen los documentos oficiales. Hay que remontarse siglo y medio, a los meses de septiembre y octubre de 1862.

La monarquía no gozaba de muchas simpatías. No se olvidaba la felonía de Fernando VII y la abolición de la Constitución de Cádiz, y tras la Revolución Francesa se observaba un profundo malestar en las clases populares, más conscientes de su situación y en una lucha reivindicativa por sus derechos (no en vano es época del germen de la I República).

La Reina Isabel II emprendía un viaje por Andalucía para recuperar algo del cariño de sus súbditos. Acompañada de su esposo Francisco de Asís y sus dos hijos mayores (el Príncipe de Asturias, futuro Alfonso XII, y la Infanta Isabel), llegaba a Cádiz procedente de Sevilla. Concretamente el 26 de septiembre, para permanecer en la provincia varios días.

En una de sus visitas, la familia real acudió a un despesque es un estero de la salina del Monte, propiedad del Estado. Uno de los artes tradicionales marineros, muy arraigados en esta tierra. El poeta y periodista gaditano Arístides Pongilioni relata esta visita. Disfrutaron de una jornada junto al pueblo llano, vieron como se sacaba la sal e incluso se dieron una vueltecita gaditana en canoa. Todo esto perfectamente recogido en las crónicas de la época.

Y entonces llega la leyenda que se ha mantenido por tradición oral. La Reina Isabel, por mucho que fuera monarca, tenía también sus necesidades primarias. Le entró un apretón y, ante la falta de alternativas, se fue detrás de un matorral para hacer pis sin que le vieran los lugareños.

No obstante, la historia tiene sus fisuras. Porque desde el lugar del despesque hasta la zona donde se supone tuvo lugar la micción hay un buen trecho, y se habla de urgencia. Mucha distancia. Pero eso no importa, porque la bola se fue haciendo cada vez más y más grande hasta que acabó dando nombre a esta zona que acabó siendo una barriada de Puerto Real.

La teoría del historiador Enrique Pérez Fernández, de Patrimonio de la Isla, es que «al subir al tren de vuelta a Cádiz, con el traqueteo y tanta agua contemplada, le debieron de entrar las ineludibles ganas y pidió que la máquina parara. Y se detendría donde la vía férrea entonces y hoy gira para tomar el recto camino que lleva a La Isla entre caños y salinas, en los terrenos inmediatos al Barrio Jarana, la carretera de Malas Noches o el Descansadero de la antigua venta del Arrecife».

Una historia que se hizo muy popular al contarse con gracia entre los gaditanos, que se sintieron bendecidos por el orín de la propia Reina Isabel II. Aunque no todo sea tan Real.

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