Consumo
El aceite de oliva, en máximos históricos por la sequía
La falta de agua merma la cosecha de aceituna, que será previsiblemente menor de lo deseable a finales de verano, y hará que los valores sigan siendo altos
El precio de este producto básico en la cocina depende del volumen de aceitunas recolectadas a nivel global y el próximo año seguirá siendo caro
El precio del aceite de oliva, un emblema de Andalucía y de las cocinas españolas, sigue subiendo y ha alcanzado su máximo histórico. La falta de lluvias ha repercutido muy negativamente en las últimas cosechas, por lo que la oferta se ha reducido para una demanda que, aun siendo menor de lo habitual, se mantiene estable y por tanto tirando hacia arriba de los precios.
Según la consultora especializada en alimentación Mintec, el precio del aceite de oliva, que se mide por kilos y no por litros, está ahora mismo a 8,20 euros el kilo, su máximo valor en la serie histórica. Si la comparativa se hace de forma interanual, el último informe del Instituto Nacional de Estadística cifra la subida en un 39% respecto al precio de esta apreciada grasa vegetal en este mismo momento del año en 2022.
Ese es el precio en origen, es decir, del aceite que venden a granel las productores a las empresas que se encargan de abastecer a las grandes superficies y también al pequeño comercio. Esta semana, un cliente que haya querido comprar un litro de aceite virgen extra en un supermercado, ha pagado alrededor de 8,50 euros por la marca blanca, siendo más caras el resto de opciones.
Sin embargo, no sería descartable que el efecto de la sequía, que puede repercutir de forma muy negativa a las cosechas previstas para finales del mes de septiembre, implicase una nueva subida porque puede haber menos existencias. Y eso influiría negativamente en la cantidad a pagar por el aceite en los entornos domésticos, puesto que el producto que se vende actualmente en los establecimientos proviene de unas reservas de almacenamiento compradas a un precio menor y por tanto ajenas a las últimas consecuencias de una sequía que, por más manida que parezca, sigue tensionado el bolsillo del ciudadano y comprometiendo el uso de un recurso escaso del que depende cualquier actividad humana.
Para conocer las implicaciones y las explicaciones de la coyuntura actual, el gerente de la cooperativa Los Remedios Picasa, Antonio Gerena, trata de ofrecer algunas claves. Bajo un calor extremo a primera hora de la mañana en las instalaciones que la sociedad tiene en Olvera, Gerena expone que los dos últimos meses están siendo complicados por la ausencia de agua, que lastra un olivar que es mayoritariamente de secano.
Unas impresionantes montañas de almendras, una de las actividades que trabaja esta cooperativa, ponen de relieve que este fruto seco se está convirtiendo en una alternativa atractiva para los agricultores ante la difícil situación del olivar, que ha dado la mitad de aceitunas que en la campaña anterior, que tampoco fue boyante.
«Si coges la mitad de aceite y quieres que esa mitad sea capaz de garantizar unos suministros en el mercado, por la ley de la oferta y la demanda, van a subir los precios», expone el gerente, que rápidamente precisa que este escenario no atañe únicamente a España, sino que viene derivado de las existencias de aceituna a nivel global y que están muy lastradas por la falta de precipitaciones en todos los países de la cuenca del Mediterráneo.
No se puede asegurar que la trayectoria ascendente de los precios vaya a seguir su curso, aunque «si el consumo sigue siendo importante, y las existencias son las que son, teóricamente, haría que el aceite siga subiendo». Pero es prematuro afirmarlo «porque se pueden estabilizar los mercados o reducir los consumos».
Esa reducción del consumo es ya un hecho en los hogares españoles. Pese a tratarse de un alimento básico, presente en multitud de platos y recetas, el bolsillo manda y ahora no se compra con la misma alegría que antaño. Un estudio llevado a cabo por la Universidad de Jaén sitúa este frenazo alrededor del 50%.
Los productores buscan soluciones para dar alternativas a los consumidores, de ahí que en Los Remedios hayan lanzado un nuevo formato de tres litros que viene a complementar la clásica garrafa de cinco. Pese a ello, no creen que el cliente esté comprando en menor cantidad por el hecho de que confíe en que bajen los precios y así adquirir más aceite cuando esté algo más barato: «Cada consumidor tiene sus hábitos de consumo y no compra con la esperanza de que baje el precio o no. El que compra cinco litros de aceite es que a lo mejor consume mucho más producto y quienes compran menos es que tal vez tienen una unidad familiar más pequeña», sugiere el gerente.
El rumor de que los distribuidores españoles estén buscando aceite en Marruecos es infundado, explican en la cooperativa: «La sequía no es solo inherente a España, que es el mayor productor a nivel internacional. Afecta también a Marruecos, a Túnez, a Turquía o a Grecia. En un mundo globalizado, los volúmenes se cuadran a nivel mundial. No existe posibilidad de traer aceite de otro sitio para que sea más barato». Los productores, además, no van a vender a un precio menor de mercado porque no es sostenible en términos económicos «y puede generar efecto llamada y quedarse sin aceite para satisfacer la demanda».
Que el precio que se paga por el aceite sea muy elevado puede llevar a pensar que el agricultor saca tajada de esta situación, algo que Gerena niega de forma frontal: «El agricultor no está ganando mucho dinero. Hay que tener en cuenta que si no hay producto, no se puede vender. Y al que tiene olivar le afecta la sequía porque puede quedarse sin cosecha, pero sí que tiene gastos como el abono, los fitosanitarios o el gasoil, que en muchos casos ahora están al doble de lo que costaban antes».
«Habrá agricultores que ganen un poco más y otros que pierdan mucho». Afirma igualmente que tampoco hay elementos en la cadena de distribución que estén encareciendo el precio para sacar beneficio: «Es que no existe producto. La subida de precios no es porque la distribución esté metiendo más márgenes. Yo diría que menos».
Para poner mayor énfasis en la dependencia absoluta de la cantidad de producto para establecer el precio, Gerena pone de ejemplo la campaña de hace tres años, en la que las cosechas fueron muy abundantes, superando la demanda: «Por aquel entonces, el aceite estaba a dos euros y el agricultor estaba perdiendo dinero todos los días y nadie se acordaba de ellos. Ni lo de ahora ni lo de antes. Hay que buscar un punto de encuentro en el que el agricultor pueda seguir trabajando y el consumidor consumiendo».
Muy sintomático es el análisis del momento actual que hace en pocas palabras el presidente de la cooperativa, Francisco Panduro: «Vale dinero el aceite pero no tenemos aceitunas».
En cualquier caso, aunque sea el mercado el que marque el camino del precio, intentan ajustar dentro de sus posibilidades los márgenes para que el consumidor siga comprando: «Es un producto básico, en esta zona la gente está familiarizada con un aceite que es de altísima calidad y con unas cualidades de salud encomiables. Sí que es verdad que si antes la gente gastaba tres litros, ahora gasta uno. Por eso intentamos que haya más formatos que se adapten a las necesidades de cada uno».
Puede afectar al empleo
El que haya menos aceite también puede tener su reflejo en el empleo, porque serán necesarios menos peones para varear y es probable que hagan falta menos operarios en las almazaras, lo que supone una dificultad añadida para los temporeros, que además de ver cómo la inflación y los altos precios complican su día a día, ven lastrado sus opciones de trabajo. En el caso de la cooperativa de Los Remedios, que recolecta aceituna mayoritariamente de la provincia de Cádiz y también tiene asociados en Málaga y Sevilla por su cercanía con la serranía gaditana, no tienen este problema, afortunadamente: «En la cooperativa hay muchas actividades y tenemos un modelo muy eficiente en la gestión de recurso. Cuando no es la campaña de almazara, es la de almendra, en septiembre el verdeo, tenemos fábrica de pienso, gestión de semillas y actividades ganaderas. El personal es cualificado y los tenemos con faena todo el año».
De momento, los productores confían en abastecer a sus clientes de confianza, generalmente las principales distribuidoras, que son las encargadas de llenar los lineales de las tiendas para que el cliente compre y tenga aceite en su casa. Pero las lluvias se antojan imprescindibles a medio plazo para que la producción no caiga en picado y evitar de esta forma que haya carestía de este producto tan arraigado a la cultura andaluza y mediterránea.
La invasión de Ucrania encareció el aceite de oliva
En febrero del pasado año, Rusia invadió Ucrania y la incertidumbre se apoderó tanto de los mercados como de los propios consumidores, propiciando imágenes de desabastecimiento en los supermercados porque algunos usuarios, presos del temor a quedarse sin suministros, empezaron a comprar grandes cantidades de un aceite de girasol que subió de precio.
«Los países del este son los principales productores de pipa de girasol y los mercados se dejan influenciar mucho por las noticias. En el momento en el que en la zona de producción había problemas y se complicaba la exportación, los mercados corrigieron al alza porque tenían que buscar productos en otros sitios y ahí se vio arrastrado el aceite de oliva. Subió el aceite de girasol y arrastró al de oliva», comenta Antonio Gerena. Aquella situación, que califica de coyuntural, se vio además agravada porque coincidió con la huelga de transportistas y un alto precio del gasoil.
El miedo también marca tendencias a la hora de llenar la cesta: «En aquel momento se vendió un poco más ese mes, pero las ventas bajaron el siguiente. El que consume dos normalmente y se lleva cuatro, ya no necesita reponer el mes posterior».
