Escena del Café del Espejo
Escena del Café del Espejo - JOSÉ RAMÓN LADRA

La nueva vida de los cafés literarios de Madrid

El Comercial o el Gijón son reliquias de la época de esplendor de las tertulias

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A la terraza del Gran Café de Gijón iba Lorca a hacer metáforas de fogueo y hoy el sitio es un monumento de nostalgias con menú para ejecutivos. El Café Comercial, esa hermosa reliquia de un Madrid «brillante, absurdo, y hambriento», según tríada insuperable de Valle Inclán, que era asiduo del Gijón, alterna aún algunas tertulias literarias y la retransmisión de los partidos del Madrid. Quiere decirse que el sitio es hoy una gruta alterna de poetas y forofos. Pero hay más forofos que poetas, y eso que la zona, Malasaña, tiene mucha afición de vates, como Lavapiés.

Pero a lo que íbamos. Se ha perdido la tertulia literaria, y quedan pocos grandes cafés literarios, salvo el Gijón, el Comercial, y poco más.

Cerró en su día, ya remoto, el Café Europeo, justo enfrente de El Comercial, en la Glorieta de Bilbao, y cerró el café Pombo, donde hacía malabarismos de bohemia Ramón Gómez de la Serna, con su tropa desportillada de grafómanos y actrices. Cerró el Lyon, donde César González Ruano tenía su oficina. Sigue ahí el Espejo, que fue sitio de medio rato de ilustres, y hoy tiene un bello pabellón acristalado, de aire art decó, donde parece que las horas van pasando en francés.

Machado, Blas de Otero...

En el Comercial se juega al ajetrez, a cualquier hora, y ahí escribía, hasta hace poco, el poeta Tomás Segovia, quizá el último poeta que se iba a perpetrar alejandrinos entre el jaleo de la tribu que va a merendar. En este mismo café tuvo rincón Antonio Machado, y ahí conspiraron Gabriel Celaya o Blas de Otero. En el Café Gijón ya no está Alfonso, El Cerillero, que te vendía marlboros sueltos, y cumplía de prestamista entre la golfemia de ley. Es aún un farde quedar en el Gijón, pero está copado al mediodía de ejecutivos de la zona, y en la noche ya no van aspirantes a actrices, o sea, maravillosas criaturas descarriadas, y de provincias, por lo general.

Hay poca tertulia literaria en Madrid, porque los poetas o escritores de estos cafés históricos se han muerto, y los nuevos están en internet. En el Comercial aún queda cierta tímida vida literaria interrumpida, y acaso esporádica.

Las tertulias son en la planta baja, o sea, donde siempre, y lo del Madrid es en la segunda planta, entre gentes que se ensimisman en las pantallas de internet y grupos que vienen a montar esos picnics del amigo invisible y otras bobadas parecidas. Hay quien sigue a Machado y hay quien sigue a Cristiano Ronaldo. La entrada vale lo que vale una cerveza, y a veces ni eso. Internet ha llegado al Comercial, sí, y también han llegado los goles del Madrid, que son goles que suele meter el Atlético. Quién le iba a decir a Cristiano que iba a trotar por el mismo café donde discutían alejandrinos los de la Generación del 27.

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