Kavanaugh: una incontestable victoria de Trump que divide más a EE.UU.

La controvertida confirmación del candidato del presidente ahonda la brecha social en el país y podría determinar el resultado de las elecciones de noviembre

Brett Kavanaugh, nuevo juez del Tribunal Supremo

JAVIER ANSORENA

«Ganar, y ganar, y ganar, y volver a ganar, y ganar, y ganar…».La legendaria explicación de qué es el fútbol de Luis Aragonés se la aplicaría sin pestañear Donald Trump para su corta pero frenética carrera política . Este sábado ha sido un día señalado para una de sus grandes victorias: el de la confirmación de su nominado, Brett Kavanaugh , como nuevo juez del Tribunal Supremo de EE.UU.

No hubo sorpresa y el Senado, el órgano que da luz verde al candidato elegido por el presidente de EE.UU., ungió a Kavanaugh como nuevo miembro de la más alta instancia judicial del país, con poder de decisión sobre los aspectos fundamentales de su democracia. Los senadores, como se esperaba, confirmaron al candidato de Trump con una mayoría escasa pero suficiente: 50 a 48 . Los cuatro senadores indecisos habían adelanto en la víspera cuál sería su voto. Los republicanos moderados Susan Collins y Jeff Flake y el demócrata Joe Manchin confirmaron que votarían a favor. Solo la republicana Lisa Murkowski dijo que votaría en contra. Al final decidió abstenerse ante la ausencia de un senador republicano -era la boda de su hija- y por la imposibilidad de que su voto cambiara el resultado.

La decisión de los senadores ponía fin a varias semanas de batalla política, mediática y social por la confirmación de Kavanaugh, al que varias mujeres acusaron de agresiones sexuales y del que se cuestionó su temperamento, su partidismo y sus hábitos con el alcohol.

En un EE.UU polarizado, la confirmación de Kavanaugh sirvió para asomarse a la brecha que divide el país y comprobar que es más profunda que nunca. Para una parte de la sociedad, la investigación de las acusaciones por parte de Christine Blasey Ford -que se ofreció a testificar delante de la Comisión Judicial del Senado- y de Deborah Ramírez fueron una pantomima: solo se entrevistó a nueve personas y apenas duró cinco días. Muchos de los testigos que ofrecieron las acusadoras no formaron parte de la investigación. Kavanaugh, además, demostró ser un juez que se deja llevar por las emociones -sollozó y lloró en su intervención ante el Senado- y tuvo un arrebato partidista poco habitual para alguien que debe ser apolítico e imparcial: calificó las acusaciones de agresiones sexuales de «golpe político calculado y orquestado» y de « venganza en nombre de los Clinton con millones de dólares de grupos opositores de izquierda », en referencia a Hillary Clinton, la candidata que perdió por sorpresa las presidenciales de 2016 frente a Trump.

En el bando contrario, los ataques son un intento partidista de descarrilar la nominación de un juez ejemplar, al que se ha tratado de acorralar sin pruebas, para minar la presidencia de Trump. «Todo el mundo es inocente hasta que no se demuestra su culpabilidad», insisten los líderes republicanos.

El presidente de EE.UU., lejos de mantenerse aislado del proceso de confirmación, se metió en él hasta el cuello. Defendió en todo momento la inocencia de Kavanaugh, también antes de que el FBI lo investigara, tildó el asunto de persecución política de los demócratas y convirtió el asunto en un nueva guerra identitaria en EE.UU.: en un mitin esta misma semana, se mofó de que Ford no se acordaba de algunos detalles de su acusación para desacreditarla, y advirtió que, ante la oleada de alegaciones sobre abusos sexuales, « este es un momento alarmante para los hombres de EE.UU ». Cuando se cumple un año del inicio de la campaña ‘MeToo’, desatada tras las revelaciones de los abusos sexuales sistemáticos del productor de Hollywood Harvey Weinstein y otros personajes poderosos de la política, la empresa y los medios, Trump agitaba el debate para galvanizar a sus bases conservadoras.

Tras semanas de revelaciones periodísticas, ataques cruzados entre partidos y protestas en la calle, EE.UU. amanece hoy más dividido que ayer. Trump y los republicanos se apuntan un tanto inapelable: en menos de dos años ha colocado a dos jueces en el Supremo, lo que cementa la mayoría conservadora en la decisiva corte, con cinco magistrados de claro corte conservador por cuatro liberales. Eso a pesar de que Trump obtuvo tres millones de votos menos que Clinton en las elecciones, de que los senadores republicanos representan menos de la mitad de la población de EE.UU. y de que las encuestas muestran que la mayoría del país está en contra de Kavanaugh (47% frente a 36%, según un estudio de este mes de NPR y PBS). La polarización en la confirmación deja una sensación de que el Tribunal Supremo es un órgano más ideologizado y partidista que nunca.

A corto plazo, sin embargo, el gran impacto de la confirmación de Kavanaugh podría ser político. Se ha producido a un mes de las elecciones legislativas de noviembre. La tensión del proceso ha electrizado a los electorados de ambos partidos. En los últimos días, Trump alardeó de que la persecución a Kavanaugh le beneficiaría en las urnas y provocaría la ‘marea roja’ de la que tanto ha hablado en los últimos meses. La confirmación definitiva de su candidato podría tener el efecto contrario.

De momento, lo que las encuestas muestran es que los demócratas ganan posiciones en la Cámara de Representantes, donde podrían recuperar la mayoría, mientras que el Senado podría consolidarse como republicano: buena parte del tercio de escaños que están en juego son en estados de fuerte implantación conservadora.

«Es un gran día para América», celebró este sábado Trump desde Twitter.

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