¿Qué países apoyan a Guaidó y cuáles a Maduro?

Resulta más breve, por una cuestión numérica, identificar a aquellos que se apartan del respaldo al opositor que a los países que lo apuntalan

Vídeo: EP

Carmen de Carlos

Nunca antes el régimen de Nicolás Maduro se había visto en el rincón de la soledad como ahora. Tampoco tiene memoria el sucesor de Hugo Chávez de que una orden suya, de desalojo, fuera desatendida con el desprecio con el que lo ha hecho Estados Unidos. La negativa de Donald Trump a reconocer la autoridad de Maduro para romper relaciones diplomáticas y por lo tanto a repatriar al cuerpo diplomático estadounidense destacado en Caracas, ha dejado en shock al régimen bolivariano. La encrucijada, para este caso puntual, le obliga a no hacer nada, entrar a punta de fusil o asediar la legación diplomática para evitar suministro de víveres y de energía. Esto es, matarlos de hambre algo que, por tratarse de quién se trata, resulta difícil de imaginar.

Washington recordó la inviolabilidad del búnker, que carece de embajador, y advirtió que está dispuesto a desembarcar en Venezuela si se roza un ladrillo de los suyos o a un compatriota. La decisión y determinación de Estados Unidos al reconocer a Juan Guaidó como «presidente encargado», se entiende en un contexto de unidad iberoamericana. Salvo excepciones, al contrario de lo que ocurría en los años 70, son los países del sur los que invocaron al norte (recodar Grupo de Lima etc) para que se sume al proyecto de terminar con la tiranía caribeña. Y en ese tren se subió de inmediato Canadá.

En verde, los países que han reconocido a Guaidó. En rojo, los que han apoyado expresamente al Gobierno de Maduro. Y en amarillo: los países que consideran ilegítimo al Gobierno de Maduro y piden elecciones democráticas en Venezuela, pero que no han reconocido oficialmente a Guaidó como presidente ABC

Resulta más breve, por una cuestión numérica, identificar a aquellos que se apartan del respaldo a Guaidó que a los países que lo apuntalan. La Nicaragua del terrorismo de Estado que gobierna Daniel Ortega y la Bolivia de Evo Morales , como era previsible, hacen frente común detrás de Maduro. Consideran al presidente de la Asamblea nacional (Congreso), un golpista. México no se expresa en esos términos y se remite a la doctrina Estrada, de no intervención que, por cierto, violó con la dictadura de Augusto Pinochet y en la Nicaragua de Anastasio Somoza, ambos, dictadores de la vieja derecha (con las de izquierda el rasero es otro).

Andrés Manuel López Obrador reconoce a Maduro como legítimo presidente pero insta a una solución «política». La novedad en la región con los últimos acontecimientos la ha dado Tabaré Vázquez al sumarse a la posición mexicana.

El resto de la región y la OEA , con el empuje sudaméricano de Argentina, Colombia, Brasil, Chile, Perú, Ecuador y Paraguay, tuvo reflejos inmediatos para dar legitimidad al presidente de la Asamblea Nacional que enarbola el artículo 233 de la Constitución para asumirse como interino o «encargado» al frente de Venezuela. Considera que la Presidencia está vacante porque Maduro no juró el cargo, como es preceptivo, en la Asamblea que preside. Dicho esto, y al margen del fraude electoral de mayo, la ceremonia de investidura del 10 enero tuvo el reconocimiento de Rusia, China, Turquía, los países bolivarianos mencionados y el de un enviado del Vaticano.

Desconcertada, la Unión Europea, por fin, reaccionó y emitió un comunicado donde se reafirma en su rechazo a Maduro pero no termina de mojarse a favor de Guaidó. «La UE pide con fuerza el inmediato comienzo de un proceso político que lleve a unas elecciones libres y creíbles, de acuerdo al orden constitucional», escribió Federica Mocherini (Alta Representante de Política Exterior).

Blindado por la cúpula militar (los mandos inferiores comienzan a desacatar órdenes) Maduro presume de haber roto relaciones políticas y diplomáticas con Estados Unidos e insiste en dar un ultimátum de 72 horas para el desalojo de la Embajada, («!Fuera! ¡Se van de Venezuela, aqui hay dignidad, carajo!», clamó) pero no dice nada de las económicas. Como Donald Trump, sabe que una palabra de éste bastaría para sancionar la exportaciones de crudo a Estados Unidos (cerca de la mitad del petróleo venezolano tiene ese destino) y con esto, el último capítulo de su historia en el Palacio de Miraflores quedaría escrito.

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