Donald Rumsfeld (1932-2021)

El ‘halcón’ de Irak

Muere Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa más controvertido de Estados Unidos del último medio siglo

Donald Rumsfeld, en el Pentágono en 2001, durante su segunda época como secretario de Defensa Afp

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Donald Rumsfeld siempre estuvo ahí. Fue el secretario de Defensa más determinante y controvertido de EE.UU. del último medio siglo por su papel en los años de la llamada ‘Guerra al Terror’ tras los atentados del 11-S. Pero Rumsfeld, que falleció ayer en su residencia en Taos (Nuevo México), tuvo protagonismo en casi todas las presidencias republicanas de las últimas cinco décadas.

La alargada sombra de Rumsfeld en la política estadounidense se explica con un hecho: fue, a la vez, el secretario de Defensa más joven (en la presidencia de Gerald Ford, a mediados de la década de los setenta) y más veterano (en la de George W. Bush, a principios de siglo) en llegar al cargo.

Y fue mucho más que eso: fue el miembro más joven de la Cámara de Representantes cuando ganó su escaño en 1962, se ganó la confianza de Richard Nixon -le puso al frente de la Oficina de Oportunidad Económica y, después, le envió como embajador a la OTAN-, fue la mano derecha de Gerald Ford -como jefe de Gabinete primero, como secretario de Defensa después-, Ronald Reagan le rescató para la política después de haber hecho fortuna en los negocios para ser su enviado especial a Oriente Próximo y lanzó una candidatura a la presidencia -fracasó pronto- en 1988.

La historia, sin embargo, le recordará sobre todo por su protagonismo en la Administración Bush, cuando estuvo al frente del Ejército de EE.UU. en las invasiones de Afganistán y, sobre todo, Irak, que siguieron a los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.

Rumsfeld fue un gestor implacable que se propuso transformar la fuerza de combate de la primera potencia militar del mundo: buscó hacerla más dinámica, menos dependiente de la presencia de soldados sobre el terreno y más adaptado a los nuevos desafíos. Si durante sus años en la Administración Ford su objetivo fue enfrentar otra superpotencia militar -la URSS de la Guerra Fría, encarado al jefe de la diplomacia, Henry Kissinger, que priorizaba la reducción de armamento estratégico-, en su segunda etapa como líder del Pentágono trató de adaptarse al nuevo enemigo: grupos terroristas y los Estados en los que prosperaba.

Su estilo brusco y decidido con el país en guerra le trajo popularidad al comienzo de las campañas en Afganistán e Irak. Él y Dick Cheney -que fue su protegido desde que le fichó para la Administración Ford-, fueron el ala dura de Bush, los ‘halcones’ intervencionistas en el teatro de operaciones del mundo, una forma de hacer política internacional en el partido repu-blicano que Trump combatió.

El enquistamiento de esos dos conflictos acabó por colocarle en un lugar poco privilegiado de la historia. En Irak, Rumsfeld no gestionó bien el escenario posterior a la invasión militar , no calibró el peso de los grupos insurgentes, ni logró establecer una estrategia militar sostenible en colaboración con las autoridades de Irak. Ante todo, no encontró la justificación a la guerra, la existencia de armas de destrucción masiva que siempre defendió, pero nunca demostró.

Pese a ello, Rumsfeld se va como el jefe del Pentágono con más peso desde Robert McNamara, que lo fue con John Fitzgerald Kennedy y Lyndon Johnson en la guerra de Vietnam. McNamara reconoció sus errores en aquel fracaso militar estadounidense en un documental de 2003. Rumsfeld, terco y combativo, se ha ido sin haberlo hecho.

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