José Luis Hernández Garvi

¿Qué hubiera pasado si el Desembarco de Normandía hubiera sido un fiasco?

No tendría por qué haber sido determinante en el desenlace final de la contienda

Debemos realizar un arriesgado ejercicio de política-ficción ante la pregunta de cómo habría sido Europa si el desembarco aliado en las playas de Normandía hubiera fracasado. En las últimas décadas han aparecido libros, películas y documentales que han planteado esa inquietante posibilidad, fábulas distópicas que nos han presentado una realidad paralela bastante sombría en la que el Viejo Continente permanecería unido por la violenta represión de un sanguinario régimen nazi perpetuado en el tiempo.

Sin abandonar el recurso que nos proporciona la imaginación, si pudiéramos viajar al pasado hasta las semanas previas al Día D para conocer más sobre los minuciosos detalles que rodearon la planificación de esta operación militar en los cuarteles generales aliados, descubriríamos con sorpresa las serias dudas que albergaron sus principales responsables sobre el éxito final de la operación. Existían demasiados factores a tener en cuenta y cualquier fallo -o jugada del destino- podía hacer inclinar la balanza del lado alemán. El propio general Eisenhower, como máximo responsable, llegó a redactar una carta en la que asumía toda la culpa en caso de que las tropas aliadas fueran expulsadas de las playas. Por tanto, la derrota entraba dentro de los planes aliados, aunque para mantener la moral alta se estuviera ofreciendo una imagen de confianza plena en sus posibilidades de victoria.

Con todo esto en cuenta, la derrota aliada era un supuesto factible que hubiera acaparado los titulares. Sin embargo, en caso de haberse producido, no tendría por qué haber sido determinante en el desenlace final de la contienda. Parece evidente que hubiera ocasionado un duro golpe para el esfuerzo de guerra y habría retrasado la apertura del segundo frente en Europa que tanto reclamaba Stalin. Puede que la unidad de los aliados también se viera debilitada, pero no hasta el punto de amenazar con una ruptura de imprevisibles consecuencias, tal y como vaticinaba Hitler en sus delirantes monólogos. Un análisis imparcial de las circunstancias en este sentido apuntan hacia una victoria aliada inevitable.

Desembarco en Normandía

Los desembarcos aliados en Italia abrieron un nuevo frente que acabó forzando la caída del régimen de Mussolini. Y aunque los aliados encontraron serias dificultades en su avance no pudieron ser detenidos por las fuerzas alemanas. Si retomamos la hipótesis de la derrota aliada en Normandía, la liberación de los ingentes recursos destinados en principio para el Día D habría reforzado su progresión imparable en Italia en una ofensiva constante que hubiera presionado sobre el flanco sur de la dilatada línea que los generales de la Wehrmacht mantenían a duras penas. Esta circunstancia habría obligado a la retirada de valiosas unidades de combate de otros frentes en una decisión que habría debilitado aún más su capacidad de resistencia ante el empuje de las divisiones soviéticas.

El fracaso del primer desembarco en Normandía no habría hecho desistir a los aliados de su empeño por establecer una sólida cabeza de playa en las costas del norte de Francia. Además de contar con la ventaja que proporciona aprender de los errores, la potencia demográfica, industrial y militar de los Estados Unidos habría puesto de nuevo en marcha toda su maquinaria para tomarse una apropiada revancha en un segundo intento. En el supuesto difícilmente imaginable de que se hubiera producido una nueva derrota aliada en Normandía, no resulta descabellado especular sobre la posibilidad de que los norteamericanos se hubieran planteado la posibilidad del lanzamiento de bombas atómicas sobre suelo alemán para doblegar así la resistencia del régimen nazi.

Llegados a este punto, resulta difícil hablar de retrasos en la conclusión de la Segunda Guerra Mundial y precisar así un final alternativo. Desde una perspectiva política, la derrota aliada en Normandía habría mermado el prestigio militar de Eisenhower, lastre que le hubiera impedido convertirse en presidente de los Estados Unidos. En directa relación, resulta inquietante aventurar si en el contexto de tensión militar durante la Guerra Fría se hubiera ido un paso más allá. Lo que sí parece claro es que la Unión Soviética habría extendido lo límites del Telón de Acero y el mapa de la Vieja Europa de posguerra hubiera sido muy diferente.

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