Donald Trump, en la firma de proyectos de ley en apoyo de las fuerzas de seguridad en la Casa Blanca
 Donald Trump, en la firma de proyectos de ley en apoyo de las fuerzas de seguridad en la Casa Blanca - Reuters

EE.UU. sale del Acuerdo del ClimaTrump recurre al nacionalismo ante una sociedad polarizada

La salida del Pacto de París reactiva a sus bases y desata la ira de las élites urbanas

Corresponsal en Nueva York Actualizado: Guardar
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Donald Trump necesitaba echar un hueso a su base electoral, y pocos tienen tanto jugo como el revuelto de escepticismo medioambiental, defensa del empleo, delirio persecutorio y ultranacionalismo de su anuncio sobre la salida de EE.UU. del Acuerdo de París.

Tras cuatro meses y medio en la Casa Blanca, el presidente de EE.UU. vive asaltado por escándalos y filtraciones continuas relacionadas con la injerencia de Rusia en las elecciones, acosado por la prensa y sin capacidad para imponer su agenda reformista en el Congreso, pese a que las dos cámaras están dominadas por los republicanos.

El receso legislativo del verano se acerca y los avances para suplantar la reforma sanitaria de su antecesor, Obamacare, la aprobación del presupuesto o la reforma fiscal no llegan.

Otra medida dedicada a sus bases -el veto migratorio a países de mayoría musulmana- está paralizada en los tribunales. Trump repite que ningún gobierno ha hecho tanto en tan poco tiempo, pero los progresos no se concretan.

El no a París no requiere del Congreso ni corre peligro de que lo frene un juez progresista. Es una apuesta que ahonda en la polarización del país y que contiene un cálculo difícil de negar: a los estadounidenses les importa mucho más la economía que el medio ambiente. Incluso aunque sus votantes prefirieran seguir en el Acuerdo de París -el 47%, frente al 28% en contra, según un estudio de la Universidad de Yale-, el medio ambiente no es clave en las urnas.

Una encuesta de Gallup muestra que solo el 2% de los ciudadanos lo considera el primer problema del país, mientras que el 21% sitúa la economía como el mayor desafío.

La brecha costa-interior y campo-ciudad

El anuncio de Trump, sin embargo, ha sacudido a buena parte de los estamentos y de la opinión pública del país. Desde que se supo que el presidente desvelaría su decisión sobre cambio climático, buena parte del tejido político, social y empresarial de EE.UU. se movilizó en contra de la salida.

Esta revuelta muestra que las diferentes brechas que resquebrajan al país, que mostraron las costuras de EE.UU. en las elecciones y que facilitaron el ascenso de Trump al poder, siguen tan abiertas como el pasado noviembre.

En primer lugar, es una brecha entre la costa y el interior. Ayer los gobernadores de tres de los estados con más peso -California, Nueva York y Washington- anunciaron que continuarán y ampliarán sus esfuerzos para alcanzar los compromisos acordados en París. Estos tres estados costeros suponen un quinto de la economía del país y su actitud contrasta con la de los representantes políticos de los estados interiores, de cuencas mineras empobrecidas, del cinturón industrial oxidado, que aplauden de forma casi unánime la decisión de Trump.

Es una brecha también entre campo y ciudad. Una treintena de alcaldes de urbes importantes han rechazado el no a París y abogado por mejorar su eficiencia energética. Entre ellos, los de ciudades en estados pro Trump como Austin (Texas) o Pittsburgh (Pensilvania), en una actitud difícil de encontrar en las zonas rurales.

La polarización también se nota entre las elites académicas y empresariales y la clase media deteriorada. Ayer, cerca de 80 universidades se comprometían a trabajar por los compromisos acordados por Barack Obama con la comunidad internacional. También lo hacía decenas de gigantes empresariales, de Apple a Morgan Stanley, pasando por energéticas como Royal Dutch Shell. El consejero delegado de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, emitió su primer mensaje en Twitter para criticar la decisión de Trump.

Los esfuerzos de esta revuelta están coordinados por el multimillonario Michael Bloomberg, exalcalde de Nueva York. «Washington no puede parar nuestro progreso climático», aseguró ayer Bloomberg.

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