Los «chalecos amarillos», el Mayo del 68 de las clases medias, amenaza a la Francia de Macron

La pareja formada por el presidente y el primer ministro ha vuelto a intentar alguna forma de diálogo con algunas delegaciones de un movimiento sin organización, sin dirección ni portavoces oficiales

Un coche quemado durante los disturbios de los «chalecos amarillos» en París AFP

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Francia espera muy inquieta la respuesta que Emmanuel Macron debe dar a las violencias urbanas y la angustia social precipitadas por la fronda nacional de los chalecos amarillos , que comienza a percibirse como una suerte de Mayo 68 de las clases medias que temen el riesgo creciente de la precariedad.

Portavoz de 18.365 empresas, la Asociación nacional de industrias alimenticias (ANIA) lanzó el lunes un primer grito de alarma: el sector agroalimentario podría perder 13.000 millones de euros , si se prolongasen, en vísperas de Navidad, los cortes y bloqueo de carreteras y transportes, afectando gravemente a muchos centros comerciales.

El 98% de las 18.365 empresas integradas en ANIA son pequeñas y medianas empresas, que dan trabajo a 386.412 empleados , con una cifra de negocios superior a los 170.000 millones de euros, con un 20 % de su producción destinada a la exportación.

Richard Girardot, presidente de ANIA, ha lanzado una advertencia dirigida al presidente Macron y a toda la nación: «Nuestro sector está en peligro, algunas pequeñas y medianas empresas no pueden hacer frente a sus compromisos de entrega, en vísperas de Navidad. Pedimos a los poderes públicos ayuda de urgencia , hasta conseguir que cesen los cortes y bloqueos de carreteras y autopistas, que penalizan gravemente a nuestros clientes y distribuidores, con un daño irreversible para la cifra de negocios y el empleo».

A veinte días de Navidad, se trata de un aldabonazo sensible, cuando el movimiento de los chalecos amarillos sigue en confuso pie de guerra y Édouard Philippe, primer ministro, inició el lunes un rosario de consultas con representantes de los sindicatos y los partidos políticos con resultados aparentemente próximos al cero a la izquierda.

El presidente Macron ya pidió a su jefe de Gobierno que recibiese y «escuchase» a representantes de los chalecos amarillos, la semana pasada. Recepción y escucha que terminaron con el estrepitoso fracaso previo al incendio de París, el sábado.

La pareja Macron - Philippe ha vuelto a intentar alguna forma de diálogo con algunas delegaciones de un movimiento sin organización, sin dirección ni portavoces oficiales. Aquí y allá, en numerosos puntos de Francia, portavoces improvisados del movimiento comenzaron ayer tarde a rechazar el diálogo , avanzando razones de este tipo, en orden disperso: «No queremos servir de tapadera para unos políticos que se sirven de nosotros para intentar enterrar el movimiento. Que hagan un gesto y luego veremos».

La batalla campal, en los Campos Elíseos, el sábado día 24, seguida de la «profanación» del Arco del Triunfo y el espectacular rosario de barricadas e incendios del sábado pasado , no han provocado un movimiento de rechazo rápido y definitivo. Bien al contrario: han abierto nuevos frentes de crisis.

Los chalecos amarillos de la muy primera hora perciben con inquietud que el movimiento se radicaliza y escapa a todo control. Se trata de los chalecos «de cierta edad», que esperaban y esperan gestos contra la subida del precio de los carburantes y el incremento del costo de la vida. Inquietos, esos sectores culpan a Macron de su «inmovilismo». Temiendo que la crisis pueda agravarse.

Los chalecos amarillos más jóvenes, profesionales amenazados por el paro o la precariedad , tampoco quieren saber nada de las violencias callejeras, pero no la rechazan de manera terminante.

Inexistente una organización y dirección del movimiento, esos grupos tranquilos y pacíficos dicen desear manifestarse indefinidamente , insistiendo en que ellos no son violentos ni quieren saber nada de la violencia callejera.

Sin embargo, la «marca» chalecos amarillos se ha convertido en una franquicia utilizada por bandas y grupúsculos de extrema derecha , extrema izquierda, o incontrolados, «autónomos», que también convocan acciones y manifestaciones difíciles de controlar.

La violencia y profanación del Arco del Triunfo, el más emblemático de los monumentos del patriotismo nacional, ha confirmado la diversidad inflamable de un movimiento incontrolado. A unos metros de la llama perenne que «guarda» la tumba del soldado desconocido aparecieron al sábado pintadas de extrema derecha, extrema izquierda y «autónomas» , entre la «tradición» («¡La extrema derecha barrerá a Macron!»), la chulería grosera («Macron, te vamos a follar») y la extrema izquierda tradicional («¡Venceremos, los chalecos amarillos vencerán!»).

Los especialistas en guerrilla y violencias urbanas se preguntan cómo disuadir y combatir un movimiento tan «poliédrico», sin «centro», sin organización, sin dirección.

Édouard Philippe, jefe de Gobierno, inició ayer una ronda de conversaciones con representantes de sindicatos y partidos . Sin resultados tangibles. Extrema izquierda y extrema derecha intentan capitalizar la crisis. La derecha tradicional y el PS proponen «alternativas» muy alejadas de la realidad.

Ante tal panorama, confuso e inflamable, la opinión pública espera ansiosa la deseada respuesta de Emmanuel Macron, para intentar evitar otro estallido de violencias el fin de semana que viene.

Christophe Guilluy, geógrafo, creador del concepto de Francia periférica, insiste en un punto central: «El presidente Macron y las elites parisinas llevan años ignorando y humillando a los franceses de clases medias más modestas, que están corriendo el riesgo de la precariedad». Esa pudo ser la matriz original del movimiento de los chalecos amarillos, que ha desembocando en otras manifestaciones de angustia social y violencia urbana.

Jacques Julliard, historiador, estima, por su parte, que la crisis en curso corre el riesgo de convertirse en una suerte de Mayo 68 de las clases medias… es una tradición muy francesa apelar a la «revolución» para intentar «explicar» muchas crisis de fondo. Muchos chalecos amarillos de la muy primera hora enarbolaban pancartas que decían: «1789 - 1848 - 1968 - 2018». Se trata de una suerte de aspiración mesiánica y de nihilismo social.

Jacques Julliard recuerda que Mayo 68 terminó con unas elecciones que dieron al general de Gaulle la mayoría política conservadora más grande desde 1919. Julliard estima que poco puede esperarse un movimiento sin organización , sin dirección ni programa concreto, navegando sin rumbo conocido por las agitadas aguas de la angustia social.

Menos apocalíptico, el francés medio espera inquieto que Emmanuel Macron tome la palabra con un discurso solemne , intentando explicar como se propone salir de una crisis cuyos flecos económicos, sociales, políticos, incluso culturales, continúan agravándose a un ritmo incontrolado desde hace dos semanas.

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