«Viví para vivir» es el epitafio que Jesús Mariñas eligió de despedida

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Pilar Vidal

Pilar Vidal

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«Viví para vivir», ese me gustaría que fuese mi epitafio. Así lo dejó escrito Jesús Mariñas , el periodista que hizo de la crónica rosa un género, gracias a su pluma y su lengua afilada y ácida, que no malvada como muchos creen y que el explicaba en sus memorias ‘Jesús por Mariñas. Memorias desde el corazón’ (Ed. La Esfera de los Libros). «Confundían mi acidez con la maldad. Para ser malo se necesita una inteligencia que no poseo o un resentimiento que no tengo».

No le gustaba que le llamaran maestro porque de lo especial y único que era, no deja heredero pero sí mucho legado en esta prensa que tanto defendió. «Ser cronista del corazón no significa ser un indocumentado como hoy critican algunos que se creen por encima del bien y del mal. Me cultivé todo lo que pude. De los que aparecen ahora como supuestos periodistas no puedo decir lo mismo», escribió en sus memorias. Más bien era una enciclopedia andante. Todo lo sabía y todo lo había vivido en primera persona.

Su primera entrevista fue a Wenceslao Fernández Flórez , al que fue a ver en Cecebre, una parroquia de Cambre, en la provincia de La Coruña donde vivía. «Fui acojonado a ver al autor de ‘El bosque animado’. Llevé un ejemplar de una primera edición que compré en una tienda de segunda mano, se quedó sorprendido y me lo dedicó. Tenía fama de mal carácter, pero le hizo gracia encontrarse con un imberbe que se atrevía a enfrentarse a él».

Con Rocío Jurado en Radio España

Luego vendrían sus crónicas en ‘Época’, ‘Tiempo’ y en 1998 fichó por ‘La Razón’ y hace unos años también por ‘Diez Minutos’ y una carrera televisiva hasta hace unos meses. Cámara en mano, con una memoria prodigiosa captaba cada detalle. Recuerdo en el funeral de la duquesa de Alba cuando compartimos espera en la puerta de la basílica de San Francisco el Grande y se acercó a Don Juan Carlos, entonces Rey, y el Monarca departió un minuto con él para asombro de los allí presentes, incluido los agentes de seguridad. Aunque muchos crean que se avergonzaba del puñetazo que le dio el Nobel de Literatura, Camilo José Cela en Marbella en agosto de 1991, por lo que había escrito de su suegra. Nada más lejos, Jesús tenia una copia enmarcada en el salón de su casa y tituló la crónica en ‘Época’ como La mano que escribió ‘La familia de Pascual Duarte’ acarició mi rostro.

Junto a su gran amigo Julio Iglesias

El mismo se indultó un ninot de las Fallas que guardaba con cariño de Valencia, cuya televisión autonómica le dio días de gloria.

Sus viajes eran una aventura. En el último unos meses antes de la pandemia coincidimos en Punta Cana. Allí fue retenido medio día en la aduana por la Interpol porque habían hecho una copia del pasaporte del que él había denunciado su extravío. Pero eso no impidió que disfrutase como el que más. El 11S, día que derribaron las Torres Gemelas se encontraba en Nueva York. Se celebraba la Semana de la Moda. «Por si el mundo se acababa me fui a comprar libros y ropa» , confesó en sus memorias. Allí podía haber desaparecido junto a su gran amor, Elio Valderrama , un maravilloso cubano al que conoció hace más de 30 años en la Gran Vía madrileña y del que ya no se separó. «No sé quién ha soportado mejor los desvaríos del otro. Supongo que Elio». Con él se queda una parte de Mariñas «Es mi otra memoria y estoy seguro de que la suya daría para un libro más jugoso que este», terminó el suyo. Deja viudo y huérfana la crónica rosa. D.E.P.

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