Entrevista

Karlos Arguiñano: «Me cabrea ver a niños obesos. Tienen que comer lo mismo que sus padres»

El cocinero más televisivo de la historia de España acaba de lanzar su último libro, 'La cocina de tu vida', y conversa con ABC sobre su trayectoria y sus preocupaciones políticas y sociales

Karlos Arguiñano posa para ABC con su nuevo libro 'La cocina de tu vida' en el plató de su programa de televisión Adrián Delgado
Adrián Delgado

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Karlos Arguiñano tiene claro qué cenará «antes de palmarla». «Solo se muere una vez, es lo bueno», señala el cocinero vasco antes de describir la minuta. «Quiero 150 gramos de cocochas. Bien fresquitas. Una paletilla de cordero. No una pierna, quiero paletilla de lechal. Acompañada de patatas, asadas con un ajo y cebolleta. Bien rustidas. Una botella de mi chacolí K5. Y de postre la tarta de ciruelas que hace mi hijo Joseba», enumera. Arguiñano habla de la muerte con la misma naturalidad que de la vida. La cotidianeidad de la que ha participado desde hace más de 35 años, entrando en las cocinas de las casas –de España y de Argentina– a través de la pantalla del televisor. Directo, franco, sin tapujos, con la carcajada a mandíbula batiente y la mirada seria con la que reprocha la actitud de quienes se han aprovechado de su posición de poder para «hacer caja».

Karlos Arguiñano A. D.

«Aunque los juzguen y los condenen, todavía no he visto a uno devolver un céntimo de lo robado. De eso la prensa no habla», censura. Su carácter es así, transparente como la pequeña pantalla. «Le doy las gracias a la prensa por lo bien que me ha tratado toda mi vida», añade al instante. Podría parecer que a los 73 años , «después de haber logrado hacer todo lo que ha deseado en su vida» se puede permitir cualquier licencia. «Me callo muchas. No digo ni la mitad», asegura. Prefiere contar chistes –los que la franja horaria le permite–. «Los muy verdes me los guardo para los amigos», dice socarronamente. Fuma «todo lo que puede» –aunque no se trague el humo– como vive cada día. Los celebra uno a uno y está feliz de poder haber publicado su último libro: ' La cocina de tu vida ' (Planeta).

Tras la encimera en la que libera a más de un millón de espectadores de la tarea de saber qué cocinar cada día, Arguiñano exhibe su obra. Un total de 950 recetas . «No hay ni una repetida en ninguno de mis libros. Como para repetir... Llevo hechos siete mil programas», presume. Eso se traduce en más de 32 años delante de la pantalla que revive en una conversación con ABC.

¿Por qué te hiciste cocinero?

Mi madre era inválida y yo era el más mayor. Me tocó ayudar en cocina. Con siete u ocho años yo venía de la escuela y me ponía a limpiar los puerros, a pasar una salsa de tomate, a pelar patatas, a preparar la mesa... Mis primeros pasos en una cocina fueron en un 'txoco' con los amigos de la cuadrilla. Con trece o catorce años ya empezábamos a hacer nuestras propias comidas. Algunas veces comíamos bien y otras... de puta pena [risas]. Recuerdo unas manitas de cerdo que les hice una vez y rebotaban en la pared de lo duras que estaban. Todavía me lo recuerdan los muy cabritos.

Os gustaba mucho comer...

Nosotros somos de una familia muy humilde. En mi casa había lo justo. Ni en Navidades entraba algo especial. Yo me hice cocinero en parte porque me encanta comer. Cuando entré en un restaurante dije: "¡Esto es la hostia, si hay de todo!". Salmonetes, lenguados, rodaballos, lubinas, doradas, langostinos, cigalas, almejas... Y yo tenía 19 años. ¡De aquí no te muevas, Arguiñano, no te muevas! –recuerda que se dijo–. No era para mí, pero el cocinero siempre prueba...

¿Qué recuerdas de esos productazos que veías y probabas?

Con 20 años estaba de cocinero en el hotel María Cristina de San Sabastián y hubo una boda de 500 invitados. Era como la boda de Ronaldinho en la época –cuenta, entre risas–. Yo estaba en el cuarto frío y era el que montaba el caviar en unas tacitas de porcelana. Eran latas de dos kilos, como si fueran de tomate en conserva... Cada seis cucharitas montadas me comía una. Se me iban cayendo sin querer –ironiza–. Cada vez que como caviar, que a lo mejor es una vez al año, la mente me traslada a esa primera vez que lo probé hace cincuenta años.

¿No sabes comer sin memoria?

Lo de la memoria al comer y al beber me pasa mucho. Me tomé una vez una copa de Chateau d'Yquem estando en la escuela y luego hicimos un viaje de estudios a Burdeos. Allí me pusieron un blanco y, en cuanto lo probé, dije: "Esto es Chateau d'Yquem". Y a los 20 años me volvió a pasar en otra comida. La memoria está ahí desde que empezamos a comer de niños.

Te preocupa mucho la obesidad infantil ¿Lo estamos haciendo bien con los niños?

Estoy muy preocupado. Porque en un país como es España en el que tenemos una cocina amplia y variada, con un montón de legumbres, frutas, verduras, carnes y pescados de todo tipo, que haya niños de seis o siete años con exceso de peso no es normal. Esos niños no van a ser felices porque no pueden correr, no pueden competir... Cuando son adolescentes y empiezan a estar con las chicas y los chicos no interesan porque están gorditos. Me preocupa un montón porque digo... aquí solo van a triunfar los guapos. No puede ser.

¿Y quién tiene la culpa de esto?

La alimentación. Yo no digo que no haya que comprar comida preparada, cocinada o precocinada. No todos los días. Pero solo los días que no tienes tiempo realmente. El que diga que no tiene tiempo para cocinar miente. ¿No tienes 15 minutos para hervir unas judías verdes con patatas? ¿O para hacer una crema de guisantes en 10 minutos para darla a tus seres queridos?

Pero no todos los niños comen de todo...

Los niños tienen que comer lo mismo que comen los padres pero en proporciones más pequeñas. No entiendo los menús para niños. Si los padres comen lentejas y albóndigas, el niño tiene que comer un platito de lentejas y dos albóndigas. Y un trozo de buen pan para que unte.

Siempre has dicho que no crees en las dietas, ¿cómo se puede adelgazar sin hacerla?

Es muy sencillo. La mejor receta para adelgazar es la 'C. L. M.": comer la mitad. Esto lo vengo predicando hace años. Me lo dijo un médico hace 45 años y no se me ha olvidado.

¿Y cómo podemos inculcar principios a los niños para que aprecien la alimentación?

Por ejemplo, visitando los mercados llevándolos de la mano. Por dónde hemos viajado Luisi –su mujer, de la que ruega informar de que se encuentra en perfecto estado de salud tras la aparición en prensa de noticias que define como falsas– y yo les hemos llevado a los mercados, para que vieran lo que se come y cómo se come en cada sitio. Eso también es cultura.

Has tenido y tienes millones de personas que siguen tus programas de cocina y, por ende, tus consejos. Más de 30 años después empezar, sigues en antena. ¿Cuál el la fórmula para que no se cansen de ti?

Es muy importante que lo que hagas en la televisión salga igual siguiendo la receta en casa. Pero esa pregunta me la hago yo todos los días. ¿Cómo puede ser que la gente me quiera tanto? Que tenga 73 años, que lleve 33 en la tele y todavía me vengan a casa veinte autobuses del Imserso a verme... Todo eso a mí me abruma. Vienen como a Lourdes a mi casa. A veces hay colas como en Doña Manolita para hacerse fotos con mi estatua que tenemos en la puerta del hotel restaurante Karlos Arguiñano. Me descoloca porque yo me siento más normal que la hostia.

¿Qué crees que es lo que más le gusta de ti?

Que hablo a todo el mundo igual. Que soy una persona hablando a personas. Para mí no hay gente divina y gente normal. Todos somos personas.

No te callas ni una...

Sí que me callo. Me callo muchas...

Antes de saludarnos ya estabas hablando irónicamente del libro de recetas del Ministerio de Consumo...

[Risas] Sí, pero en plan gracioso.

¿Qué te parece la idea de Alberto Garzón?

Si están los ministerios pensando en hacer una comida barata y saludable para que coma bien el pueblo español, les daría un aplauso. Si están haciendo el libro para competir conmigo, les daría con la mano abierta. Es broma... [risas] Si lo hacen por lo primero, pues mira me alegro.

No te gustan mucho los políticos...

Especialmente los que han robado dinero público y no lo devuelven. Hasta que no lo devuelvan que no salgan de la cárcel. A la prensa no le suelo oír esas cosas. ¿Y la tela dónde está? Mi entorno me pregunta muchas veces que si la cadena en la que se emiten los programas no me dice nada... ¿Qué me van a decir si eso es lo que pensamos todo? Con ese dinero se podrían salvar muchas vidas.

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