Insultos de hijos a padres: «De permitir el "tío, no me taladres" se pasa al "payaso" y se acaba en "ojalá te mueras"»

Los jóvenes suspenden en comportamiento, según el estudio realizado por Amalgama7 y Fundaciò Portal

Carlota Fominaya

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Del «no me taladres» o «no me rayes» al «payaso» y de ahí al «serás gilipollas» o al infausto deseo de «ojalá te mueras» hay un trecho que muchos adolescentes han recorrido con demasiada facilidad durante el pasado confinamiento a causa del coronavirus. Los insultos de los hijos hacia los padres durante este periodo han escalado hasta cuadruplicarse y las malas contestaciones se han multiplicado por dos, según una encuesta realizada a padres de adolescentes que alerta del riesgo de que se consoliden esas actitudes entre aquellos que antes no lo hacían.

El estudio, «Adolescentes, familias y Covid-19: ¿convivencia o supervivencia?» , realizado por Amalgama7 y la Fundació Portal entre los meses de agosto y septiembre mediante entrevistas a 1.500 padres de jóvenes de entre 14 y 18 años, suspende a los adolescentes en buen comportamiento durante el confinamiento provocado por la crisis sanitaria . De hecho, el 58,3 por ciento de los padres entrevistados reconocen que sus hijos aumentaron las malas contestaciones (frente al 30,1 por ciento que se daba en tiempos de precovid), mientras que otro 11,9 por ciento de progenitores confiesa que sus hijos llegaron al insulto (frente al 3,8 por ciento del mes de febrero).

Estratificación de insultos

En el informe se estratifican los niveles de respuesta recogidos de la siguiente forma, explica Jordi Royo, psicólogo, director clínico de Amalgama7 y presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filioparental : «entendemos por malas contestaciones leves o enfado sin intención el “tonto” , “payaso” o “gilipollas” , el moderado o con la intencionalidad de herir, “hijo de puta” , y grave, cuando no solo tienen intención de herir y hacer daño, sino que va a compañado de amenajaza, el “ojalá te mueras” ». En este sentido la recomendación que hace este experto a los padres es que «si permiten el insulto leve, progresa a moderado y luego al agudo o grave».

Jordi Royo, director clínico de Amalgama7 y presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filiparental Guillermo Navarro

La idea clave educativa que se extrae de todo esto, advierte Jordi Royo, «es que resulta muy importante que la respuesta de los padres sea firme y frene esta progresión». «Es importante controlar el insulto o la mala respuesta porque, cuando se sube un peldaño, se producen situaciones cada vez más difíciles de revertir. Hay que evitar que esto ocurra y no permitir siquiera una contestación coloquial del tipo “bueno tío, no me contestes así” porque cuando se comienza con estas formas discursivas luego es muy difícil volver atrás». «En ese mismo momento hay que parar la conversación y decirle al joven: no soy tu tío, soy tu padre, y con todo el respeto el escalafón está más alto, por tanto no soy tu amigo, ni pretendo serlo, porque deseo que tengas muchos amigos. Y como soy tu padre, si me convierto en tu amigo, no seré tu padre, y quiero que tengas padre para toda tu vida».

« El objetivo es no dejar que se suban peldaños . Hay que parar la primera mala respuesta, porque si hacemos la vista gorda y actuamos como si no nos hubiésemos dado cuenta, lo que hacemos es mirar para otro lado y dar a los chicos un metamensaje: es decir, que cualquier cosa es posible en esta familia».

Sobre todo, incide el director clínico de Amalgama7, en la etapa de los 14 a los 16 años. «Si en este punto los padres no reaccionan con contundencia, están muertos, porque supone entrar en una espiral donde se van a cuestionar cosas esenciales de respeto. Primero se pasa por alto la desobiendiencia, en segundo término la gesticulación, luego se admiten la negativa y los insultos y acabamos en la agresión».

Verticalidad

La cuestión es que lo que ocurre hoy en día, alerta el presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filioparental , «es que los jóvenes ven a los padres desde la verticalidad, no desde la horizontalidad. La relación es asimétrica, y hablo de una tendencia en su conjunto . Los progenitores confunden a sus hijos y permiten una relación de iguales que no debería ser en absoluto la expresión de la realidad».

La tendencia que observan desde Amalgama7, insiste Royo, «es que los hijos intentan establecer relaciones horizontales con los padres, y los padres permiten que se establezan este tipo de relaciones. Estamos ante un error mutuo de las dos poblaciones ». Royo cree además que la confusión se ha visto agravada con la irrupción de las nuevas tecnologías. «Que los adultos no sepan jugar a un videojuego y pidan ayuda al menor no debe confundirlos. Es verdad que nunca antes en nuestra historia se había dado la situación de que los hijos pudieran enseñar a los padres, y que la digitalización ha hecho posible esta situación. Pero el hecho de dominar una maquinita no quiere decir que se deba extrapolar esta relación de verticalidad invertida a otras situaciones».

Las chicas cogen carrerilla

Por último, el informe no hace apenas distingo en la comparativa de género, e incluso refleja que han quedado más secuelas en las chicas. «Si bien es verdad que en la situación previa y durante el preconfinamiento los varones daban peores contestaciones e insultaban más a sus mayores, en la situación actual el dibujo se equilibra. Con una matización: las chicas han cogido carrerilla y en la actualidad se ha multiplicado por cinco la población femenina que insulta».

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