Diálogos de Familia

«Hay padres que me confiesan: ¡No puedo más con mi hijo! ¿Qué hago?»

El ex Defensor del Menor, Javier Urra, asegura que «hay una palabra esencial que es respeto y eso lo niños lo tienen que mamar desde bien pequeños»

Laura Peraita

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El psicólogo y ex defensor del Menor Javier Urra conoce muy bien la desesperación de los padres que llegan a su consulta y le confiesan: «¡No puedo con mi hijo! ¿Qué hago?». Por el programa Recurra-Ginso que dirige han pasado más de 2.000 adolescentes para recibir una atención ambulatoria y 900 para formar parte del programa residencial .

Los jóvenes llegan a situaciones límite con sus familias por ciertas circunstancias como no admitir la autoridad de los padres, profesores, tutores..., por patologías, consumos abusivos, adicciones a las redes sociales... «Es entonces –explica Urra– cuando resulta necesario tratar al chico y explicar a los padres que deben adoptar algunos criterios como el distanciamiento de su hijo , para que sean capaces de adquirir un pensamiento alternativo de la situación, no estar siempre entre líneas con ellos sin abordar los temas esenciales... Aún así, lo que captamos siempre es que existe mucho cariño de los hijos a los padres y viceversa, a pesar de que su convivencia sea tan conflictiva. Un estudio reciente señala que si hay algo que los españoles quieren es a la familia, ya sea extensa, tradicional, monoparental, homosexual... Las personas se entregan a su familia y la quieren, aunque haya conflictos en la convivencia diaria».

El problema, matiza este psicólogo, es que los padres tienen menos tiempo del que quisieran para dedicar a su prole , debido a que vivimos en una sociedad compleja con muchísimas separaciones y en la que los padres quieren que los hijos sean muy felices, «mientras que nuestros abuelos lo que luchaban era por lograr que su descendencia sobreviviera y tuviera trabajo. Hoy, la prioridad es que no tengan carencias emocionales ni sufran psicológicamente , lo que no siempre es posible porque hay roces».

Para detectar a tiempo posibles señales en los niños que pueden indicar que de adolescentes tengan un comportamiento muy conflictivo, asegura que los progenitores deben estar muy atentos, «tener un sexto sentido» . Tendrán que fijarse, primero, en si el niño es razonablemente feliz, si tiene amigos con los que salir, si encuentra sentido a lo que es el aspecto social, al cariño, la compasión... «De lo contrario, si está solo, aislado, enfadado con el mundo, viste siempre con ropa reivindicativa, está continuamente pegado a una pantalla, odia casi todo lo que hay en su entorno o transmite que la vida no tiene sentido, entonces, habrá un problema ».

Poner un punto de ironía, de humor

Añade que es importante que el adolescente tenga una sonrisa fácil, «porque con un hijo se puede discutir , pero si después se quita hierro al asunto, se pone un punto de ironía, de humor, y se sonríe, el problema seguirá, pero se habrá abierto una puerta a la esperanza. No hay que olvidar tampoco lo imprescindible que es escucharles y contarles que nosotros también tenemos dificultades y preocupaciones».

Lamenta que la violencia ascendente (de hijos a padres) sea una realidad y la califica tan inadmisible como el maltrato a la pareja o de padres a hijos . En su opinión, cuando esto ocurre hay que decir «¡basta, hasta aquí hemos llegado». En ese caso, recomienda avisar a un profesional y, si la situación se va de las manos, a veces es necesario acudir a la fiscalía , lo que resulta durísimo para unos padres.

«Sin embargo, en ocasiones hay que denunciar a un hijo. Por su bien y el de todos. Es positivo privar de libertad a un chaval para que reflexione y se dé cuenta de que hay unos límites y que no puede agredir a sus padres porque, al final, es una agresión contra él mismo también. Hay una palabra esencial que es respeto y eso lo niños lo tienen que mamar desde bien pequeños».

Lo que nunca hay que hacer para llegar a una situación familiar tan complicada es, según Javier Urra, permitir que un hijo piense que tiene más derechos que los demás, que los abuelos, hermanos ... «Tampoco hay que convertirse en su esclavo por seguirle y hacerle todo... Nunca hay que dejarse chantajear, ni ser insultados. Y, por supuesto, hay que exigirle: o estudia o trabaja. No puede estar en casa sin hacer nada. En el hogar tienen derechos, pero también obligaciones».

Respecto a lo que sí deben hacer es «aportar, transmitir, decir que nos quiere, hacer en casa la vida más bonita, participar en una ONG, enseñar a los mayores cosas que no sabemos... Todo eso a pesar de que también se discuta o haya algunos conflictos... porque así es la convivencia con los demás».

Este experto no olvida, sin embargo, que el confinamiento y la pandemia han hecho mucho daño a los niños y jóvenes, «pero hay que plantearles lo siguiente: ¿Te das cuenta de que no has podido viajar a un Erasmus, pero has hecho un viaje interior muy importante? A los adolescentes también hay que tratarles desde la seriedad y el respeto , que se den cuenta de que queremos escucharles y compartir tiempo con ellos para que se sientan importantes».

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