Coronavirus

Capítulo 5 del ingreso de Ramón por coronavirus: «Mi vida cuando yo no estoy»

Su vida, afirma este hombre, «se detuvo hace tres semanas de golpe y emergió infinita María»

María, la mujer de Ramón PInna, ingresado por coronavirus

Ramón Pinna

Quinto capítulo con las reflexiones de Ramón Pinna , ingresado desde el pasado viernes 27 de marzo en el Hospital General de Villalba , en Madrid:

Al principio todo sucedió en casa, como puede haber pasado o llegue a pasar en algún momento en las vuestras. Una tiritona, unas décimas y sensaciones extrañas... aquello de los olores, de los sabores, de la tos... nada llamativo, salvo por el hecho de lo desconocido, de lo atropellado, de lo inflamado de información y del goteo continuo de muertos ... Muchos cercanos.

Tienes algo que puede matarte y que puede matar a otros.

Aislado diez días, comienza mi vida sin mí.

Hospitalizado diez días, sigue mi vida sin mí.

Y en el horizonte próximo, una vez recuperado, un aislamiento completo de al menos otros quince días. Un aislamiento definitivo capaz de salvaguardar la salud , de todos, pero sobre todo la de nuestra hija pequeña.

¿Qué mérito tengo yo cuando la vida me la salvan otros? ¿Dónde está mi vida ahora que yo no estoy en ella...? ¿Qué está pasando en mi vida sin mí?

Mi vida se detuvo hace tres semanas de golpe y emergió infinita María . La tomó en sus manos de madre y compañera, buscó la mejor custodia y la cubrió con paños de cariño y seguridad.

Y todo volvió a ser todo.

De principio a fin del día, con los tres en casa, sacando las fuerzas de algún arcón mágico que buscaré cuando vuelva y que encontraré solo en su mirada.

Infinita, María, explicándole a los niños que aunque es verdad que las personas se están muriendo, papá va a volver a casa .

Infinita, María en su soledad, tratando de creer justo en eso y solo en eso, sin más reservas de Fé que las que llevaba en el bolso del otro día.

Infinita, Maria, yendo y viniendo al hospital. Aguantando horas como quien aguanta minutos con templanza rebosante. Sin desfallecer.

Infinita, recibiendo todas las primeras noticias de las médicos... sobre todo las malas que son las que más le pesan al alma cuando conduce sola de vuelta a casa pensando, o quizás tratando de no pensar.

Infinita cuando traduce en automático al código de la esperanza sin estridencias, sin redes sociales... Y llama a mi padre, viejito él, y le cuenta y llama también a mis hermanos.

Infinita compañera, también aislada en un silencio adulto al que no poder contarle que también ella se sintió mal en algún momento, que también le dolió la cabeza y la garganta y que la angustia, por momentos, le quitó el aire de los pulmones y la sangre de las piernas.

Y al final del día conectamos y me sonríe. Trata de estar radiante y por momentos lo consigue... pero la siento fundida, agotada, buscando fuerzas en aquel baúl mágico que encontraré algun día.

Los niños duermen. Me cuenta el relato del día menos para que todo acabe.

La sigo con el movil, por fin para y descansa. Se sienta en el salón mientras termina un vino frente a las brasas de su chimenea. Esas brasas de las que renacerá mañana de nuevo como el Fénix para ser la vida de todos... La vida de los que en en este momento necesitamos de su vida entera.

Infinita.

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