Alta Costura, la ceremonia sublime

De la delicada austeridad de Dior al surrealismo elegante de Margiela. Esta Semana de la Alta Costura francesa ha sido un espectáculo sin excepción

Diseños de Valentino y Givenchy Agencias
María Luísa Funes

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Esta semana, la Alta Costura ha brillado en París con una serie de desfiles sin igual, que dejan patente que se puede seguir innovando sin perder la esencia de cada casa. Maria Grazia Chiuri , por ejemplo, presentó su mejor colección para Dior desde que está al timón de la casa, eligiendo una serie de sublimes y sencillos -en apariencia- modelos que conjugaban el negro, el crudo y el gris. Se trataba de prendas inspiradas en las colecciones de monsieur Dior , trajes de chaqueta y falda con el corte del «maestro», vestidos de largo midi, delicados plisados y tableados, modelos que evocaban siluetas de los años 50 y una serie de impecables vestidos palabra de honor. Chiuri ha mostrado su amplio registro y su respeto por el ADN de una casa potente y majestuosa.

El surrealismo elegante de Maison Margiela supuso la consolidación del trabajo de John Galliano para la marca. Parecía imposible que el barroco e historiado Galliano pudiera retomar con tanta precisión, tanta gracia y tanto tino el extraño estilo -entre absurdo y dejado- de Martin Margiela , haciéndolo suyo y otorgándole una nueva vida mucho más vistosa. Tocados de celofán, pelucas, abrigos acolchados de corte desestructurado, plataformas de silicona, bustiers futuristas y cinturones desplazados marcaron un desfile histórico y brillante.

Karl Lagerfeld presentó las colecciones de Chanel y Fendi, esta última con originales mezclas de prendas y accesorios, vestidos y echarpes, que demuestran que los registros del «Kaiser» son inagotables. Para Chanel conjugó 67 modelos únicamente en negro, blanco y gris, que se pasearon por un escenario que recreaba el Quai de Conti con sus quioscos y sus eternos puestos de bouquinistes. Lagerfeld puso el énfasis en el uso de cremalleras, de dramáticas aberturas laterales en las faldas y de omnipresentes botines.

Aniversario

En Viktor & Rolf festejaron su 25 aniversario combinando prendas de todas las temporadas, elaboradas en blanco, con modelos tan sorprendentes como el vestido con «agujeros» sobre tul que el dúo holandés presentó en la primavera de 2010. Por su parte, Claire Waight Keller sacó a relucir a un Givenchy inspirado en los archivos de la casa, luciendo casacas con capucha y deliciosos vestidos de noche. Tras la muerte de Hubert de Givenchy el pasado marzo, Waight Keller realizó un verdadero homenaje al fundador inspirándose en algunos modelos que popularizó Audrey Hepburn .

Jean Paul Gaultier alternó un imaginativo homenaje al esmoquin con una curiosa serie de vestidos de tul, sin dejar atrás su inconformismo, sus disfraces e incluso una novia que era un cruce entre Maléfica y princesa medieval.

El triunfo del rosa

Armani Privé brilló a través de sus 96 salidas, entre las cuales había conjuntos de chaqueta y pantalón fluido y una serie de vestidos largos muy femeninos . Y Elie Saab, Giambattista Valli, Ralph & Russo y Alexis Mabille desplegaron con fidelidad sus estilos habituales, conjugando con frecuencia los tonos rosa, violeta, blanco y negro.

Pero si hay una casa de modas que ha destacado por encima de las demás, esa ha sido Valentino, con una colección original, atrevida, brillante y distinguida, que creaba un mundo mágico sin fecha de caducidad, inspirado tanto en la mitología griega como en la época medieval, sin dejar de ser actual. Esto supone una verdadera victoria para Pierpaolo Piccioli , quien hasta julio de 2016 había compartido pupitre y profesión durante décadas con Maria Grazia Chiuri. Fue entonces cuando Dior ofreció el cargo de directora creativa a Maria Grazia. Aunque en un primer momento hubo quien pensó que Valentino se había quedado a medio gas tras la marcha a Dior de Chiuri, ahora ha quedado bien patente que las colecciones de Pierpaolo Piccioli para Valentino se superan cada temporada desde que está en solitario. Un éxito merecido para este romano discreto y familiar que sigue siendo capaz de rizar el rizo.

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