Suzanne Mubarak, Egipto perdona a su «María Antonieta»
De admirada a repudiada, la viuda de Hosni Mubarak reapareció esta semana tras años de ostracismo
Abdel Latif el-Menawy tenía la grabación lista para su emisión, pero esperaba un mensaje desde el Palacio Presidencial para dar la orden a la televisión nacional, de la que era el director en febrero de 2011. «Aunque nadie lo sabía, todo el país estaba esperando porque Suzzane Mubarak lloraba sin consuelo en su palacio vacío », reveló El Menawy en el libro de memorias que publicó tras la revolución que acabó con tres décadas de dictadura de Hosni Mubarak , fallecido el 25 de febrero a los 91 años. Los guardias tuvieron que levantar a la primera dama del suelo y llevarle en volandas hasta el aeropuerto, tras permitirle recoger algunos objetos personales que se negaba a abandonar. Allí le esperaban sus hijos. Solo entonces se emitió el vídeo en el que el «rais» anunciaba su renuncia y una explosión de alegría hizo retumbar la plaza de Tahrir, en el corazón de El Cairo. Adiós a un mandato en el que los Mubarak amasaron una fortuna de miles de millones de euros y se hicieron con propiedades en Londres, Nueva York o París.
Nueve años después de ese momento dramático en el palacio, Egipto despidió a Mubarak con un funeral de Estado en el que se pudo ver de nuevo a la familia en las pantallas de televisión de todo el país: a sus hijos Alaa (59) y Gamal (56), quien estaba llamado a sucederle; su nieto Omar Alaa y a su viuda, Suzzane (79), que recientemente ha superado varios problemas de salud. En noviembre, el abogado familiar tuvo que emitir un comunicado para desmentir los rumores sobre su muerte e informar que, tras una operación, se encontraba «estable».
La familia contó con el respaldo del actual presidente, Abdel Fattah al Sisi ; del primer ministro, Mostafa Madbuly , y el Papa copto Tawadros II . La procesión fúnebre se celebró frente a la mezquita al Mushir Tantaui entre salvas de los cañones en homenaje al fallecido. Despedida de un «héroe» de la guerra de Yom Kippur de 1973, según las palabras de un Gobierno que ha tratado de limpiar la imagen de un líder y una familia marcados por la sombra de la corrupción y el abuso de poder. Un funeral que no tuvo nada que ver con el de Mohamed Mursi , primer presidente elegido de forma democrática en el país que falleció en junio en la prisión en la que se encontraba desde el golpe de estado de Al Sisi.
Tres décadas de esplendor
Suzzane, apodada la «María Antonieta egipcia», vivió tres décadas como primera dama, rodeada de todos los lujos imaginables, y siempre se consideró que tenía gran influencia en las decisiones de su esposo. Mitad egipcia, mitad galesa y licenciada en Sociología por la Universidad Americana de El Cairo, su inglés impecable, su elegancia y sus reconocimientos por parte de organismos como FAO, Unicef, Unesco y la OMS le sirvieron para convertirse en una figura respetada en Occidente. A nivel doméstico intentó mejorar el nivel educativo de los más jóvenes con varias campañas contra el analfabetismo y luchó por la defensa de las mujeres con la puesta en marcha del Movimiento Femenino Internacional por la Paz.
La primera dama, como el resto de la familia, debía tener una imagen modélica ante todos los egipcios y contaba con el respaldo de toda la maquinaria de propaganda en los medios nacionales. Suzzane y Gamal eran los rostros públicos, mientras que Alaa, el primogénito, siempre permaneció a la sombra. Esa imagen se rompió en 2011, cuando la revuelta popular que estalló en el marco de la conocida como Primavera Árabe conllevó el final de un mandato que estaba a punto de convertirse en república hereditaria.
Acusada de corrupción
Los cuatro miembros de la familia Mubarak fueron detenidos y se abrieron procesos judiciales contra ellos. Suzzane, acusada de corrupción, fue puesta en libertad bajo fianza después de tres meses y tras devolver al Estado 2,7 millones de euros que tenía en cuentas egipcias y una villa de lujo en el exclusivo barrio cairota de Heliópolis. Su marido, para quien la Fiscalía llegó a pedir la pena capital por la muerte de manifestantes durante las protestas de Tahrir, fue finalmente condenado a tres años por malversación de dinero público y los cumplió en una especie de arresto domiciliario entre el hospital militar y alguna de sus residencias; y los dos hijos, también acusados de corrupción, fueron encerrados en la prisión de alta seguridad de Tora, pero ya están libres de todos sus cargos. El funeral del exdictador mostró al mundo que la familia Mubarak ya puede dejar atrás la pesadilla que supuso para ellos la revolución de 2011.
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