La Familia Real saliendo del restaurante Flanigan
La Familia Real saliendo del restaurante Flanigan - EFE

Los rincones favoritos de la Familia Real en Mallorca

Además de disfrutar del mar, Don Felipe y Doña Letizia suelen elegir lugares del interior menos conocidos

PALMA DE MALLORCA Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Don Felipe conoce Mallorca desde niño. En sus aguas aprendió a nadar, se bañó con delfines y descubrió el apasionante mundo de la vela. En esta isla transcurrieron sus primeras salidas nocturnas de adolescente y de joven, cuando aún se podía mover con relativa libertad, mucho antes de que se inventaran los teléfonos móviles y se les incorporara una cámara de fotos. Eran unos tiempos en los que la Familia Real podía pasear con tranquilidad por la isla porque los mallorquines respetaban sus deseos de pasar inadvertidos, y los turistas se limitaban a observarles con curiosidad disimulada. Incluso los pocos fotógrafos que había entonces evitaban traspasar ciertos límites.

En aquella época Don Juan Carlos iba desayunar con cierta frecuencia huevos fritos junto al Real Club Náutico, Doña Sofía solía ir de compras a El Corte Inglés de la avenida Jaume III, en el centro de Palma de Mallorca, y el entonces Príncipe y las Infantas frecuentaban cada verano los lugares de moda, como eran la discoteca «Mar Salada» o los bares de copas de la plaza Gomila y de Puerto Portals.

La vida cotidiana de la Familia Real encajaba perfectamente en la isla.

Pero todo eso empezó a cambiar hace ya algunos años y, en agosto de 2012, Don Felipe y Doña Letizia constataron que sus salidas y excursiones espontáneas tenían los días contados. Ese verano, los entonces Príncipes de Asturias decidieron hacer una escapada con sus hijas, Leonor y Sofía, al municipio de Sóller. De esta forma, ayudaban a promocionar el tren histórico que une esa localidad con Palma y que cumplía cien años.

Un desorden público

El trayecto en el tren se desarrolló con toda satisfacción, pero cuando los Príncipes llegaron a Sóller y empezaron a caminar por el paseo marítimo, la noticia de su presencia se extendió como la pólvora y cientos de personas -lugareños y turistas- se arremolinaron en torno a ellos, empezaron a seguirles, a pedirles fotos y a saludarles. Difícilmente se podía contener una muchedumbre tan grande con un equipo de seguridad razonable.

Claramente, Mallorca había dejado de ser la isla que Don Felipe conoció de soltero. A partir de ese momento, los miembros de la Familia Real tendrían que medir sus salidas privadas si no querían provocar lo más parecido a un desorden público, aparte de los problemas de seguridad que su presencia podía conllevar.

Los nuevos tiempos trajeron también una nueva forma de hacer periodismo, el llamado periodismo callejero, que se sumó a la presión de los paparazzi. Entre unos y otros, se limitaba aún más el abanico de posibles salidas.

Aunque Mallorca haya dejado de ser ese lugar en el que la Familia Real podía moverse con toda tranquilidad, aún quedan algunos lugares que siguen siendo los rincones favoritos de los Reyes. Si lo que buscan es privacidad en el mar, la encuentran en la isla de Cabrera, protegida medioambientalmente, por lo que el acceso está restringido, aunque también hay otras calas casi solitarias en Mallorca.

Una cita casi obligada de todos los veranos es el Real Club Náutico de Palma, al que tanto Don Felipe como Doña Letizia suelen acudir durante la semana de la Copa del Rey, conscientes de que su presencia es un respaldo muy importante para el sector de la vela, que a la vez genera importantes ingresos económicos para Mallorca. A veces, mientras el Rey navega, la Reina visita algún mercadillo artesanal de los alrededores de Palma.

A la hora de salir a cenar, a los Reyes les gusta variar, a diferencia de Don Juan Carlos, que tiene preferencia por Flanigan, de Puerto Portals. Don Felipe y Doña Letizia prefieren jugar con el factor sorpresa y eligen establecimientos discretos y cerrados, que les permitan cenar sin tener una cámara apuntándoles permanentemente.

Las circunstancias mandan

Muchas de las salidas de los Reyes están marcadas por las circunstancias. Por ejemplo, cuando ETA eligió Mallorca para cometer su último atentado, en el que murieron dos guardias civiles, Don Felipe y Doña Letizia consideraron que había que transmitir al turismo internacional un mensaje de normalidad en la isla, y decidieron dar un paseo junto a sus hijas en las inmediaciones de la catedral de Palma, uno de los lugares más concurridos.

En otras ocasiones, la elección viene motivada por el deseo de promocionar el atractivo cultura de la isla o los tranquilos rincones del interior, solapados por el turismo que sólo busca sol y playa. O sensibilizar frente a los incendios forestales, como hicieron en 2014 cuando visitaron la finca Raixa, sede del Centro de Interpretación de la Sierra de Tramontana. Son excursiones con mensaje.