Paloma Cuevas: bajo el estilismo del silencio

El tópico dice que la elegante nace y no se hace, pero no es verdad, porque la elegante nace, pero también se hace

Paloma Cuevas con Isabel Preysler PB / AC

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Paloma Cuevas es una mujer de hablar poco, y en esta militancia de criatura quieta en el silencio está uno de los valores de su distinción, que ha entendido que la cháchara es el fleco de la vulgaridad, a nada que te descuides. Paloma se descuida poco o nada, o sea, que no se le ven nunca los flecos. Ahora está en un aire de mucho titular el susto de su separación, porque Paloma y Enrique eran un matrimonio para toda la vida, hasta que no lo han sido, como tantos.

Paloma, de momento, ha dicho poco, y esto no es novedad en ella, porque en ella la novedad, frente a tantas famosas, es el silencio sostenido. Paloma tiene un alma, o un esqueleto, que es una percha fina, esbelta, más unos ojos de alhaja, muy cargados de mirada. Es la esbeltez morena más la elocuencia de los ojos grandes y hermosos, casi alarmados. Siempre resulta lo contrario a una chica mona que lleva un traje caro. Y mira que son caros sus trajes, y mira que Paloma ha salido mona. Es difícil ser elegante siendo joven, como ella, todavía, porque la elegancia la acuña la personalidad, y la personalidad se enriquece con los años.

Elegancia de encuesta

El tópico dice que la elegante nace y no se hace, pero no es verdad, porque la elegante nace, pero también se hace. En eso está Paloma y así le ha ganado, durante años, a otras ilustres aspirantes al título de la elegancia de encuesta, como Rania de Jordania , la Infanta Elena o Isabel Preysler , que es algo así como el orientalismo de la distinción, como el photoshop sin photoshop. Paloma es una Preysler otra, una Preysler nacional que no barajaba maridos, hasta que el marido único y de siempre se acaba. Esto suele pasar en quienes se llevan bien, o muy bien. Paloma e Isabel son las elegantes primeras, por reiteradas, en el escalafón nacional, vía encuesta, y Paloma ha relevado a Isabel a veces en estos torneos de la elegancia, e incluso en los pluriempleos televisivos de musa de bombones, porque Isabel ya va quedando veterana para el spot, y porque Paloma es más bombón. Eso de las artes de la elegancia no es vestir de firma, naturalmente, ni tener un fondo de armario de oro. La elegancia es una cosa que viene de dentro, y consiste en vestir los trapos más que dejarse vestir por los trapos. Además de decir o no decir lo que hay que decir, o no decir, en cada momento. Y en estas destrezas sale Paloma campeona.

A uno le gusta que distingan a Paloma, porque sé que en la distinción no sólo se está mirando su limpia estampa de mujer que viste trapos de Ladrón de Guevara o de Valentino, según toque, sino también su carácter templado y su proceder discretísimo. Los premios se lo debe más a ella misma que a sus modistos. No es flojo mérito en estas temporadas en las que lo que se lleva es el grito como argumento y el wonderbra como bufanda. Se separa, pero no cambiará de estilo. El estilo del silencio.

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