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Nueva York rinde homenaje a la Reina Doña Sofía

Fue la protagonista en la gala anual del World Monuments Fund y recibió un galardón por su apoyo al arte

CORRESPONSAL EN NEW YORK Actualizado: Guardar
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Bill Cunningham, el fotógrafo eterno de la sección de estilo de «The New York Times», correteaba y disparaba en la entrada de Cipriani’s, la noche del pasado miércoles, cuando llegó al célebre restaurante neoyorquino la Reina Doña Sofía. Cunningham es un francotirador del estilo, rastrea las callas de la Gran Manzana y sus grandes acontecimientos sociales en busca de algo que le llame la atención: unos lunares, un tacón imposible, unos vaqueros deshilachados. Con su cuerpo encorvado como un signo de interrogante –tiene 86 años– y la sonrisa cansada pero pegada a su boca, trató de hacerse un hueco entre una armada de fotógrafos que parecían la línea defensiva de los New York Jets. Su objetivo buscaba el traje de dos piezas –chaqueta blanca, falda negra acampanada– que vestía la Reina, la protagonista de la noche.

La madre de Felipe VI estaba en Nueva York con motivo de la Hadrian Gala, la gran fiesta benéfica anual del World Monuments Fund (WMF), una organización dedicada a la salvaguardia del patrimonio arquitectónico en todo el mundo. Doña Sofía fue premiada este año, en el que la organización celebra el cincuentenario de su creación, por su implicación en este campo. También recibió ese honor la «shaikha» Mai bit Mohammed Al Khalifa de Bahrein, que fue quien recibió a la Reina en la puerta de Cipriani’s. Es un espacio enorme, con techos y muros ornados, catedralicio, casi desproporcionado para un restaurante, que parece querer rivalizar con la bóveda de la vecina de la acera de enfrente, la estación de tren de Grand Central. A comienzos del siglo XX fue la sede del Bowery Bank, en la época en la que los bancos, para posicionarse, debían cubrirse de lujo (muchos de estos edificios los ocupan ahora farmacias y cadenas de comida rápida).

La Reina y la «shaikha» del país del Golfo Pérsico departieron amistosamente antes de mezclarse entre los invitados, entre quienes se vio al príncipe Amyn Aga Khan, la Princesa Yasmin Aga Khan, el embajador de España en EE.UU., Ramón Gil-Casares; la presidenta de WMF, Bonnie Burnham; el ex director del Metropolitan Museum Philip de Montebello; el Príncipe Dimitri de Yugoslavia o la diseñadora estadounidense Mary McFadden.

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Valentín Fuster, cardiólogo y director médico del Mount Sinaí Hospital, fue el encargado de introducir el discurso de agradecimiento de la Reina. «Nuestros monumentos representan la memoria de nuestro pasado, un símbolo de los logros de nuestros antepasados, de sus creencias y valores», dijo Doña Sofía en su intervención. «Por desgracia, la historia está llena de ejemplos de daños deliberados infligidos a monumentos por el valor de lo que representan», lamentó, sin que nadie pudiera evitar acordarse de las imágenes de miembros del Estado Islámico destruyendo la ciudad de Palmira y otros tesoros en Oriente Medio. «Sin embargo, es en los conflictos cuando nos damos cuenta del poder duradero de nuestra cultura compartida de construir la paz, como personas unidas tras la causa de prevenir las pérdidas o destrucciones de bienes culturales», señaló antes de recibir los aplausos de los asistentes.

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